“En Turquía van muchos a abrir cuentas nuevas”, por Beltrán Vallejo

Desde los albañales también se escuchan gritos y lamentos. La oscuridad se abre ante el chillido de los murciélagos espantados. ¿Será que hay perros que ladran cuando ven su sombra?
Pues sí, aquel pandillero, alias “Cabeza e mango”, me refiero a Oswaldo Rivero, una de las figuras de esa cosa que llaman “Zurda Conducta”, un espacio de esa otra cosa llamada Venezolana de Televisión, un canal nazi por excelencia, fue objeto de una detención en plena calle de Caracas por parte de la Policía Nacional Bolivariana, en uno de esos raros momentos de precisión y eficiencia en ese organismo en lo que concierne a cumplir su rol. Pero lo extraño no fue su detención, sino lo que se dijo de su detención, en la voz de otro verdugo de ese programa, el tal Pedro Carvajalino.
Recordemos que el “cabeza e mango” es un connotado provocador disfrazado de reportero, y también ha funcionado de operador de la violencia política; he ahí una de sus últimas épicas de terrorismo cuando con una turba psicótica y psicotrópica asaltó la Asamblea Nacional, el 5 de julio del 2.017, y golpeó a mansalva a diputados, periodistas y a cualquier otro cristiano que en mal momento estuvo por ahí. Pues bien, a ese pandillero, la PNB le puso los ganchos, gritando él enculillado esto: “Me van a sembrar”. Fíjense que este personaje pega grito ante uno de los más recurrentes y nefastos procedimientos de los esbirros policiales con eso de “sembrar evidencias falsas”, cuyas víctimas frecuentes han sido jóvenes de las barriadas populares y activistas políticos de cualquier nivel. Es decir, “cabeza e Mango” recibió una dosis de su propia medicina, esa que aporta en su programa de las tinieblas donde aplauden bajezas de esa naturaleza cuando se trata de opositores al régimen como víctimas de esos procederes.
Pero lo cumbre no fue eso, sino lo que dijo Carvajalino al enterarse de que su socio fue maltratado de esa manera por los funcionarios policiales. Este señor, de repente tuvo un “lapsus”, y en medio de su anuncio de que se iba del país, manifestó lo siguiente: “Sí me voy, pero por unas cuestiones personales… en Turquía no, en Turquía van muchos a abrir cuentas nuevas,…”
Caramba, así que las relaciones entre Venezuela y Turquía, que alcanzaron el año pasado los 803,6 millones de dólares, siendo este último un país que no le ha parado pelota a sanciones ni a supuestos bloqueos, implican también una fiesta de cuentas bancarias de la “revolución” con su correspondiente guardadera de fortunas, precisamente en uno de los principales compradores del oro venezolano por el orden de unas 23,62 toneladas con un valor en este año de 900 millones de dólares.
Ahora bien, ¿usted se refirió a Maduro, señor Carvajalino?, porque él ha estado por allá en reiteradas oportunidades, y hasta participando de comilonas en un lujosísimo restaurant.
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Es fácil entender lo que dice ese personaje de “Zurda Conducta”, cuando hay noticias de que la Unión Europea explora incluir a Turquía en la lista negra de paraísos fiscales; es decir, como un antro donde la corrupción, la delincuencia organizada, el terrorismo y las dictaduras esconden su dinero manchado de crímenes y del sufrimiento de los pueblos.
Pues he aquí que Carvajalino, en medio de su rabieta, hizo un comentario que aclara más el panorama de la internacional del delito con un nuevo epicentro en la relación entre Turquía y Venezuela.
Tomen nota los organismos del mundo en su cruzada para capturar ese tipo de capitales.