Escepticismo reflexivo, por Lidis Méndez
En el ámbito político, donde las decisiones de unos pocos afectan directamente la vida de millones, es crucial que los ciudadanos adopten una postura que combine el pensamiento crítico junto a una actitud emocional y racionalmente equilibrada. En estos tiempos de desinformación e incertidumbre, es importante aprender a evaluar afirmaciones, promesas y políticas sin caer en el extremo de la credulidad ni en el cinismo paralizante.
El escepticismo reflexivo implica cuestionar las narrativas políticas con rigor lógico y evidencia, manteniendo una actitud abierta a nuevas perspectivas, lo cual empodera al ciudadano, al fomentar una visión más informada y participativa.
Por ejemplo, un ciudadano escéptico reflexivo evalúa las promesas de un candidato revisando su historial, los principios y valores que promueve, examina las fuentes de financiamiento de su campaña y analiza la viabilidad de sus propuestas. También es importante valorar el sector de la población o grupo al cual representa, y del grado de aceptación pública, ya que de ello depende gran parte de su legitimidad.
En una era sobrecargada de información, el escepticismo reflexivo ayuda a distinguir entre hechos y propaganda, porque al cuestionar la validez de una narrativa mediática, se evita que la desinformación se propague y polarice a la sociedad. Es importante comprender, que los factores políticos suelen beneficiarse de las aguas turbulentas; por lo tanto, suelen generar el antagonismo para distraer a la sociedad y evitar presentar las evidencias de sus afirmaciones. Por ello, formar ciudadanos escépticamente reflexivos, garantiza un capital social de presión política e institucional, en cuanto sabe exigir a los funcionarios públicos actuar con mayor honestidad y claridad en la toma de las decisiones.
Los ciudadanos que analizan críticamente las políticas y candidatos, pueden tomar decisiones de voto mejor informadas, lo cual eleva la calidad del debate público y fomenta una cultura de participación activa, la cual es necesaria para fortalecer a la democracia.
Es necesario entender que los líderes autoritarios, a menudo emplean tácticas de manipulación emocional para consolidar poder; en tal sentido, pensar objetivamente, sirve de barrera ante estas estrategias, porque al filtrar la información que consumimos, podemos desarmar las narrativas populistas, divisivas e idealistas de manera colectiva.
Todos podemos aprender a ser más reflexivos y asertivos en materia política, ser más resilientes ante la incertidumbre y la vulnerabilidad. Para ello, es necesario tener en cuenta que la información política proviene de diversas fuentes, las cuales uno tiene el derecho de cuestionar, tanto si son oficiales como si no lo son. No se trague las noticias tal y como se las presentan, indague sobre los posibles intereses económicos, políticos o ideológicos que hay detrás de las narrativas que escucha diariamente.
Aprenda a evaluar la evidencia, actualmente los datos y las estadísticas están al alcance de todos, literalmente a unos pocos clicks. Usted puede verificar si los datos que presentan las noticias o discursos políticos, provienen de fuentes imparciales u oficiales, también puede analizar si la narrativa que le presentan es lógica, coherente y se ajusta a la realidad que usted está experimentando.
No caiga en el juego del pensamiento binario, la política a menudo se presenta como un juego de extremos: «conmigo o contra mí»; mientras el escepticismo reflexivo fomenta una visión más matizada, considerando puntos intermedios y soluciones híbridas.
Otro aspecto importante, es analizar el lenguaje de quien transmite la información, ya que la narrativa política está diseñada para persuadir o disuadir; en tal sentido, el escéptico reflexivo debe analizar si un discurso contiene: falacias lógicas (ataques personales, groserías, apelación al miedo, descalificación del contrario); generalizaciones o promesas vagas (relacionados con la patria, libertad, dios, etc.); y/o argumentos basados en emociones en lugar de hechos (evocando el pasado, sembrando el odio e idealizando el futuro).
Más allá de criticar, el escepticismo reflexivo implica involucrarse en la política, porque una persona informada entiende la necesidad de: participar en debates locales y consultas ciudadanas, escribir cartas públicas a funcionarios en ejercicio, exigiendo explicaciones claras sobre sus decisiones y colaborar con organizaciones civiles que promuevan la rendición de cuentas, entre muchas otras.
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Desde este espacio le invitamos a practicar el escepticismo reflexivo, porque es una herramienta poderosa para comprender y trascender el complejo panorama político actual. Al cuestionar afirmaciones sin fundamento y exigir evidencia clara, los ciudadanos pueden protegerse de la manipulación y contribuir a una democracia más robusta. Sin caer en el cinismo, el escepticismo reflexivo es una herramienta que promueve la responsabilidad cívica, fomenta el debate informado y fortalece la confianza en las instituciones cuando es justificada. En última instancia, el escepticismo reflexivo no sólo lo beneficiará como individuo, sino que ayudará al desarrollo de una sociedad más asertiva y equilibrada.
Lidis Méndez es politóloga.
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