Explotación a la cubana, por Teodoro Petkoff
Informaciones provenientes de Barinas dan cuenta de que un grueso número de obreros cubanos fue contratado para acelerar los trabajos de construcción del estadio de fútbol. También trabajan sólo obreros cubanos en la construcción de esa misteriosa “ciudad” que se está edificando por los lados de Carayaca. Estos trabajadores cubanos de la construcción deberían ser objeto de la preocupación de los sindicalistas criollos.
Con la complicidad del gobierno de Chávez, están sometidos a una explotación verdaderamente salvaje, de un salvajismo pre-capitalista, un salvajismo feudal, que es como para reírse del salvajismo neoliberal. Ellos no contratan directamente sino que el Estado cubano lo hace por ellos.
Reciben como paga menos del salario mínimo venezolano y por cada uno de ellos el gobierno cubano cobra 600 dólares, de los cuales el obrero y su familia, en Cuba, no ven sino el equivalente de 20 dólares, en pesos. Son verdaderos siervos de la gleba, dependientes del señorío feudal del Estado cubano. Explotación, extracción de plusvalía, más arrecha que esta, no hay en ningún otro país del mundo.
Los sindicalistas venezolanos, sobre todo los de Únete, por deber internacionalista, por aquello de que los proletarios del mundo deben unirse puesto que no tienen nada que perder sino sus cadenas, deberían acudir en socorro de estos humildes proletarios cubanos, sometidos a tan feroz explotación. Deben hacerlo hasta por defensa propia, porque esa es la relación que Yo-El-Supremo quiere que su gobierno y su partido mantengan con la clase obrera. Lo ha dicho. Los sindicatos, es decir, la clase obrera organizada, deben subordinarse al partido, lo cual ahora es lo mismo que al gobierno y al Estado. Chávez no quiere sindicatos que representen a los trabajadores frente a sus patronos sino al gobierno frente a los trabajadores. No quiere reclamos ni contratos colectivos.
Recuerdo haber asistido, hace algunos años, a una asamblea de trabajadores en una empresa cubana. Se quejaron de que tenían tres años pidiendo la construcción de un galpón para productos químicos, cuya inexistencia amenazaba su salud. Me pidieron que dijera unas palabras. Dije que si los trabajadores cubanos hubieran podido ejercer el derecho a la huelga, ese galpón habría sido construido tres años atrás. Ahí mismo se acabó la asamblea. “Muchas gracias al compañero venezolano”. El sindicalista de la empresa, por cierto, estaba en el presidium, junto con el administrador, y su voz no era la de los trabajadores sino la de la gerencia.
Este sindicalismo del “socialismo” del siglo XX, es el que Chávez quiere en el suyo. Un sindicalismo encargado de velar por los intereses del Estado-patrono y no por los de los trabajadores. Como decía un viejo ñángara venezolano, refiriéndose a las huelgas de los obreros polacos de “Solidaridad” : “Esas no son huelgas porque los obreros no pueden hacer huelga contra sí mismos”. No era cinismo sino ingenuidad. Los trabajadores cubanos, superexplotados y maltratados, merecen la solidaridad de clase de los sindicalistas venezolanos.