Engolosinamiento, por Simón Boccanegra
John Kennedy dijo también en otra ocasión, tal vez evocando alguna lectura anterior, que un político (y, por extensión, un militar, ya que a este le tocaría aplicar la política por otros medios), nunca debe colocarse en una posición de la cual no pueda retroceder. O sea, Kennedy no estaba de acuerdo con que en política se hiciera aquello de Hernán Cortés de quemar las naves. Los señores oficiales de la plaza Altamira tienen que resolver ahora una difícil papeleta: como abandonar el «territorio liberado» sin que su gesto se pierda en la irrisión. Cómo retroceder después que quemaron las naves y no pasó lo que esperaban. En los últimos días, los generales Rosendo y Camacho Kairuz han llamado la atención de sus colegas respecto de la necesidad de poner fin al evento. Sin embargo, en lugar de oírlos hay quien propone una huida hacia delante y anuncia que ellos, los militares de Altamira, podrían convocar un paro indefinido «sin la CTV y sin Fedecámaras». Seguramente a cosas así es a las que se refirió Carlos Ortega cuando aconsejó a los señores oficiales que no se «engolosinaran». Parece que Chávez no es el único que pierde la chaveta cuando tiene un micrófono en la mano y ve una multitud frente a sí.