Evo, el neoliberal; por Simón Boccanegra
Lo que son las cosas. Evo Morales se mandó con unade esas que su colega Chacumbele llamaría neoliberal, y a la semana, cuando sintió la candela quemándole los pies, echó una reculada atómica. Lo peor de todo es que la medida de subir la gasolina a lo mejor no en esa proporción brutal es necesaria, pero a Evo le pasó lo que le ocurre a todos los tipos que se creen predestinados y además, amos y señores de sus pueblos.
Semejante alza de la gasolina, con todas sus consecuencias, exige una amplia y profunda explicación al pueblo, un diálogo sincero, que llame a la razón y bloquee la posibilidad de que se desaten las emociones. Pero, Evo no cree en eso y se llevó la sorpresa del siglo cuando vio que su propia base le reviró duramente. Ahora, anuncia lo que no hizo previamente. Ahora sí quiere hablar. Pero, además del estilo autoritario, de querer imponer su voluntad, Evo paga las consecuencias de años de demagogia. Hace tiempo que el fisco boliviano carga con el peso, brutal, para ese pequeño y pobre país, de casi mil millones de dólares entre la gasolina que compra y el subsidio que le pone, para mantenerla artificialmente baja. Si Evo hubiera discutido y convencido a su pueblo desde hace varios años, realizando pequeñas y progresivas alzas, habría logrado su objetivo y se habría ahorrado esta rebelión popular que, sin duda, ha erosionado su agarre popular. Hay que reconocerle, eso sí, la decisión de echar atrás y de no emperrarse en llevar adelante una medida que, así, sin anestesia, no podía sino provocar la reacción de ese pueblo tan levantisco como el boliviano. Por cierto, que era de risa oír a Evo explicar, cuando todavía sostenía su medida, cómo es que funciona el mercado y cómo este haría bajar las tarifas del transporte mediante su propia autorregulación, derivada de la competencia entre los choferes. El dicho se aplica aquí al revés: el cuerpo es el castigo de la lengua.