Estudiar la historia de Chile, pero también la de Rusia: aprendizajes para la oposición
Por estas horas en Venezuela se repite una y otra vez el ejemplo de la transición chilena, aquel momento en que frente a un escenario electoral en dictadura la oposición decidió la jugada inteligente y en vez de impulsar la candidatura de Ricardo Lagos lo hizo con Eduardo Frei, para a través de la moderación lograr romper el dominio militar de Augusto Pinochet.
t<odo eso es cierto, y ha sido bastante estudiado. Otra cosa es que en Venezuela exista un Frei, en serio y más allá de quienes manosean el ejemplo para tratar de posicionarse como tales.
De la experiencia chilena mucho se puede aprender, así como de otros escenarios de transición política, como la española. Pero en Venezuela pudiera decirse que estamos en un escvenario pre-transicional. Para llegar a ella, entonces, hace falta algo más.
Allí es donde entra a jugar el estudio de otros ejemplos políticos. Y aquí proponemos uno: el de la oposición en Rusia.
Como bien sabemos, Rusia no ha llegado a una transición. Al contrario, vive uno de los regímenes autoritarios más represivos de los actualmente vigentes a escala global. Y allí ha habido oposición, que en el escenario internacional se personificó en la figura del ahora fallecido Alexei Navalny, un activista que asumió la bandera de la lucha contra la corrupción para, a partir de allí, erigirse como líder de la oposición.
¿Pudo ser Navalny más exitoso en su lucha? Nunca lo sabremos, pero sí podemos conocer algunas de las circunstancias que atravesó en la construcción de su liderazgo. Por ejemplo, que muchos otros grupos opositores nunca quisieron alinearse a él, o al menos tardaron en hacerlo a pesar de que era evidente su arrastre popular. Después de todo, siempre había alguna voz que dijera que era muy radical, o que era muy poco político, o que era de una ideología que no cuadraba, o que…
¿Si hubiese habido una verdadera unificación de la oposición rusa la historia de Putin sería distinta? Tampoco lo sabremos, pero quizá vale la pena pasearse por aquella experiencia para entender que una oposición donde todos son enemigos de todos, donde la desconfianza es la carta de presentación de cada uno de sus dirigentes y militantes, no tiene un triunfo en su futuro, aunque quiera.
Es imposible, especialmente porque si no pueden desplazar a un enemigo difícilmente podrán hacerlo con dos -o tres, o cuatro- usando la misma piedra.
El asunto va más allá de Navalny, en el caso ruso. En ciertas circunstancias, como bien lo repiten -otra cosa es que lo crean- hasta los dirigentes políticos venezolanos, «no se trata de mí» sino del objetivo a lograr. El asunto va es del trabajo conjunto y el respeto por los objetivos a lograr.
Ahora Rusia no tiene sino una oposición desarticulada, perseguida, un exilio cada vez más creciente y un récord de figuras asesinadas:
Borís Nemstov, ex viceprimer ministro y estandarte político de la oposición rusa, fue asesinado en 2015 después de afirmar que estaba a punto de publicar una investigación en la que se demostraría el involucramiento de Moscú en las ‘rebeliones separatistas’ en el este de Ucrania. A la muerte de Nemstov le precede el fallecimiento de Anna Politkovskaya, la reportera y crítica con la guerra en Chechenia asesinada en 2006.
Alexander Litvinenko, exmiembro de la KGB, fue encontrado muerto en un hotel de Londres en 2006, después de beber un té envenenado con un isótopo radioactivo, un asesinato que «probablemente paprobó» el Kremlin, según decidió un juez británico posteriormente. Yevgeny Prigozhin, el polémico fundador del grupo de mercenarios Wagner -central en las batallas más sangrientas de la guerra en Ucrania-, perdió la vida en un accidente de avión en agosto del 2023, apenas un par de meses después de protagonizar un intento de rebelión contra el Gobierno de Putin.
Uno de los políticos opositores que ha sobrevivido a atentados contra su vida, envenenado en 2015 y 2017, es Vladimír Kara-Murza, que figuraba como una de las principales opciones de la disidencia para plantarle cara a Putin en las urnas. Al menos eso se pensaba antes de que fuera sentenciado a 25 años de prisión por «alta traición», tras señalar al Ejército ruso de haber cometido crímenes de guerra en Ucrania.
Con Kara-Murza, ya son 883 casos penales activos de Moscú en contra de ciudadanos que se oponen a las hostilidades en contra del vecino país, según la organización defensora de los Derechos Humanos OVD-Info.
Estudiemos lo ocurrido en Chile y España, pero también lo que ha pasado en otros países.
*Lea también: El regreso de Rusia a la barbarie, por Fernando Mires