Es mentiroso ese hombre, por Teodoro Petkoff
Cuatro años y cuatro meses tardó Hugo Chávez en darse cuenta de la absoluta inviabilidad de la reducción de la jornada laboral de ocho a seis horas diarias. Esa carnada la había lanzado en 2007, como parte de la reforma constitucional, que, de paso, no era necesaria para reducir la jornada laboral. No se puede descartar que muchos de sus seguidores se la hayan tragado, confiando en que como otras, también podían esperar esa manguangua de su comandante presidente.
Este Primero de Mayo Chacumbele los bajó de esa nube y se apeó él mismo también. Por todo el medio de la calle, confesó que lo de las seis horas no va. En la práctica, todo quedó como una mentira, una trampa cazabobos, demagógica, que ya no podía continuar manteniendo porque cada cierto tiempo algunos ingenuos de su entorno se encargaban de recordársela.
Puede dársele hasta el beneficio de la duda, en el sentido de que él mismo hubiera creído en esa posibilidad, dada su reciente conversión a ese ideario supuestamente «socialista», primitivo y elemental, del cual tanto se mofaron Marx y Engels en sus escritos, comenzando por el capítulo que dedicaron al «socialismo utópico» en el Manifiesto Comunista. Pero si su «olvido» de la promesa se debía a dudas sobre su pertinencia, la terca realidad económica, a pesar de los precios estratosféricos del petróleo, le propinó finalmente la bofetada que su ignorancia necesitaba para poner los pies en tierra. Se acabó, pues, esa coba.
Lo mismo ocurre con lo de las prestaciones sociales. Durante doce años una cierta parte del chavismo ha venido haciendo un caballito de batalla del supuesto «robo de las prestaciones sociales» que habría perpetrado este editorialista con la reforma de la Ley del Trabajo durante el gobierno Caldera. Si eso hubiera sido cierto cabe preguntarse por qué ésta dizque justiciera «rrrevolución» no ha devuelto las prestaciones «robadas», tal como lo prometiera Chávez en 1998 y 1999. No lo ha hecho porque esa también era una oferta engañosa, otro anzuelo para pescar votos bobos. Nunca hubo tal robo. Doce años tiene engavetada la Ley del Trabajo en la Asamblea Nacional, donde ha tenido mayoría absoluta todo el tiempo. La piedra de tranca es lo de las prestaciones. Éstas, desde luego, nadie se las «robó» (excepción sea hecha de las prestaciones de los 20 mil despedidos de Pdvsa a quienes sí se las robaron de verdad, en un atraco milmillonario), sino que se modificó el método de cálculo, eliminando la retroactividad pero asegurando dos meses por año trabajado, en lugar de uno, con base en el salario de cada año. ¿Por qué no han restablecido la retroactividad, si es que su eliminación fue un robo? Porque de la inconveniencia de eso sí se dio cuenta Chacumbele desde el comienzo y tiene doce años haciéndose el loco con el tema. Ya le llegará el momento de la verdad, como con lo de las seis horas. Lo único que ha revolucionado Chacumbele es el método de la coba. Es el mayor cobero que ha conocido nuestra historia. Pero como dijera Lincoln, «se puede engañar a una parte de la gente una parte del tiempo, pero no a toda la gente todo el tiempo». La factura por todas las cobas será puntualmente cobrada en diciembre de 2012.