La cocina rudimentaria a leña que se ha incrementado en Venezuela enferma y deforesta. El aumento en pueblos y ciudades de cocinas improvisadas o fogones con madera como sustituto del gas doméstico que escasea, golpea a una población que desestima posibles afectaciones a su salud, que desconoce la comisión de un delito y que afecta al ambiente en el que vive por la tala indiscriminada
Ahiana Figueroa / Luna Perdomo
Los hermanos Mario y Rosa Tovar, habitantes de El Junquito, una de las 22 parroquias del Distrito Capital y ubicada a 20 kilómetros de Caracas, llevan semanas cocinando sus alimentos con leña porque no han conseguido dónde comprar gas. A pesar de que tienen cuatro bombonas de 10 kilos, todas están vacías y hace más de tres meses que el despacho no llega.
Mario tiene 68 años y está a cargo de su hermana que, siendo menor que él, tiene Alzheimer. Cuenta con tristeza que varios días consecutivos ha pernoctado en la vía principal de donde vive, a la espera que pase el camión con las bombonas, pero todos los intentos han sido fallidos porque se pasa la hora de mediodía y el servicio jamás aparece.
«El humo de la leña me afecta el pecho, siento que me cuesta respirar y me ahogo cuando cocino, igual le pasa a mi hermana, pero no tengo otra opción porque una hornilla eléctrica cuesta 10 dólares y aunque suena poco, yo no los tengo», lamenta.
La situación de los hermanos Tovar es muy parecida a las de millones de venezolanos que han tenido que hacer uso de la leña, de cualquier otro tipo de madera sacada de muebles viejos y hasta de plástico como combustible para cocinar sus alimentos. Esto sin importarles cuánto daño hace a su organismo el respirar continuamente el humo que se produce, ni si dejan sin árboles a los bosques cercanos, y ni siquiera estar conscientes que están cometiendo un delito ambiental.
«Todos los días recojo leña por todos lados para cocinar. No tengo bombona. No tengo cocina. Donde veo algo, lo rompo y hago como sea para llevármelo a mi casa para poder cocinar», cuenta Daniel Méndez, habitante del sector Las Casitas de La Vega, al oeste de Caracas.
Daniel lleva más de un año cocinando con leña, pero no todos los días consigue, por lo que debe buscarla en medio de la ciudad o fuera de ella, pues en donde vive no hay. «Me meto en los containers, en el monte, hago como sea para buscar madera porque no puedo llegar sin ella; me la monto en el hombro para poder llegar a cocinar. No puedo llegar sin madera», así resume este hombre cómo se le van los días.
En Venezuela el uso de la leña para cocinar se ha intensificado en los últimos años, a medida que se incrementó la falta de gas doméstico. Los problemas operacionales de la principal empresa estatal del país, Petróleos de Venezuela (Pdvsa), ha generado la paralización de actividades en la planta de fraccionamiento del Complejo Criogénico Antonio José de Sucre, y en donde se produce actualmente apenas 35% de la demanda de gas.
Trabajadores de la industria advierten que el motivo principal de la merma del gas doméstico es la caída de la producción de petróleo venezolano, además de la falta de aditivos. Señalan que las plantas de extracción de gas en Monagas (Santa Bárbara) y en Anzoátegui (San Joaquín y Santa Rosa) trabajan a 20% de su capacidad, plantas que precisamente surten al llamado Criogénico de Jose. Las otras plantas de GLP en Zulia (Bajo Grande y Ulé-La Salina) se encuentran inoperativas desde 2007.
Desde hace más de un año cuando comenzó el deterioro en la distribución de gas en bombonas, representantes del sector indicaron que la producción de Gas Licuado de Petróleo (GLP) era de 39.000 barriles diarios, cuando la demanda es de casi 60.000 b/d. Esto significa que la distribución ha caído 64% entre 2019 y 2020.
«89% de los venezolanos a finales de 2019 cocinaban con gas propano y solo 7% con gas metano, hablamos de que 5,5 millones de familias en el país usan bombonas y 500 mil familias usan gas directo, que llega por tuberías. Esto nos coloca en una situación muy vulnerable, porque el principal combustible que se usa para cocinar es muy costoso y no abunda actualmente en el país», acotó Antero Alvarado, director regional de la firma Gas Energy Latin American.
Señaló que aproximadamente, 4 millones de familias cocinan por lo menos una vez al día con leña, y es que la red de gas directo, el que llega a las casas, el gas metano, solo abarca a las principales ciudades del centro y occidente como Falcón y Zulia, más no así, a los estados andinos, llaneros y del sur del país.
Pdvsa importaba además 6.000 b/d de gas, pero seguía siendo insuficiente para abastecer el mercado. Ahora, la importación se encuentra paralizada desde que el gobierno de Estados Unidos profundizó las sanciones contra la administración de Nicolás Maduro, al decretar nuevas restricciones a la petrolera estatal en 2019.
Actualmente existe un déficit de 12 millones de bombonas, lo que genera la escasez en un país donde 90% de la población se abastece de combustible por esta vía.
Analistas consideran la necesidad de incluir el gas para cocinar en la ayuda internacional a Venezuela, la cual padece de una crisis humanitaria desde finales de 2015 y de una emergencia humanitaria compleja desde 2019. Y esto a pesar de que el país cuenta con la octava reserva de gas del mundo y la segunda más grande del hemisferio occidental.
Protestas por doquier
Con la crisis económica venezolana vino la precariedad de los servicios públicos. Muchos venezolanos cansados de lidiar para conseguir el gas doméstico han tenido que comprar cocinas y hornillas eléctricas, pero la falta de electricidad en muchos estados del país les impide cocinar sus alimentos. Es por ello que la leña y cualquier madera se convirtieron en un bien esencial para vivir.
Carmen González vive en una comunidad ubicada al oeste de Maracaibo (estado Zulia), ama de casa y madre dos niños. Desde hace años, en su sector el gas doméstico por tubería «brilla por su ausencia», lo que la obliga a comprar bombonas para poder preparar los alimentos.
Sin embargo, en estos meses de cuarentena se hizo difícil conseguir el cilindro. «Aparte de escasas se volvieron muy costosas para mi bolsillo», relata.
Con el dinero ahorrado, Carmen logró comprar una cocinita eléctrica usada, pero se le dañó en uno de los tantos bajones eléctricos ocurridos durante estos meses. «No me quedó de otra que salir a buscar leña para poder cocinar», cuenta.
Un estudio reciente del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP) encontró que 33,2% de los encuestados cocina sus alimentos con leña. Las ciudades donde predomina esta actividad es Barinas con 52,2%, seguida de Ciudad Bolívar con 48,3% y Porlamar con 44,9%. Sin embargo, el biólogo Alejandro Luy, gerente de la ONG Tierra Viva, aseguró que en casi todos estados se está cocinando con cualquier tipo de madera.
Luy explica que un estudio realizado por esta ONG en el mes de septiembre, arrojó que «en Venezuela, desde Amazonas hasta Margarita, Táchira, Mérida o Tucupita, en todos había datos que indicaban que se estaba haciendo uso de la leña y que venía en crecimiento y acentuando por la falta de gas«.
Otras organizaciones no gubernamentales como Provea resaltan a través de varios informes que una vez agotados los árboles y arbustos de las franjas verdes urbanas, viene la fase del entresaque de estos en los bosques de las afueras de los centros poblados, impactando en las cuencas hidrográficas, muchas de ellas vitales para la población ya que aportan agua para los embalses o acueductos. Además, en busca de leña se intervienen zonas protegidas u otras Áreas Bajo Régimen de Administración Especial, inclusive Parques Nacionales.
Para Henderson Colina, especialista en desarrollo sustentable y coordinador de cooperación Internacional de Asociación de Ecologistas para la Preservación del Ambiente (AEPA) Falcón, pasar de la tecnología moderna a cocinar con biomasa natural constituye un retroceso en un país rico en recursos energéticos, pérdida de calidad de vida, peligro en materia de seguridad ante la posibilidad de provocar incendios de estructura, y además un riesgo para la salud en un contexto de pandemia que tiene características de enfermedades respiratorias.
A lo anterior, suma los efectos dañinos que conllevan el uso de leña de vegetación inadecuada porque no todos los árboles sirven para leña, ya que producen una reacción bioquímica particular con efectos más nocivos.
El protector del medio ambiente falconiano manifiesta que es incalculable los metros cuadrados de bosque que se necesitan reforestar, cuando durante una semana, en una zona popular de 5.000 familias, 50% enciende una vez al día seis pedazos de madera solo para calentar una olla de agua.
La falta de este servicio público también ha intensificado las manifestaciones en todo el país. De acuerdo con el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) el pasado mes de octubre la mayoría de las protestas en todo el territorio nacional estuvieron relacionadas con la escasez e irregularidades en la distribución de gas doméstico.
Del total de las 1.484 protestas del mes, unas 431 acciones de calle se generaron principalmente porque la gente no encuentra cómo llenar sus bombonas de gas.
Daños respiratorios
Cocinar con leña genera problemas tanto para el medioambiente como para la salud de quienes se exponen al humo. La neumonóloga Ana Vielma advierte que el humo, sea de leña, de quema de basura o de alguna otra sustancia vegetal «produce en los pacientes, que ya tengan problemas respiratorios crónicos, la descompensación de esas enfermedades».
Vielma detalla que los asmáticos, pacientes con enfermedad obstructiva crónica (enfermedad del fumador), personas con enfermedades pulmonares ocupacionales y hasta quienes sufren de rinitis; son los más vulnerables cuando se exponen al humo de la leña porque es un irritante.
«Ese humo afecta las vías respiratorias, activando toda la cascada respiratoria; lo que lleva a la descompensación de todas las enfermedades respiratorias, comenzando desde la fosa nasal hasta los bronquios», indica.
La especialista en pulmones y respiración asegura –sin embargo– que los daños graves en la estructura del enfisema pulmonar respiratorio ocurren luego de varios años continuos expuestos a este humo. «Cuando cocinas o estás expuesto al humo de la leña tienes que estar en lugares cerrados por más de diez años para que haya algún cambio a nivel de la estructura del enfisema pulmonar; que es como si fumaras», expone.
En este sentido, considera que en la actualidad la utilización de leña “no va a ocasionar enfermedades crónicas a la larga”, porque la mayoría de quienes se han visto obligados a acudir a este método lo hace al aire libre, pero enfatiza que sí lo hará con quienes ya están enfermos.
Tras el incremento del uso de la leña para cocinar se ha llegado a decir que este humo puede ser más dañino que el de los cigarrillos, pero Ana Vielma difiere de estas opiniones.
«No es cierto que el humo de la leña sea más dañino que el del cigarrillo, pues este último tiene otros componentes, además de la nicotina, y el de la leña no tiene nicotina ni químicos. El humo de la leña es irritativo, es como cuando hay calima. Irrita las vías respiratorias», aclara.
Los hermanos Tovar, en El Junquito, se ven en la obligación de usar plástico para poder encender el fogón cuando la leña está mojada, pues si no es así, «no comemos», dice Mario.
En referencia al uso de plástico para cocinar, la neumóloga Ana Vielma afirma que «es terrible» porque recuerda que «además del humo se liberan otras toxinas; ya no es solo humo, sino una serie de vapores». Del mismo modo, añade que cuando se agregan materiales como el plástico ya no solo se exacerba un problema respiratorio de base, sino que a la larga puede provocar enfermedades intersticiales pulmonares.
«La quema de otras cosas que no son leña sí puede provocar en forma crónica enfermedades del pulmón», asegura la especialista.
Tala por leña
Hay lugares donde el gas no llega desde hace un mes, otros tres meses y en algunos hace más de un año que no se ve una bombona. Con la intención de indagar de dónde las personas estaban obteniendo la leña para cocinar, la fundación Tierra Viva comenzó un estudio en 21 estados del país; excepto Apure, Distrito Capital y Barinas.
Alejandro Luy, biólogo e integrante de esta organización, detalló que la leña se estaba sacando de los patios de las casas, de terrenos baldíos, de muebles viejos y árboles que se han muerto, principalmente árboles de cítricos. No obstante, la preocupación de esta ONG comenzó cuando se dieron cuenta que las personas pasaron de cortar árboles de las urbanizaciones y plazas, a sacar leña de quebradas, ríos y hasta parques nacionales.
Luy detalla que algunas de las áreas protegidas de donde se estaba obteniendo leña era el río Cabriales en Valencia (estado Carabobo), en el Parque Nacional Henry Pittier (estado Aragua) y en varios parques nacionales del estado Lara, todos ubicados en el centro del país. Pero también en Chichiriviche, de los manglares del Parque Nacional Morrocoy y del Refugio de Fauna Silvestre de Cuare (estado Falcón) al occidente de Venezuela.
«Entra una preocupación porque empieza a crecer la demanda y las fuentes están atentando contra áreas naturales protegidas», sostiene y añade que existe alarma porque comenzó a incrementarse el comercio formal e informal de venta de leña, que conlleva a la búsqueda intencional de árboles para ser cortados y vendidos.
Luy también indica que en el Parque Nacional La Llovizna, en Ciudad Bolívar; en el Parque Nacional Laguna de La Restinga, estado Nueva Esparta; y hasta la Sierra de Perijá, en Zulia, también se ha observado que los habitantes sacan leña para cocinar.
En este sentido, el gerente de Tierra Viva condena que los funcionarios del gobierno llamen a los venezolanos a cocinar con leña, como lo hizo Dante Rivas, “protector de Nueva Esparta”, geógrafo y exministro de Ambiente, quien alabó que las personas estuvieran usando sistemas caseros con leña para cocinar ante la ausencia de gas.
El protector del estado Nueva Esparta, Dante Rivas, (cargos inventados por el régimen) instó a la población a usar la leña para las comidas que requieran más tiempo de cocción y así «ahorrar gas».
¿Él cocinará a leña? #ElSocialismoEsAtraso
Video: @jesusmedinae #DanielRios pic.twitter.com/D8HpUJtsm8— Daniel Rios (@Daniel_RiosVE) August 10, 2020
«Es muy preocupante que un funcionario público estimule esto; la gente puede sentirse apoyada. Debe buscarse una solución», considera el biólogo Luy.
A pesar de que es muy temprano para determinar el total de áreas afectadas por la tala y la deforestación, Alejandro Luy manifiesta que es un trabajo que se debe empezar a hacer con el fin de «evitar que haya deforestaciones en ecosistemas muy delicados».
Lo que sí es un hecho, es que la tala de árboles para cocinar, se suma a la importante deforestación que se observa en varios estados producto de la minería, lo que pudiera estar acentuando esta crítica situación. Organizaciones ambientales han presentado varias investigaciones sobre la deforestación en el país, entre ellas, el Grupo de Trabajo Socioambiental de la Amazonía Wataniba, quienes a mediados de año informó que 1,9 millones de hectáreas de bosques se han perdido entre 2001 y 2018, lo que representa 3,4% de los bosques de la Amazonía, siendo los estados Amazonas y Delta Amacuro los más afectados debido al aumento de la deforestación en los últimos seis años.
Por su parte, la ONG Provea señala que debido a la ausencia de información oficial, resulta complejo saber con certeza, lo que ha ocurrido en Venezuela en materia forestal. «En 2019, al igual que ha venido ocurriendo desde hace al menos un quinquenio, no se publicó data oficial sobre deforestación».
De acuerdo a un informe elaborado por la organización Provita, entre el 2010 y 2015 fueron deforestadas más de 2,8 millones de hectáreas en Venezuela. Esto quiere decir que en cinco años se eliminó la cobertura boscosa de una superficie casi del tamaño del Parque Nacional Canaima de 3.000.000 hectáreas.
Mientras que la plataforma Global Forest Watch (GFW) informó que para el período enero-agosto de 2019 -que abarca la estación seca venezolana y un poco más-, el número de alertas de incendios acumuladas fue de 4.414. De acuerdo a estos datos y en opinión de la ONG Wataniba, 2019 fue el quinto año con más incendios en la ventana temporal de 2001-2019. El más alto fue el 2010 con 4.479 alertas.
La tala indiscriminada ha puesto en alerta a organizaciones ambientalistas en Maracaibo en Zulia, quienes hacen un llamado de atención por las necesidades ambientales mínimas para esta ciudad calurosa con temperaturas que suelen llegar hasta 34 grados en algunos meses como agosto.
A través de la cuenta en Instagram @denunciasambientales.mcbo los residentes de diferentes sectores hacen llegar sus quejas sobre la tala no permitida, sin permisos y sin control. Los árboles derribados o afectados son cujíes, ceibas, jabillos, yacures, bucares, mangos y palmas, entre otras especies, que durante décadas brindaron sombra y frescor en calles y avenidas de la capital zuliana.
Delito ambiental
Otra situación que los venezolanos que cortan árboles para sacar la leña para cocinar, es que quizás desconozcan que la tala indiscriminada en la que incurren y especialmente si es en un parque nacional, es un delito que acarrea multas y penas de cárcel.
La Ley Penal del Ambiente en Venezuela y la Ley Forestal de Suelos y Aguas establecen que son delitos ambientales aquellas acciones que realizan las personas y las industrias que afecten gravemente los elementos que componen los recursos naturales como el aire, el agua, el suelo, la fauna, la flora, los minerales y los hidrocarburos. En materia ambiental todas las infracciones son de orden público, lo que significa que las autoridades pueden actuar de oficio, explica la ONG Vitalis, es decir, sin que exista una denuncia formal.
Destaca que al talar los árboles, destruir la capa de ozono, los bosques, contaminar las aguas, modificar genéticamente las plantas y los animales, se cambia «desfavorablemente las condiciones climáticas, atentamos contra la diversidad de especies, por lo que nos hacemos responsables de los desequilibrios ambientales».
De acuerdo a las leyes venezolanas, las sanciones por cometer un delito ambiental van desde multas desde 10 a 500 unidades tributarias, así como desde 300 a 1.500 salarios mínimos; pero también penas desde tres a 15 meses de prisión.
Hasta la fecha, no ha habido un pronunciamiento de las autoridades nacionales en contra de la tala indiscriminada, por lo que muchas personas continúan cortando árboles sin saber a lo que se enfrentan en caso de ser acusadas. El estado Bolívar es uno de los pocos que ha arrestado gente por este delito. Según Improambiente, entre mayo y octubre de 2020, seis personas han sido aprehendidas por delitos ambientales dentro del Parque Cachamay en Puerto Ordaz. En mayo hubo cuatro detenidos y a principios de octubre dos más fueron detenidos por talar árboles verdes dentro del parque, actividad que degrada la superficie forestal.
#14DeMayo Alcaldía de Caroní a través de Improambiente y Policía Municipal de Caroni, aprehendieron en pleno delito ambiental a cuatro personas dentro del parque Cachamay. @OviedoPSUV @NicolasMaduro pic.twitter.com/8FCFjne8zO
— Improambiente Caroní (@ImproambienteC1) May 14, 2020
Oro por gas
La necesidad de la población de buscar una alternativa para contar con combustible para cocinar se volvió también un negocio en el país. A la escasez del gas en bombonas surgió un mercado negro de venta en moneda extranjera, con precios que van desde 10 a 45 dólares, dependiendo del tamaño del cilindro. Pero también, en estados como Bolívar, el pago ha llegado a ser con pepitas de oro.
En el mercado negro una bombona de diez kilos se puede conseguir en $30; pero más al sur de la entidad, cerca de la minas, «un cilindro puede costar entre uno y dos gramos de oro y cada gramo se cotiza en 40 dólares«, informó el periodista Carlos Suniaga desde el sur del país a la emisora Unión Radio.
En esta región, debido a la alta actividad minera, la devaluación y al proceso hiperinflacionario que se vive en Venezuela desde hace tres años, los bolívares dejaron de ser protagonistas en las operaciones de compra y venta formal e informal, para dar paso a dinero en moneda extranjera como el dólar y al pago con oro.
La crisis económica ha llevado también a personas de menores ingresos o desempleados a buscarse un nuevo oficio: cortador de leña. Estos venezolanos se dedican a cortar los árboles y han llegado a vender ramas y pequeños troncos que cargan a cuestas o en carruchas, por hasta $18, un monto inalcanzable cuando muchos dependen de un salario mínimo de 1,2 dólares al mes para sobrevivir.
Carbón, mejor opción
El silencio oficial se mantiene con respeto a las acciones a tomar para solventar la escasez de gas, situación que preocupa al biólogo Alejandro Luy, quien considera que el Estado ya debería haberse pronunciado sobre las políticas públicas que alerten sobre los riesgos de cocinar con leña y sobre la distribución de gas. Igualmente reitera su preocupación por la velocidad en que se ha incrementado el uso de leña en todo el país en los últimos meses.
«No ha habido ninguna acción que diga cómo vamos a solventar este problema porque si la gente no tiene gas y no tiene electricidad, evidentemente tiene que apelar a la leña para cocinar», expone Luy.
Por su parte, la neumonóloga Ana Vielma recomienda a quienes estén sin gas y tampoco tengan acceso a cocinas eléctricas, «utilizar carbón o, en última instancia, la leña en lugares abiertos; nunca en espacios cerrados». Del mismo modo, reitera que los pacientes que tengan problemas respiratorios no pueden exponerse al humo para evitar descompensaciones.
Colaboración: José Rivas, Correo del Caroní desde Bolívar; y Marylee K. Blackman T., La Verdad desde Zulia