¡Entreguen el poder!, por Carolina Gómez-Ávila
No es lo que deseo, nadie lo quiere, pero espero cifras como las de Irán, Italia, España o peores para Venezuela. No puedo esperar otra cosa porque, en 20 años, la ineptitud, irresponsabilidad y latrocinio que definen el accionar chavista destruyó el sistema de salud venezolano.
Y si bien es cierto que no hay país en el mundo capaz de salvar a todos sus contagiados por la pandemia es igualmente cierto que, en aquellos con sistemas de salud menos preparados y que no tomaron severas medidas oportunamente, el resultado ha sido espantosamente peor.
No hay medias tintas. La medida de cuarentena no ha sido tardía pero no ha habido liderazgo ni difusión educativa suficiente. Me parece que es de pronóstico tenebroso que la población use tapabocas -y algunos, guantes de látex- sin estar debidamente adiestrados sobre cómo ponérselos, usarlos y descartarlos con las estrictas medidas de higiene requeridas.
Así anda la población, insuficientemente prevenida, creyéndose protegida por esas barreras parciales; así he visto gente con guantes de látex rascarse los ojos después de haber tocado superficies que podrían estar contaminadas, expuesta a contagiarse y contagiar mientras se creen a salvo.
Dolorosamente, quien ordenó usar mascarillas quiso ser ejemplo poniéndose una en cámara. Lo hizo de la peor manera, sin desinfectar sus manos antes –o advertir que debe hacerse y cómo– sin siquiera anudar las tiras tras la cabeza de modo que no haya espacio entre ella y el rostro, sin informar que no se debe tocar el frente mientras se usa, sin aclarar el protocolo necesario para desecharlas de manera segura. Creo que en esos segundos multiplicó el riesgo de contagios entre quienes dan por buenas sus palabras. Luego, como si las irresponsabilidades fueran pocas, está la de las cifras oficiales.
No he visto país alguno que al día siguiente de declarar 16 casos confirmados, sólo confirme 3 ¡y al día siguiente, ninguno! como pasó los días 16, 17 y 18 de marzo.
Quienes estamos convencidos de la irresponsabilidad que acompaña al grupo en el poder, optamos por creer que no han practicado pruebas de despistaje, seguramente porque no hay kits para ello. Quienes están convencidos de que esos mismos velan por su salud, tomaron las cifras con alivio y quizás creyeron que el virus no es tan contagioso relajando las previsiones, especialmente la imprescindible cuarentena. No soy buena rezando pero imploro piedad para ellos mientras me horrorizo por quienes los rodeamos.
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Ninguna medida es poca así que hay que tomarlas todas. Especialmente hay que tomar la precaución de mantener a raya a quienes pretenden apoderarse de la opinión en esta tragedia.
El chavismo jamás ha asumido responsabilidad alguna de las crisis que ha provocado. Siempre la culpa es de otros, de quienes aspiran legítimamente al poder o de sus enemigos imaginarios que les permiten alimentar la retórica para mantenerse en el poder.
Me parecen irresponsables quienes reclaman que la coalición democrática ceda en su lucha y ayude a la dictadura en el manejo de la crisis, porque lo que realmente pretenden es que la ayude a quedarse en el poder. Creo que lo hacen conscientemente porque sentencian que clamar que entreguen el poder es parte de un plan de derrocamiento, como si gritar equivaliera a estar armados y dispuestos a deponer a quienes si lo están.
A quienes manipulan y mienten para que otros crean que pedir que entreguen el poder es una conspiración, mi testimonio: jamás pedí ni pediré intervención militar extranjera, soy republicana y demócrata por lo tanto no soy abstencionista, de lo que se concluye que participaré gustosa en elecciones presidenciales siempre que sean libres y justas.
Y si no voté el 20 de mayo de 2018 fue porque la farsa fue tan grotesca que los partidos políticos se declararon en huelga electoral y ningún candidato representaba, para mí, una opción de retorno a la democracia, con el agravante de que “el mejor sistema electoral del mundo” no permite la opción de votar nulo sin la consecuencia de un severo control social.
De todo esto me quejé razonada y públicamente en su oportunidad, en este mismo espacio de opinión. Hoy, civil, desarmada, republicana y demócrata, con el mismo miedo atroz y riesgo de enfermar y morir que tienen todos, sin reservas de comida para una cuarentena rigurosa, sabiendo que no puedo hacer otra cosa –y especialmente no puedo, ni quiero, ni convoco a derrocar a nadie– grito desde mi impotencia a la dictadura: ¡Entreguen el poder!