Emplazamiento a quienes deben hablar, por Simón Boccanegra

Este minicronista se va a dirigir a unas cuantas damas de la revolución, algunas antiguas amigas de todo mi aprecio, otras que apenas conozco, pero que se han distinguido por su empeño en la defensa de la igualdad de género y en el rechazo a toda forma de discriminación y abuso contra las mujeres. No lo voy a hacer de manera genérica sino directa. Creo que deben ser emplazadas por sus nombres, ya que lo que está en juego no es concha de ajo. Desirée Santos, Helena Salcedo, Nora Uribe, Rosita Caldera, María León, Nora Castañeda, Chela Vargas, Vanessa Davies, Tania Díaz. A ustedes me dirijo. ¿A ustedes no les dice nada la tragedia de la mujer amenazada de lapidación en Irán? ¿Se puede estar comprometida con un proyecto que se dice revolucionario y hacerse las desentendidas frente a tamaña monstruosidad, que es la negación misma de todo principio de humanidad y solidaridad? ¿La alianza política entre Chávez y Ajmadineyad las obliga a ustedes a permanecer mudas ante un crimen de lesa humanidad como el que implica la lapidación de la mujer? ¿No se sienten ustedes convocadas a elevar su voz ante tamaña injusticia, que sería muy sonora en Irán, por venir precisamente de Venezuela? ¿Ya olvidaron lo que dijera el Che Guevara: «Si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo somos compañeros, que es lo más importante»? ¿No las hace temblar a ustedes la injusticia en Irán? No quisiera pensar que ustedes sencillamente lo que tienen es miedo; miedo a la reacción de Chávez, miedo a hablar sin el permiso de Chávez. En otros tiempos eran ustedes muy bravas. ¿Qué se les hizo la voz, otrora tan sonora?