Estados Unidos y China: ¿nuevo giro?, por Félix Arellano
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Los gobiernos de Estados Unidos y China pareciera que están intentando un giro de diálogo y negociación, promisorio para las dos potencias, para la economía global y para la paz y seguridad del mundo. Los primeros pasos se presentan frágiles y cargados de obstáculos; empero, quienes aspiramos un mundo más humano, deberíamos abogar por el proceso.
Pudiera resultar excesivo asumir que los pequeños pasos de diálogo que están desarrollado, puedan representar un nuevo giro, pero la tendencia se presenta interesante. El proceso inicia formalmente con la pasada visita de Anthony Blinken, secretario de Estado de los Estados Unidos a China (18-19 junio), que incluyó un encuentro con el presidente Xi Jinping.
Recientemente se presenta la visita oficial de la Sra. Janet Yellen, secretaria del Tesoro (06 al 09 de julio), quien sostuvo conversaciones con los máximos jerarcas chinos del ámbito económico, abordando con franqueza y profundidad la compleja agenda que enfrentan los dos países. Para Estados Unidos resulta fundamental encontrar soluciones, entre otros, a las prácticas desleales del comercio chino, las limitaciones a las exportaciones de materias primas estratégicas y las investigaciones abiertas a inversionistas estadounidenses.
El gobierno chino, por su parte, reclama, entre otros, la suspensión de la política de presión con sanciones al comercio, que se inició en la administración del presidente Trump y se ha fortalecido con el presidente Biden y las restricciones impuestas en el ámbito de la alta tecnología.
Varias de las versiones que circulan luego de la visita de la Sra. Yellen, coinciden en destacar que se inicia una nueva fase de comunicación respetuosa y exhaustiva; que podría dinamizar las relaciones económicas entre ambos países, con efectos estimulantes para la economía global. En este contexto resalta el comentario de la Sra. Yellen quien destacó: «el mundo es suficientemente grande para que los dos países prosperen».
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Adicionalmente, en el marco del potencial giro, se proyectan futuros encuentros de alto nivel; es el caso de una visita oficial a China de John Kerry, comisionado del presidente Biden para el clima y otro posible encuentro de los cancilleres. También está planteada una posible reunión de los presidentes, que podría ocurrir, en el marco de la 18 Cumbre de jefes de Estado del G20, a efectuarse en la India (9-10 septiembre) o en el Foro de Cooperación Asia Pacifico, a efectuarse en San Francisco, Estados Unidos (noviembre).
El nuevo giro se orienta a fortalecer el diálogo, la negociación y la cooperación entre las dos potencias, cada día mas enfrentadas; empero, debemos tener presente que el diálogo y la negociación no resultan conceptos atractivos; no estimulan pasiones y los más radicales los vinculan con traición o capitulación.
Por el contrario, fortalecer el conflicto y llegar a extremos armados, no obstante, las graves consecuencias que conllevan, se asocia con fortaleza y heroísmo. En la invasión de Ucrania los estamos apreciando, cada parte aspira lo máximo y estima que aún no ha llegado el momento para negociar, menospreciando las nefastas consecuencias que están enfrentando los más vulnerables.
Por otra parte, en occidente, particularmente en los Estados Unidos, se está cultivando una matriz de opinión que sataniza a China y propicia el conflicto, asumiendo que por esa vía se avanza en su debilitamiento; pero los hechos no se corresponden con las aspiraciones y, nos encontramos con una China que se fortalece como potencia en el plano económico y avanza en el militar.
En el caso de la mayoría de los países en desarrollo, la presencia china se ha fortalecido y tiende a desplazar a occidente, tanto en el comercio, como en las inversiones. La estrategia china es hábil y occidente sigue actuando con debilidad y poca creatividad.
Ahora bien, debemos tener presente, que si bien la estrategia internacional de China es creativa y dinámica, en el fondo encubre elementos de perfidia, toda vez que promueve un proceso de destrucción de los valores liberales: las libertades, la institucionalidad democrática y los derechos humanos.
La narrativa oficial china cuida que los crecientes efectos del «garrote», en su actuación internacional, no se difundan, por ejemplo, sus métodos draconianos en el cobro de deudas o la práctica de mantener a los países en desarrollo concentrados en la producción de materias primas o bienes de bajo valor agregado. Esquema que ha sido cuestionado por la izquierda contra los países occidentales industrializados; pero, en el caso de China, asume un silencio cómplice.
La expansión china tiene sus perversidades, pero satanizando su presencia no se resuelven los problemas, por el contrario, se propicia la radicalización y polarización, un escenario que conviene a los intereses chinos. La opción del radicalismo agrava la situación, en detrimento de la sociedad en su conjunto. No se trata de excluir a China, se deberían poner límites y lograr equilibrios.
En el contexto del radicalismo, el diálogo y la negoción se presentan como la antípoda. Las narrativas autoritarias tienden a cerrar el camino, utilizando los más diversos argumentos, creando un ambiente emocional que vincula tales procesos con la traición. Pero no podemos desconocer que son los caminos que pueden garantizar la paz, la convivencia y el bienestar.
No está nada fácil para los dos gobiernos avanzar y poder consolidar el giro de la cooperación, se ha invertido mucho tiempo y recursos promoviendo el clima del rechazo y la satanización. Para los aliados de China, que promueven la narrativa antisistema contra el imperio, les resulta complejo reconocer la conveniencia de este nuevo giro. Algunos de ellos no logran asumir el giro de Deng Xiaoping hacia la economía de mercado, es el caso de las dictaduras de Cuba y Corea del Norte, aferradas al falso discurso comunista, por el temor que, una potencial prosperidad económica, debilite su poder hegemónico.
Resulta prematuro y ambicioso aspirar que el giro de cooperación se oriente a otros objetivos fundamentales, como la negociación de la paz en Ucrania. Las dos potencias juegan un papel fundamental en ese conflicto y debemos reconocer que, tanto Putin el invasor, como Zelensky, parecieran obsesionados en ganar la guerra, lo que parece remoto, pero sus pueblos enfrentan las peores condiciones.
En ese contexto, cabe destacar las recientes declaraciones de la Sra. Yellen, quien asiste a la reunión de ministros de finanzas del G7 en la India, ha señalado: «poner fin a la guerra de Ucrania es un imperativo moral».
Entramos en el mundo de la fantasía si aspiramos que el giro incluya el delicado caso de Taiwán, una «espada de Damocles» para la paz mundial. En la mentalidad expansionista del máximo líder chino Xi Jinping, debe ser un tema intocable. Por otra parte, el negativo precedente de Hong Kong, hace más compleja la búsqueda de soluciones creativas y pragmáticas, pero no debemos perder la confianza en la capacidad humana para construir la paz.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.