Europa nace en el Volga, por A R. Lombardi Boscán

«El coraje es resistencia al miedo, dominio del miedo, no ausencia de miedo».
Mark Twain
Ver la guerra a través de los ojos de un poeta es algo muy inusual. Curzio Malaparte se acercó al abismo con la elegancia de las palabras.
«La afirmación «Europa nace en el Volga» no es literal, sino que hace referencia a la obra literaria del escritor italiano Curzio Malaparte (1898-1957) titulada «El Volga nace en Europa». Este libro, una crónica de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) en el frente ruso, utiliza el río Volga como punto de partida para reflexionar sobre la confrontación de ideologías europeas en el conflicto».
Llega un momento en que hace falta reaccionar. La historiografía clásica que aborda la guerra lo hace de una manera rutinaria y sin imaginación. Nos hace creer que la guerra es heroica y has ta saludable. Un cuento patriótico, para hacernos creer, en los pilares de un nacionalismo truculento.
La crónica de los muertos anónimos, el famoso «soldado desconocido». Existe hoy una perspectiva más humana, filosófica, psicológica, y hasta artística, para comprender el fenómeno de la guerra sin antifaces. Uno de sus precursores fue Curzio Malaparte.
Existen obras modernas, como la de los historiadores John Keegan (1934-2012) y Omer Bartov (1954), que han preferido tratar la experiencia humana de la guerra por encima de las tácticas militares o la gloria de los vencedores. Y si hay algo que sobresale en sus libros es el protagonismo del miedo.
El miedo es la gran realidad en la guerra. No el heroísmo que es una narrativa impuesta bajo los imperativos ideológicos para justificar la victoria o para encubrir la derrota.
Leer a Curzio Malaparte es el primer paso para desacralizar la guerra. Ya que la verdadera historia de la guerra no tiene nada que ver con las medallas; el camposanto de geometría perfecta con sus miles de cruces blancas que solapan el dolor de la aniquilación; o los discursos oficiales, con sus celebraciones teatrales, para convencer a la gente incauta.
La guerra es el horror. La cruda realidad del miedo como el más grande espanto. Y el sufrimiento humano. De hecho, la experiencia traumática, de los soldados sobrevivientes, es nunca más hablar de ello.
«Curzio Malaparte, seudónimo de Kurt Erich Suckert, fue un escritor, periodista y corresponsal de guerra italiano que dejó una de las visiones más impactantes y singulares sobre el Frente Oriental en sus obras «Kaputt» (1944) y «La piel» (1949). A diferencia de los análisis militares, la opinión de Malaparte sobre la guerra es profundamente filosófica, moral y existencial».
La Guerra como Catástrofe Moral. El fin de la civilización arrastrada por la podredumbre de la guerra. El ocio nihilista de los militares y élites europeas obsesionados con la crueldad. El vacío moral de las potencias, en la cúspide de su vanidad, enzarzadas en una guerra de exterminio. «La barbarie no ha surgido de las ruinas de Europa, sino de las ruinas de la civilización misma.»
«El frío, en Rusia, no es un clima: es un castigo.» El famoso general invierno, aliado de los rusos, ayudó a expulsar a los invasores de las estepas oceánicas. La naturaleza, es también una manifestación violenta e impasible, que atestigua otra taxonomía de horrores como las muertes por congelamiento.
«La única verdad es la de la crueldad. La bondad es un error, la justicia una mentira. La vida humana es una mentira, la crueldad es una verdad.» ¿Cómo escapar de la oscuridad? ¿Cómo no indignarse ante lo evidente y que una rutina de matanzas las termine normalizando? La sensibilidad del escritor y del artista no es la misma que la del carnicero y sus secuaces. O la del historiador pagado por el Estado y alienado por las ideologías.
«El hombre es un animal sucio. La guerra es una monstruosa y sucia cosa.» Malaparte cuestiona los cimientos de la historia de la guerra que la exaltan bajo el código patriótico y nacionalista. Una «Guerra a Muerte» que se celebre o exalte es insania pura.
«Los generales no tienen alma. Tienen una cuenta corriente y un estómago.» La guerra no tiene honor. En cambio, sí es un gran negocio para las élites políticas y militares. La vida de los soldados en el frente, mascando la tragedia, es un destino equivalente al de las masas pobres sin redención.
«La guerra es un lujo que la humanidad puede permitirse en los tiempos en que no tiene otra cosa que hacer.» La ociosidad conduce al aburrimiento y el aburrimiento al crimen. Confundir los propósitos relevantes, como una paz de provecho por una guerra destructiva, no habla bien de una clase dirigente varada en su propio auto desprecio. Mi padre, diría, «es la condición humana».
«El miedo es el único sentimiento que no miente.» Los héroes pueden hacer su equipaje. Cuando valoremos las implicaciones del miedo habremos entendido de que va en realidad la guerra y como los soldados evitan saludar a la muerte. El desfile de los cadáveres es el resultado del más lacerante miedo. Y es el miedo, y no las identidades nacionales, lo que hermana a una humanidad en caída.
La vulnerabilidad de todos los hombres es el signo real de la guerra. No el de las representaciones, de una marcialidad alimentada de convenciones estáticas, que finge grandeza en los desfiles y chantajea a las masas. El miedo carece de rango o ideología.
Para evitar la vergüenza del miedo, todos los ejércitos tienen a sus propios verdugos dentro de sus filas. Y también los llamados castigos ejemplarizantes. El soldado si no logra morir por parte de un enemigo que no conoce, entonces acaba sucumbiendo en las manos de sus propios compañeros de fila. El soldado desertor representa la subversión más grande. Estigmatizados como cobardes sólo buscan su propia preservación más instintiva.
Así como muy pocas veces se mencionan las sistemáticas violaciones de las mujeres en la guerra, las auto lesiones infligidas por la desesperación, de parte de muchísimos soldados, es un tema tabú.
Junto al Holocausto judío, paralelamente, hubo otros muchos, aunque apenas publicitados. Esta historia de la debilidad humana, junto a la propensión a la crueldad, no se expone en los libros de Historia.
Hay que leer Kaputt (1944) y La piel (1949). Conocer la parte real de la guerra, y no su mitología, es una interesante travesía. Solo así no nos dejaremos engañar.
Ángel Rafael Lombardi Boscán es director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia, Representante de los Profesores ante el Consejo Universitario de LUZ
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