Faltan muchas batallas por librar en la guerra UEFA vs. Superliga, por Gustavo Franco
Twitter: @GusFrancoH
Con la negativa de tres de los fundadores de la Superliga Europea de fútbol (Juventus, Fútbol Club Barcelona y Real Madrid) de desvincularse del proyecto, no es difícil imaginar que la lucha de poderes iba a continuar. El hecho de que hubo nueve equipos (Arsenal, Liverpool, Manchester United, Manchester City, Chelsea, Inter, AC Milan, Atlético de Madrid y Tottenham Hotspur) que se salieron del proyecto, solo puso el foco sobre los otros tres equipos. Y por supuesto que la negativa de salir del proyecto iba a suscitar una respuesta del ente regulador del fútbol europeo, la UEFA.
La Federación Italiana de Fútbol ya avisó que la Juventus puede quedar excluida de las competiciones domésticas —Serie A y Coppa Italia— si no renuncia a la Superliga Europea. El presidente de la UEFA, Aleksandr Ceferin, les dio la bienvenida a los nueve clubes que renunciaron a la escisión, al anunciar que habían firmado documentos que los comprometen de lleno con la UEFA. Ello significa que los equipos no serían afectados por posibles sanciones. Respecto a los otros tres equipos, Ceferin dijo que la UEFA se «ocupará de ellos más adelante».
Resulta difícil saber qué deparará el futuro para los equipos que siguen en la Superliga y para los equipos que se salieron. La cláusula de salida, que fue filtrada a finales de abril, indica que los equipos que abandonen el proyecto deben abonar 300 millones de euros. Es decir, la Superliga tiene un componente de «pacto de sangre». Además, la recién formada compañía European Super League, S.L., solicitó en un juzgado de Madrid medidas cautelarísimas —que le fueron concedidas— en las que se prohibió a la FIFA, UEFA y demás entes reguladores de competiciones del fútbol sancionar, pronunciarse en contra, o cualquier acción que dificulte la puesta en marcha de la Superliga. Surgen entonces las interrogantes: ¿qué tan vinculante es esa cláusula de los 300 millones de euros para los equipos que se bajaron del barco? ¿Qué hará el Juzgado de lo Mercantil 17 de Madrid ante lo que evidentemente fue una desobediencia de las órdenes emanadas de este organismo?
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Por otro lado, también es complicado entender lo que se puede hacer con los equipos que persisten en el empeño de la Superliga. En el pasado se han aplicado sanciones muy ejemplarizantes contra clubes, y por razones diversas. Por ejemplo, tras la Tragedia de Heysel, la UEFA prohibió la participación de equipos ingleses en los torneos europeos o mundiales para castigarlos por el hooliganismo recurrente. En Italia, la Juventus fue descendida por el escándalo Calciopoli, en el que quedó destapada la compra de árbitros por parte del equipo de Turín. Pero, en el caso de la Superliga, no hay acción criminal. Es algo que queda más bien en el ámbito político.
Por eso no queda muy claro qué puede (o debe) hacer la UEFA para que los tres equipos restantes de la Superliga se terminen de bajar de allí. ¿Lo hace mediante la coacción? ¿O negociando y dando más concesiones a los grandes equipos que buscan llevarse una mayor tajada de los ingresos televisivos?
El otro factor que actúa también como freno para todos los involucrados son los fanáticos. En Inglaterra se hicieron oír con bastante fuerza, tanto así que el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, actuó al detectar una oportunidad de marcar un «gol político», y presionó para que los equipos ingleses se salieran de la Superliga. En España e Italia no se han pronunciado de la misma manera, por lo que de cara a la opinión pública en estos países los proponentes de la Superliga sí podrían albergar algún tipo de esperanza para que el proyecto se materialice.
En este momento, la situación puso a los fanáticos en el mismo bando de la UEFA, pero en muchas otras ocasiones, este no ha sido el caso. Y los aficionados lo saben.
Después del shock que produjo el anuncio de la Superliga, que generó condenas rápidas y declaraciones subidas de tonos, se pasó a una fase en la que se juegan las cartas más discretamente. El terreno de la guerra cambió, pero sigue en desarrollo.
Gustavo Franco es periodista deportivo.
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