Estamos mal y vamos a peor, por Teodoro Petkoff
La inflación de julio fue de 1,4%. La cifra le iluminó los ojos al sabio Giordani. «La tendencia se invirtió», exclamó jubilosamente, queriendo decir que la inflación ha dejado de crecer mes tras mes, y comienza ahora un ciclo descendente. Por supuesto, para nuestro rey de la pamplina frita la razón de tal inversión de la tendencia se encuentra en «las medidas» tomadas por el gobierno. A qué medidas se refiere no es fácil saberlo, como no sea la creación del Cadivi chiquito y el apretón de controles de precios, pero la verdad es que el ligero descenso en la inflación en el mes de julio tiene mucho más que ver con la contracción económica que vive el país que con otra cosa. Es como una enfermedad que desaparece cuando muere quien la padece. El Banco Central registra que ha habido una caída en el ingreso real de los venezolanos y con ella un descenso en el consumo. Este retroceso en la demanda de bienes y servicios ha aliviado la presión sobre la velocidad con la cual suben los precios.
Pero las causas de fondo de la alta inflación venezolana están vivas y cifras que nunca han estado por debajo de 1,2% mensual hablan de una tendencia inflacionaria que se mueve por inercia. Esa inercia es la que la política económica de Chacumbele ha venido reforzando con sus ejecutorias.
Cuando Chacumbele compara la inflación de estos tiempos con la del pasado deja de lado un detalle. La inflación en los ochenta y noventa era una plaga universal. No había país que escapara a ella. Y la nuestra, en verdad era alta, pero, por cierto, no tanto como en Argentina, Brasil, Bolivia, Perú o Nicaragua, por recordar solamente aquellos, que en este continente, padecieron hiperinflación. Ahora bien, de unos pocos años para acá la inflación prácticamente ha sido hecha desaparecer del planeta, menos en nuestro país. Hasta Zimbabwe, que hasta hace poco presentaba una hiperinflación de quintillones por ciento, ya hoy la tiene muy por debajo de la venezolana. En América Latina, todas las economías conocen una confortable estabilidad en los precios, con excepción de la que Chacumbele tiene a monte con sus disparates, es decir la de nosotros.
Esas comparaciones, pues, no poseen la menor pertinencia y no tienen otro objeto que buscar ese consuelo de pendejos que es el mal de otros. La inflación en Venezuela fue en algún momento la sexta más alta de todo un hemisferio cundido de procesos inflacionarios.
Hoy es la primera, cuatro o cinco veces superior al promedio de un continente donde, además, ninguno de los países de la Alba llega a 5% en el primer semestre de este año. Se sorprendería Chacumbele si supiera que la bajísima inflación de Bolivia obedece a que Evo Morales ha mantenido las pautas macroeconómicas que heredó de sus antecesores, incluyendo las del presidente que derrocó, igual que Lula hizo con la política macroeconómica que le legara Cardoso. Esa que Chacumbele califica de neoliberal.