Estamos mal y vamos peor, por Teodoro Petkoff
Nicolás Maduro no sólo heredó la silla proverbial sino que junto con ella le quedó el pesado legado económico que le dejó el «comandante eterno». Obligado a devaluar ya dos veces y asomándose en el horizonte económico una tercera depreciación del, años ha, poderoso bolívar, la economía está comenzando a acorralar al presidente. Ha sido una conchupancia del hambre con las ganas de comer. Obligando a las empresas a bajar los precios, sin ningún criterio de racionalidad, en un gesto de obscena demagogia, el gobierno provocó una verdadera razzia sobre los establecimientos comerciales, que dejó los anaqueles vacíos. ¿Resultado? Una escasez que ahora cubre a proveedores y a consumidores. Unos no tienen qué vender; los otros, no tienen qué comprar. Lo peor de los dos mundos. Los comerciantes lo habían advertido: el ritmo de reposición no corre parejo con el del despacho de los productos. Volver a llenar los anaqueles vacíos toma su tiempo.
El ministro Khan, con optimismo, sostiene que se entregarán los dólares, «de inmediato», «sin burocracia», para garantizar las importaciones necesarias. Según el funcionario, en 2014 se reducirá la escasez.
A tal fin, nos dice Khan, «el índice de escasez se va a ir bajando; 2014 nos agarra con una alta planificación». Bueno, si esa «planificación» será tan alta como la del año pasado, los índices de escasez podrían alcanzar niveles siderales. Porque en 2013, más de 20% de productos de alto consumo desaparecieron «planificadamente» de los anaqueles de los comercios. Con tamaña precisión predictiva, como la del ministro Khan, 2014 pudiera ser un año durante el cual los tres golpes de ley (o los dos, en la mayoría de los hogares, que son los de los pobres) pudieran ser verdaderos garrotazos sobre los niveles de consumo popular. Ojalá tuviera razón el ministro y este año no termine como comenzó en su primer mes, pero por los vientos que soplan la cosa como que va a ser peor. Ahorita falta hasta pan, entre otros productos de primera necesidad. Colmo de los colmos: ahora escasean hasta las baterías para los carros, después que las empresas fueron tomadas por el gobierno. En una tentativa por superar la situación, en la fábrica sólo venden una por persona, y la usada hay que dejarla, para su eventual recuperación. Así que no hay alimentos para el cuerpo humano ni para el automóvil.
Así estamos.
La economía tiene sus leyes y también sus usos y costumbres. Cuando unas y otros son ignorados o desestimados, lo que se viene encima es un desmadre económico y una escasez del diablo. Es lo que está ocurriendo. Nunca ha habido a la cabeza del Estado nacional un gobierno tan incompetente como el actual. Un presidente no está obligado a tener los conocimientos de un especialista económico. Para eso tiene sus ministros y asesores, pero sí está obligado a poseer un conocimiento promedio de la dinámica económica. Es la única manera de poderse entender con sus asesores y de no dejarse meter cobas ni «cabras». Maduro produce toda la impresión de que en asuntos económicos no tiene idea de por dónde le dan tablas. Estamos mal y vamos peor.