Eppur si muove, por Simón Boccanegra
De Cuba se puede decir hoy lo que susurrara Galileo cuando, bajo el tormento de la Inquisición, renegara de su descubrimiento del movimiento de la Tierra en torno al sol: Eppur si muove: «Y sin embargo se mueve». En Cuba algo se mueve. Y como suele suceder en los regímenes totalitarios, donde nada se sabe abiertamente, hay que estar atento a los signos en el cielo. Esta aparición de Fidel, precisamente cuando el gobierno de Raúl está comenzando a soltar presos políticos y se sienta con la Iglesia cubana a conversar amigablemente, resulta la mar de llamativa. Es bien conocido el hecho de que cuando Raúl comenzó a tomar algunas medidas de apertura, su hermano mayor se las bloqueó todas.
Cuando se aprobó una ley de migración que autorizaba la libertad de viajes a los cubanos, Fidel montó en cólera y dijo que eso era «traición a la patria». Raúl tuvo que meterse la ley… en el bolsillo y se perdió una semana en su casa de la Sierra Maestra, temblando de furia.
Pero, al parecer, se resignó a no hacer olas mientras Fidel pudiera descarrilarlo. De pronto, comenzó todo este diálogo con la Iglesia y uno llegó a pensar que ya Fidel como que no podía fregar más y Raúl se sentía más cómodo para actuar. Se abren las puertas de las cárceles y hete aquí que reaparece Fidel, como queriendo decir «¡Epa!, aquí estoy, sigo vivo, cuidado con lo que hacen». Pero probablemente Raúl ahora siente que el viejo tigre ahora sí es de papel y echa pa’lante. Tal vez no se equivoca, porque leyendo y oyendo a Fidel no se puede dejar de tener la impresión de que «el caballo» está desvariando.