En Guardia, por Teodoro Petkoff
En materia de inseguridad ciudadana la Quinta es tan poco creativa como la Cuarta. Ya apeló a su «solución final»: la Guardia Nacional en la calle. Nuevamente uno de esos epilépticos operativos que la Cuarta solía poner en práctica, cuando la irritación pública subía de tono, ha sido imitado por la Quinta. A propósito, ¿será coincidencia que comience por Petare, predio del alcalde hijo de José Vicente? Como casi todo lo que hace este gobierno, lo hizo mal. Pasando por encima de la Alcaldía Metropolitana, a cuya conducción estaba obligada a subordinarse la Guardia Nacional, no operó en Catia, porque, según se dijo, esa es zona del Plan Bratton. Esto, que se quiere hacer pasar como una suerte de «respeto» hacia el alcalde metropolitano, constituye, en verdad, una muestra acabada de la ineficiencia y de la falta de seso de los diseñadores del operativo. La Guardia, según esta concepción, no coopera con la alcaldía sino que compite con ella. «Vamos a ver», pareciera decirse, «quién es mejor, si tú con tu policía gringo o nosotros con nuestros guardias».
Cuando, en sana lógica, no debiera existir ninguna incompatibilidad entre operativos de la GN y el desarrollo del Plan Bratton. Siempre, desde luego, que los operativos no sean la reproducción de las odiosas redadas de antaño, que tanto daño hicieron a la política antidelictiva, sino que se acoplen a los criterios básicos de aquel plan, los cuales privilegian las labores de inteligencia y consideran inútiles y contraproducentes las razzias y toda otra forma de brutalidad represiva generalizada e indiscriminada.
Precisamente, para esto es necesaria la coordinación y la cooperación. La lucha contra el delito requiere de una diversidad de formas de acción, pero articuladas entre sí y retroalimentándose mutua y continuamente. En otras palabras, la acción policial requiere de una constante coordinación entre las policías civiles y la Guardia Nacional, todo bajo la conducción de la autoridad civil. El ministro de la Defensa debería ser un factor de esa convergencia, sobre todo ahora que siendo civil podría moverse con mayor comodidad entre la Guardia, el MRIJ, las gobernaciones y las alcaldías. Pero reconociendo siempre el rol rector de la autoridad civil.
Ahora, si las operaciones contra la delincuencia se van a hacer pasar, en Caracas, por la asfixia de Alfredo Peña, subordinando aquellas al objetivo político de destruir a este, iremos de mal en peor. Si el problema es desconocer su autoridad, mezquinarle recursos y sabotear el Plan Bratton, quienes así proceden estarían actuando directamente contra los intereses de la ciudadanía del área metropolitana. Dentro de un contexto de enfrentamiento y no de cooperación, «sacar la Guardia Nacional a la calle» no será sino uno más de los recurrentes operativos efectistas, destinados a aplacar momentáneamente el reclamo de la población, pero tan inútiles e inoperantes como lo fueron a lo largo de los cuarenta años anteriores