Europa contra el mundo, por Simón Boccanegra
La decisión europea sobre el trato a los llamados inmigrantes ilegales es una verdadera vergüenza. Se trata de una regresión brutal, impulsada por la derecha europea, que lleva a remolque a una izquierda que, en esta materia, no ha atinado a proponer nada viable y, sobre todo, compatible con la carga humanística que se le supone. No se trata, desde luego, de un asunto fácil de manejar, y constituye un tema de alta sensibilidad en la opinión pública. Sin embargo, la derecha (ante una izquierda desconcertada, que no sabe qué hacer) lo maneja siempre desde una perspectiva xenofóbica, que ha alcanzado un clímax, por ejemplo, con las brutales medidas tomadas por Berlusconi en Italia, y que acentúa las pasiones más primitivas en ciertos sectores sociales. La derecha, gobernante hoy en la mayoría de los países europeos, está en plan de retroceder el reloj de la historia. No es posible aceptar como válida una «solución» que violenta los derechos humanos y que, encima de todo, olvida que Europa fue, hasta hace poco, un continente de emigrantes, que en América Latina y en Estados Unidos fueron acogidos con los brazos abiertos. Las razones que empujan a emigrar a Europa son exactamente las mismas que trajeron a Venezuela, por ejemplo, a centenares de miles de españoles, portugueses e italianos en la inmediata posguerra. Es verdad que aquí vinieron legalmente, pero la «inmigración ilegal» en Europa posee también condicionantes muy particulares, que no pueden ser ignoradas y que no existían para la inmigración en América Latina y Estados Unidos en aquella época. El tratamiento actual no puede ser el inhumano que ha dictado la Unión Europea, en particular con respecto a los oriundos de sus antiguas colonias africanas, cuya actual miseria, por cierto, no poco debe a la bestial colonización europea de aquellas comarcas.