En Venezuela el racismo se esconde en chistes y se teje desde la raíz

Dos iniciativas sociales comparten el mismo objetivo: dignificar la negritud en mujeres afrodescendientes en diversas zonas de la Gran Caracas. Ambas persiguen incentivar la aceptación y el amor propio, tejiendo un puente entre distintas generaciones, para crear referentes locales de una identidad que abraza su esencia, pero que también busca generar debate social sobre una idea silenciada y disfrazada en el chiste: en Venezuela hay discriminación por racismo
El reconocimiento y la aceptación personal son bases del amor propio. Esto incluye el origen, los rasgos físicos y las raíces que forman un todo llamado identidad. Las organizaciones Rulos de Venezuela y Cumbe Mujeres Afrovenezolanas llevan a cabo un trabajo social, cada una por su parte, dedicado a darle valor a las mujeres afrodescendientes que viven en zonas costeras de La Guaira, Miranda, y también en sectores populares como la parte media del barrio El Guarataro, en la parroquia San Juan de Caracas.
Ambas le dan voz a los testimonios de mujeres negras que han sido víctimas de actos de discriminación y racismo en su día a día, debido a sus rasgos físicos y el color de su piel, pero en especial por el cabello rizado o afro, en un país que se precia de no ser racista y cuya población predominante es mestiza.
“Tuve que salir del país para darme cuenta que era negra”, comenta Paulette Abdallah, fundadora de Rulos de Venezuela, una iniciativa comercial con enfoque social y de autogestión, que busca reivindicar la identidad afrovenezolana a través de charlas sobre manejo y cuidado del cabello rizado, como parte de una labor que realiza en diferentes zonas costeras de los estados La Guaira y Miranda.
“Toda la vida mi cabello fue liso, por las cremas desrizadoras, planchas y secadores. De niña tuve muchos complejos y sufría cuando me invitaban a la playa o a la piscina; sabía que no me podía mojar porque se me ponía el pelo feo. Me lo dejé natural en la época de las protestas, estaba sin plata y no podía ir a la peluquería”.
Poco después, Paulette emigró a Argentina “y fue caminando por las calles de La Plata, ya con afro, que entendí que era negra y diferente a las mujeres de allá, y esas diferencias me llevaron a posar para varios fotógrafos, cosa que aquí en Venezuela nunca habría ocurrido”, asegura.
Afuera también descubrió movimientos de afrodescendientes que promueven la negritud (valores y características socioculturales que se atribuyen a la raza negra), aprendió que el afro no es pelo malo, ni de alambre o pelo chicha y que frases como “mejorar la raza” y comentarios aparentemente en juego o en tono de chiste, en realidad son despectivos y racistas.
En 2019, tras aceptarse y reconocer sus raíces, Paulette creó en Instagram la cuenta Rulos de Venezuela, para exhibir con orgullo, diferentes tipos de rizos venezolanos.
“En 2020 la cuenta empezó a tener importancia. Ya no solo recibía fotos de rulitos bonitos, también llegaban testimonios de mujeres que fueron despedidas de sus trabajos por tener rizos o cabellos no aptos. También de solicitudes de empleo denegadas debido a la apariencia y de negativas del Saime para tomar fotos de cédula a niños y adultos con rizos o trenzas”.
A Valeria no la dejaron obtener un documento de identificación por su pelo.
¿Cuál es el problema con su pelo? ¿El tinte? Yo saqué mi cédula con mi pelo oxigenado.
¿Las trenzas? Ese es un peinado de personas afro.
A Valeria la discriminaron por su raza.
pic.twitter.com/o9dEIPyo38— Daniela Inés 💚 (@Daniiwar) November 24, 2022
Abdallah cuenta que a su regreso al país, los seguidores ya llegaban a 15 mil. “La cuenta tenía un peso social, por lo que empecé a hacer Live para hablar sobre el tema de la discriminación, me sentía responsable de llevar esa batuta y de despertar esas conversaciones”.
*Lea también: Encovi: No hay racismo, pero sí un «umbral» del color de piel vinculado a la pobreza
Ruleras voluntarias
Un equipo que se distingue indiscutiblemente es el de las «ruleras voluntarias», jóvenes con diferentes tipos de cabellos crespos, rizados y afros que acompañan a Paulette en las jornadas sociales. “Es la primera jornada social que hacemos en El Guarataro y en Caracas en sí, las otras fueron en Chirimena, Todasana, Chuspa, Higuerote y Anare. También es la primera vez que una comunidad nos pide una visita social. Espero que esa iniciativa se repita”, cuenta la líder del Rulo social.

Foto: Lucía Ramírez
Durante las jornadas, el equipo de ruleras voluntarias enseñan, en promedio, a más de 40 personas entre mujeres, niñas y niños, a identificar su tipo de cabello y los cuidados que requiere. “En los talleres y jornadas hablo sobre identidad, amor propio y sobre criar a niñas que no estén acomplejadas, que vayan a la piscina y se lancen de cabeza sin pensar en el cabello. Tenemos que entender que somos Caribe, mezcla. Somos negros de afro, playa y tambor”.

Foto: Lucía Ramírez
Movimiento Cumbe Mujeres Afrovenezolanas
“Formo parte de Cumbe Mujeres Afrovenezolanas, una organización que nace de la necesidad de trabajar el tema de la interseccionalidad; es decir, las múltiples violencias que vivimos como mujeres negras, teniendo como foco principal su empoderamiento y fortalezas como persona”, expresa Merlyn Pirela, líder comunitaria de la zona media de El Guarataro, en la parroquia San Juan de Caracas.
Destaca que para la organización es fundamental trabajar con las mujeres desde sus capacidades y potencialidades. “Decirle a la sociedad que también somos universitarias, médicas, abogadas, maestras y todo lo que queramos. Aunque hay que entender que necesitamos fortalecernos para comprender cosas, como que nuestro cabello no es malo, que nuestra nariz no es chata, que no tenemos el pelo chicharrón ni el trasero grande de gratis; que hay que trabajar incluso la aceptación del cuerpo y sus partes (caderas, cabello, color de piel)”.
Para Merlyn, aunque desde la abolición de la esclavitud en Venezuela han ocurrido varios procesos de cambio, la comunidad afrovenezolana todavía arrastra elementos de la Colonia y del proceso de esclavitud. “De ahí que muchas mujeres negras sigan trabajando en casas de familias como domésticas pagadas, que se ven en la obligación de dejar sus hijos con las abuelas en nuestros pueblos para poder venirse a las ciudades a trabajar”.
“No somos iguales y no es que quiera separar. Es que cuando vas a una población afrovenezolana ves cuáles son sus condiciones de vida, que no son las mismas que puede haber en Baruta o en El Hatillo, donde vive gente que es diferente como fenotipo y económicamente. Ya por ahí uno sabe que el tema de la igualdad no va, que no tenemos acceso a las mismas cosas ni a las mismas oportunidades y estamos conscientes de eso”, destaca la líder social.
Racismo y discriminación
Pirela asegura que como movimiento se mantienen en una lucha persistente, “queremos acceder a conocimientos para tener esa fortaleza que como mujeres negras nos hace mucha falta”. Resalta que el racismo y la discriminación lleva a muchas mujeres, incluso a dejar la universidad, a sentir que no son aptas para un cargo o que no pueden aspirar a muchas cosas.
La Encuesta Nacional de Condiciones Vida (Encovi) 2022 incorporó en su más reciente actualización la medición de «color de la piel como segmentación de situación social». El investigador Luis Pedro España, durante la presentación del estudio, afirmó que los datos indican que en Venezuela «no hay racismo propiamente, pero sí hay un umbral del color» vinculado a la pobreza.
«Vamos a corroborar si esa brecha por color de la piel se va a cerrar», explicó España, para quien «la buena noticia, desde el punto de vista tanto educativo como de remuneración, es que la brecha por el color de la piel en Venezuela es corta, existe todavía, pero se ha venido acortando».
La Encovi 2022 reflejó que la población negra es 6,4 puntos porcentuales más pobre que los blancos y tiene una mayor desventaja en el acceso a la educación por factores económicos.
La diferencia de años de escolaridad es de 1,2 años a favor de los blancos. Un factor que se relaciona directamente con la pobreza.
“Como organización estamos apostando a mil cosas, estamos haciendo actividades en charlas de autoreconocimiento étnico, así suene fastidioso y trillado, y ahora con la jornada social de la compañera de Rulos vamos hacia el autocuidado que incluye el cuerpo y la alimentación”.
Resalta que como comunidad requieren un espacio donde puedan sentirse, ser y reencontrarse a sí mismas. “Porque encontrarse y reconocerse es importante, porque esa gente que estuvo antes merece ser dignificada”.
«Odiaba mi cabello rizado y mi color de piel»
“Crecer como una niña negra fue una experiencia bastante difícil. No solo por mi aspecto físico y por sentir que no encajaba, sino también por una serie de factores que nos rodean como sociedad. Se nos ha enseñado a esconder el racismo en frases, chistes, en un “supuesto humor”, comenta África Salomé, actriz, cantante y activista de afrofeminismo.
África cuenta lo difícil que fue su infancia debido a diversos factores de discriminación y racismo de los que fue víctima durante su infancia y adolescencia. “Recuerdo que una de las cosas que más me confundían era el tema del colorismo y el endorracismo, porque dentro de la misma familia siempre se harán comentarios endorracistas como “qué bueno que te arreglaste el cabello, para no se te vea tan malo” o “es muy difícil peinarte”. El mensaje que estás dando es que ser negro es malo y que el cabello que tenemos está mal. Esto va pasando de generación en generación y muchos padres negros solo repiten lo que a ellos les dijeron una vez”.
Relata que durante toda su infancia sufrió de bullying en el colegio. “Muchos niños no me querían tratar, si jugábamos no se acercaban para no tocarme o tocaban mi cabello como algo extraño”. Asegura que el racismo estructural e institucional sí existe en Latinoamérica. “Lo vi en comentarios de maestras que decían: ¡Ay, pero ese cabello si está despeinado! o no puedes venir con el cabello suelto. Y yo veía a cinco niñas, que tal vez no eran blancas, pero tenían el cabello lacio, con su cabellera suelta”.
Durante su paso por el bachillerato, con 14 años de edad, el bullying pasó a ser algo más violento. “Me perseguían cuando iba al baño y tenía que vivir con ese terror en el corazón. Cuando crecí y empecé a cambiar físicamente, empecé a odiar mi cuerpo; odiaba mis caderas anchas, obviamente a mi cabello rizado, mi color de piel”, porque estudié en un colegio prominentemente blanca europea y era muy difícil, además eran de clase alta, entonces era racismo y clasismo de una vez”, recuerda. Destaca que todos esos eventos le generaron un impacto profundo a nivel mental y, en esa época desarrolló ansiedad y depresión.
“El racismo no solo mata y golpea, también está demasiado banalizado en muchas frases que, en su mayoría, agreden a la mujer negra. El punto medio es combatir el racismo, hablar de estos temas, cuestionar cómo hablamos y cómo seguimos usando y normalizando términos coloniales y racistas o seguimos normalizando ciertas actitudes racistas en niñas y mujeres afrodescendientes, por tener el cabello de una manera o un tipo de cuerpo y color de piel”.