En el interior del país la belleza es más barata
Ante la necesaria reducción de gastos a la que obliga la crisis económica en la que estamos sumidos los venezolanos, un viaje a la provincia puede ayudar a las féminas a ahorrar hasta 77% en peluquería
Autor: Eukaris Pérez
La estética de las mujeres venezolanas es algo que la crisis no ha hecho desaparecer a pesar de la elevada inflación que despunta en el país. El mantener una buena presencia es algo que muchas féminas tienen como prioridad.
Mantener el cabello con un buen corte, unas cejas definidas que permitan moldear el marco del rostro y conservar las uñas presentables son reglas básicas que la mayoría de las venezolanas cumplen con frecuencia.
Pero para ahorrar algo de dinero es más rentable ir a arreglarse fuera de Caracas pues, en el interior del país los costos de peluquería pueden ser hasta 77% más bajos que en la capital.
A bajarse de la mula
El corte de cabello para damas en Caracas parte de los 50.000 bolívares y sube hasta los 130.000 en una peluquería convencional (puede superar con creces este monto en salones de prestigio), dependiendo de la zona donde se acuda; mientras que en el interior del país, específicamente en San Felipe, capital del estado Yaracuy, el corte de cabello en una peluquería tradicional puede valer solo 30 mil bolívares.
Para la depilación de cejas, en la capital hay que desembolsillar 60 mil bolívares si va a peluquerías poco reconocidas, de lo contrario debe cancelar 180 mil bolívares si asiste a salones como Sandro o similares; y mucho más si se trata de una estética de alto target. Entre tanto, en estados como Yaracuy y Carabobo la misma acción cosmética en las cejas oscila entre 27 mil y 40 mil bolívares.
La manicura dentro de la ciudad capital tiene una tarifa que va desde 70 mil a 80 mil bolívares si se acude a una estética sin mayor renombre; monto que en la provincia varía entre 30 mil y 40 mil bolívares.
Algo similar ocurre con la pedicura, que en Caracas cuesta entre 70 mil y 100 mil bolívares, mientras que en Valencia solo se cobra en Bs. 50.000.
El impacto de la diáspora
La peluquera de profesión Miriam Pernía, quien atiende a sus clientas desde un cuarto que acondicionó en el interior de su apartamento en Palo Verde, al este de Caracas, declara para TalCual desde la silla de su lavacabezas que anteriormente atendía hasta 40 clientas en una semana, mientras que ahora, en una «buena» semana, puede que arregle solo a 15 debido a que la mayoría de ellas no están dentro del país.
«Ya no hay temporadas en el mes donde se sepa que va haber suficiente trabajo, las clientas que me quedan aquí intentan ahorrar dinero, como todos, y ya no se arreglan con tanta frecuencia».
Algo similar le ocurre a la manicurista independiente Karen Monsalve, quien expresa que en oportunidades pasa hasta dos semanas sin recibir ninguna llamada de sus clientas para que vaya a arreglarlas.
«La mayoría de mis clientas se han ido de Venezuela y con ellas familiares que a veces también arreglaba, no todas las que atendía pueden arreglarse (ahora) porque cada dos semanas es un precio nuevo», dice.
Monsalve asegura que el aumento de precio en los productos que necesita para trabajar es una de las limitantes, porque con el poco ingreso que recibe no puede comprar todos los insumos y se ve en la necesidad de colocar nuevos montos cada cierto tiempo.
«Yo no quisiera aumentar el costo de mi trabajo porque sé que así se van a arreglar menos por la situación que estamos pasando, pero con lo que gano con una clienta no compro ni una pintura de uñas», aclara.
Cruda realidad
Para que una mujer pueda arreglarse tanto uñas, cejas y cortarse el cabello por lo menos una vez al mes, necesita un poco más del salario mínimo: debe invertir al menos 370.000 bolívares únicamente en costear su apariencia, mientras que el salario mínimo es de apenas 248.510 bolívares.
Esa cantidad representa 46,7% del salario integral (sueldo mínimo más cesta tickets), que desde enero pasado se ubica en Bs. 797.510.
De allí que las damas hacen «malabares» para que perdure esta costumbre que por años han adoptado. Tal es el caso de Sharon Massiel Marín, 23 años de edad, residenciada en Petare, quien afirma que mantenerse arreglada es todo un reto para su economía.
«Yo guardo lo más que puedo hasta juntar lo suficiente para arreglarme, no todos los meses puedo hacerme las tres cosas ( cabello, cejas y uñas) a veces busco de mantenerme yo pintandome las uñas, pero no es igual. Además tengo que gastar en cosas para mi hijo y con el sueldo que no alcanza para nada es muy difícil», puntualizó Marín.
La joven confiesa que en oportunidades vende helados para ayudarse con otra entrada de dinero y así poder costear una que otra compra.
«Los fines de semana vendo helados y, si veo que la venta va bien llamo a la muchacha que me arregla para fijar cita, o si lo necesito urgente quedo en pagarle el fin de semana siguiente si ella acepta, no me gusta pero debo ir presentable a mi trabajo».
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