Esto es intragable, por Teodoro Petkoff
Todo lo que Yo El Supremo viene diciendo últimamente, incluyendo su discurso de toma de posesión, todas las medidas que anuncia, más allá de la especificidad de cada una y del obvio propósito de guerra psicológica contra sus adversarios, están dirigidas a reforzar su poder personal; están orientadas a afianzar el autoritarismo y el autocratismo, así como una concepción anacrónicamente estatista de la economía. Todas esas paparruchadas, por ejemplo, sobre “nueva geometría políticoterritorial” apuntan a la creación de mecanismos para reforzar el centralismo y reducir o aniquilar la descentralización, y con ella hasta el último vestigio de poder popular, fortaleciendo su poder personal. Todo lo contrario, pues, de una visión moderna del socialismo, que descansa, ante todo, en una ampliación y profundización de la democracia.
Pero aquí no hay espacio para la desmoralización ni el pesimismo. Todavía hay alguna gente que se pregunta, plañideramente, qué pasó el 3D. ¿Qué pasó el 3D? ¡Pasó una cosa maravillosa! Primero, reapareció una masa de más de cuatro millones de venezolanos que continúa poniéndole la mano en el pecho a Chávez y que se había evaporado en los anteriores procesos electorales, entregando, de ese modo, todas las instituciones al régimen (gobernaciones, alcaldías, concejos municipales y, la tapa del frasco, el Parlamento), y terminando de matar, además, con esa conducta, lo poco que quedaba de los partidos políticos, sin sustituirlos por nada. Bueno, esa parte del bravo pueblo volvió a la escena. Nada más auspicioso que esto puede haber ocurrido. Segundo, los “10 millones por el buche” no pasaron de siete. Chávez no es sino una minoría, las más grande, por ahora, pero minoría al fin. Hay espacio para construir una nueva mayoría.
Pasó también que el 3D emergieron dos nuevas fuerzas políticas, Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia, antes pequeños grupos regionales o municipales, ahora de rango nacional. Fueron principalmente receptoras de votos, es verdad, pero echarán músculo en el gimnasio del ejercicio opositor. Existen ahora partidos, instrumentos para la acción, antes casi borrados del mapa. Emergió un nuevo liderazgo, que tampoco se evaporó después de las elecciones y dio y está dando la cara. Un liderazgo casado con una estrategia política democrática (ahora, más que nunca, la única viable frente al autocratismo y el militarismo), cuyo primer paso fue rescatar el ámbito electoral como válido, y el segundo, cargado de consecuencias positivas, reconocer, porque ese fue el caso, la derrota electoral, para poder explotar la sustantiva victoria política que, sin embargo, había tenido lugar.
Además, hay que dejar que opere el Síndrome Chacumbele. Todo lo que Chávez viene haciendo es matarse él solito. Una oposición democrática, ajena a toda tentación golpista, no tiene sino que darle cuerda. El mismito se va a ahorcar. El episodio Insulza es muestra de ello. Las aprensiones que despiertan sus anuncios son la gasolina para mover el motor de una oposición que debe ser incansable, enfrentándolo en todos los terrenos democráticos.
¡Ahora es cuando, carajo! No hay que dejar que los árboles oculten la visión del bosque.