Éramos muchos y trajimos al cambio climático, por Luis Ernesto Aparicio
Twitter: @aparicioluis
Cuando pensábamos que los problemas para América los teníamos bien identificados, incluso los podíamos enumerar: desigualdad, corrupción, violencia de Estado, violación a los derechos fundamentales del hombre, delincuencia (organizada o no), narcotráfico, contrabando, inestabilidades políticas y por supuesto el hambre.
Pero desde este verano se ha venido asomando el hocico del gran devorador, ese que con un poco a poco ha llegado a cambiar la vida en nuestro planeta y que luego le pisamos el acelerador. Es el elemento al que menos se le presta atención, pero que en definitiva va a como un rayo a pulverizar cualquier estadística de las problemáticas antes mencionada. Me refiero al Cambio Climático.
América es ese continente al que la caprichosa evolución de la tierra ha dejado como el más privilegiado, desde el punto de vista geográfico. Con su naturaleza exuberante, ha sido rica en el preciado recurso para la vida: el agua. Contando además con otros minerales que han resultado de gran beneficio para la humanidad, aunque de gran perjuicio para el Continente y su gente, sumando la paulatina destrucción de nuestra capa de ozono por su excesiva e ilegal explotación.
Caudalosos ríos surcan, tanto su superficie, como sus entrañas. Posee especies animales tan exóticas como ella misma. Pero sobre todas las cosas, posee dos condiciones fundamentales para la vida: tierra fértil capaz de alimentar a buena parte del mundo y una muy densa vegetación que va desde hermosos bosques, hasta lo que, hasta ahora, ha sido la impenetrable selva amazónica que abraza a Suramérica desde Brasil, pasando por Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador, Guyana, Surinam, la Guyana Francesa y Venezuela.
En ese rincón del planeta, han convivido con la naturaleza unos treinta millones de personas distribuidas en unas 350 etnias o grupos indígenas, respetando, eso sí, el balance natural de sus espacios de manera apropiada.
Pero lo que más se destaca del Amazonas, es que en sí mismo, esa verde inmensidad, es calificado por científicos y el Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU como el gran pulmón del mundo con lo cual, por supuesto, lo es también para nuestro continente.
Hasta aquí, el Amazonas es la presencia de lo positivo para nuestras vidas. Pero déjenme explicarles, un poco, que lo es mientras estamos lejos, la vemos a través de algún video o fotografía que nos inspira y nos muestra cuanto de impresionante hermosura tiene nuestro planeta. No obstante, el asunto se complica cuando otras personas, unas más atrevidas que otras, comienzan a mostrarnos las realidades de lo que está ocurriendo con nuestro principal pulmón vegetal.
La realidad es que sencillamente se aproxima a un colapso, no inesperado ya que desde hace algún tiempo se ha venido hablando sobre el tema y nada se ha movido para evitarlo. Solo cuando llega el momento de alguna cumbre, como por ejemplo la de las Américas (debería ser de la América para sentirnos todos involucrados), desde donde se comienza a blandir la bandera de la conservación y entonces escuchamos sobre la economía verde y todo lo que ha debido hacerse desde hace muchos años atrás, pero que los intereses de las grandes corporaciones mundiales, incluyendo liderazgos políticos, han evadido.
Pues bien, el Amazonas se encuentra en una situación de no retorno con su llamada perdida de resiliencia en su capacidad de regeneración como producto de dos factores ligados a la actividad humana: la extracción ilegal de minerales y la indiscriminada tala de sus árboles, sumado a los efectos del cambio climático.
Este último, en las postrimerías, le está afectando de manera directa y acelerada. Las torrenciales lluvias que estamos presenciando en casi todos los rincones del continente, junto a los grandes y destructivos huracanes, tornados y otros fenómenos naturales que se anticipan, evidencian que algo anda mal, que lo sabemos y que no tenemos los elementos disponibles para evitar que la situación se desboque sin remedio.
En estos momentos, América es el continente que mayor nivel de calor posee, de acuerdo con las escalas que se utilizan para medir a todo el globo. Incluso se habla tanto sobre ello, asegurando que ya está sobre la que actualmente se maneja a nivel mundial, lo que garantiza consecuencias naturales que podríamos llamar catastróficas. Esa combinación de torrenciales aguaceros y otras precipitaciones atmosféricas, junto a sequías extremas, van construyendo el escenario perfecto para que este continente se vea atrapado entre los movimientos bruscos del clima y con ello se exacerben sus ya conocidos problemas, sobre todo la falta de alimentos y la migración hacia regiones donde se piense que están disponibles, o existan las condiciones adecuadas para producción.
Puede que la Cumbre haya derivado en una serie de compromisos que vayan dirigidos hacia la consecución de acciones que mitiguen o frenen el Cambio Climático. No obstante, eso queda por verse, aunque no tanto porque el calentamiento va elevando sus índices y con estos los desastres naturales que, en definitiva, van a cambiar, de manera significativa, la rutina terrestre tal y como la conocemos hasta ahora.
El corto camino que queda, unos tres o cuatro años, para que eso ocurra, no es óbice para dejar que otros se ocupen, sobre todo aquellos que no lo hacen desde hace décadas, y no tomar acciones individuales que por muy pequeñas que parezcan, van allanando el terreno crear un balance y que ello, al menos, disminuya medio o un punto en la escala de calor. Sobre esto ya hemos conversado un poco en anterior entrega.
Lo importante es ocuparnos de lo que estamos invocando desde hace décadas y que, por nuestra forma de vida, ha llegado y con ello el deterioro de todo aquello que hemos admirado, o bien por una creación, o por una condición natural evolutiva.
Para que eso ocurra, deberíamos comportarnos con la misma responsabilidad que cuando un nuevo miembro de la familia ha llegado a nuestras vidas, por invitación o porque estaba en nuestros planes. No me atrevería sentenciar, incluso sabiéndolo, por cuál de las dos vías ha llegado el Cambio Climático, lo cierto es que teníamos tantos problemas y ahora debemos atender este, que es el más importante.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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