Encovi y país futuro, por Luis Alberto Buttó

Los datos recogidos en la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2019-2020 son harto elocuentes en mostrar la destrucción de las bases fundamentales de la sociedad venezolana. Cruel realidad que habla del resquebrajamiento acelerado y progresivo de la posibilidad de que los habitantes del país vivan dignamente en el presente que transcurre y de la esperanza de construir un futuro medianamente aceptable, en términos de la calidad de vida esperada y por alcanzar.
Esto último se entiende porque es más que evidente que reparar el impacto negativo generado por la expansión brutal de los índices de pobreza va a costar mucho en tiempo, recursos y esfuerzos. Sí, es verdad, el deterioro social retratado en la Encovi seguramente podrá revertirse con el concurso de todos, pero, también es verdad, buena parte de los venezolanos que hoy sufren el dantesco cuadro allí reflejado no alcanzará a ver la luz al final del túnel. No son pocos a los que se les pasó la página en este sentido. Estremece reconocerlo, mucho más asumirlo.
Los datos de la Encovi 2019-2020 alertan sobre la urgente tarea de reconstruir la sociedad venezolana mediante el acometimiento de transformaciones reales y profundas que tengan éxito y sostenibilidad en el tiempo, a partir del momento en que se produzca la superación del malhadado proyecto político revolucionario con dominio institucional en las dos últimas décadas.
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Malhadado proyecto político no porque se haya extraviado en el camino ante determinadas circunstancias que lo condujeron al cometimiento de errores garrafales cuyas secuelas se sienten en la actualidad, lo cual, de ser así, implicaría que de corregirse tales errores el rumbo podría enmendarse. No. Supuesto negado de plano.
Malhadado proyecto político porque en su esencia intrínseca estuvo siempre destinado a empobrecer de manera inmisericorde a la gente de este país y a desmontar los equilibrios requeridos para garantizar la prosperidad nacional. Malhadado proyecto político que en alcances y fundamentos siempre negó cualquier atisbo de modernidad económica, social y política.
Proyecto político que desde su concepción originaria no anunciaba más que miseria y atraso. Proyecto político cuyo único resultado tangible sólo podía ser el sufrimiento de la gente; como efectivamente lo fue.
Así las cosas, el proceso de reconstrucción de la sociedad venezolana pasa por la discusión colectiva sobre el emergente modelo de país que se requiere implementar en aras de que el diagnóstico conocido deje de ser la galería de fotos predominante. Es decir, debatir a cabalidad el país por buscar superando lo que en buena medida recurrentemente se ha hecho: enumerar los problemas existentes con la sana y lógica aspiración de superarlos.
Al respecto, es necesario avanzar a un punto que vaya más allá del imprescindible reconocimiento de realidades tormentosas y de listar sus opuestos como respuestas esperadas. Dicho de otra forma, al hablar de la reconstrucción del país sobran las obviedades. Nadie puede estar en desacuerdo con propuestas imprescindibles por necesarias como la de generar empleos, rescatar el poder adquisitivo, apoyar la producción nacional, etc.
La pregunta es cómo hacerlo sobre el terreno y cuál es el nivel de compromiso que cada actor en concreto asumirá en esa dirección, a sabiendas de que sin sacrificios inevitables nada de lo que se aspire podrá alcanzarse en el tiempo por venir; que no de manera inmediata, irremediablemente. Huelga decir, en el reacomodo de cosas es perentorio saber que mantener cuotas de poder y/o privilegios es imposible. No es sólo cuestión de ética; lo es también de viabilidad.
En síntesis, la discusión a darse sobre el futuro verosímil de la sociedad venezolana debe ser de suficiente envergadura y anclaje, en grado superlativo a lo hasta el momento realizado. Sin duda alguna, debe apuntar a la consecución del mayor consenso posible y ello sólo será factible si contempla las imprescindibles consideración, evaluación y valoración de los modelos ideales acunados por los sectores pensantes del país y por aquellos con responsabilidad e injerencia directa en la activación de los procesos que en consecuencia tengan que acometerse.
Los puntos racionales coincidentes han de constituir el punto de partida. El objetivo es dilucidar algo ciertamente trascendente, pero inexplicablemente no abordado con suficiencia: la diferenciación clara entre el país que se desea tener, el país que se debe tener y el país que, a fin de cuentas, se podrá tener, en el entendido que no necesariamente dichas propuestas llegarán a coincidir entre sí, ya sea en su formulación, ya sea en su materialización.
Lo cierto del caso es lo impostergable de adelantar la discusión: la injusticia de la radiografía hecha por la Encovi 2019-2020 es insostenible.
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