¿En qué mundo vive Nicolás Maduro?, por Simón Boccanegra

A Nicolás Maduro lo dejó casi descerebrado el informe de la Unión Europea. No sólo embistió soezmente contra esa misión de observadores, en la típica reacción de matar al mensajero en lugar de pararle al mensaje, sino que, tomándonos por niñitos de cinco años, nos amenazó con el “coco” : reformar ya mismo la Constitución para que Chávez mande hasta el 2030. Maduro obviamente todavía no se recupera del trancazo.
Sigue groggy. Mientras Chávez pide a sus huestes un examen autocrítico de su desempeño y Alí Rodríguez admite paladinamente que no les satisfizo el resultado, Maduro no entiende que ese Parlamento uniformado y cuadrado no corresponde a la realidad política que está fuera de sus paredes, expresada en el precario respaldo de sólo un 20% de venezolanos a las políticas del oficialismo. Maduro debería pasearse por la circunstancia de que un gobierno tan malo como este, cuyas definiciones sobre “socialismo” han generado tantas dudas en sus propios partidarios y cuya gestión es evaluada archi-negativamente por la mayoría de la gente, que no ve sino fracasos en casi todo lo que emprende la administración pública, no es propiamente lo que el país quisiera ver eternizándose en el poder.
Ameliach, que parece estar más sereno, aclaró que la reforma constitucional no está en la agenda del próximo año.Y no debería estar en la de ninguno, porque ese desafío brutal a la opinión de un país que tiene otras prioridades podría ser el comienzo del fin.