Familiares llevan 1095 días buscando «con fe» a desaparecidos del bote «Ana María»
Entre abril, mayo y junio del 2019 se perdieron en altamar tres embarcaciones. Dos zarparon desde Güiria, un pueblo del oriente de Venezuela, en los botes «Jhonaily José» (23 de abril), «Ana María» (16 de mayo) y un peñero en las costas del estado Falcón (7 de junio, bote sin nombre). En todos los casos se ha repetido la actitud desentendida de las autoridades y procedimientos de búsqueda tardíos. Familiares de los desaparecidos están seguros de que en los hechos están involucradas mafias dedicadas a la trata de personas
Este lunes 16 de mayo ha sido el día 1095 de la búsqueda. La espera no termina. Aún nadie sabe nada de las más de 30 personas que se perdieron en altamar el 16 de mayo del 2019. Desde esa fecha hasta entonces, cada vez que suena la puerta, se despierta la esperanza de que sea ese primo, amigo, padre, madre, hermano o tío a quien se le perdió el rastro.
La falta de aire no cesa, la sensación es tan desesperante como el primer día, cuando se habló de que la embarcación «Ana María» naufragó entre las costas de Güiria y Trinidad y Tobago con los tripulantes a bordo. Todavía no hay ninguna llamada que dé una pista sobre nadie. Desde entonces se ha vivido en una marejada que parece no acabar y se pasea por el miedo, la incertidumbre y hasta la desesperanza.
Entre abril, mayo y junio del 2019 se perdieron en altamar tres embarcaciones. Dos zarparon desde Güiria (Sucre), un pueblo del oriente de Venezuela, en los botes «Jhonaily José» (23 de abril), «Ana María» (16 de mayo) y un peñero en las costas del estado Falcón (7 de junio, bote sin nombre). Más de 90 personas desaparecieron en estas embarcaciones.
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En el bote «Ana María» viajaba Marolly Bastardo junto a sus hijos: Dylan Berra Bastardo (4) y Victoria de Jesús Berra Bastardo (2). También iba acompañada de su cuñada Katherine Berra López (28), su suegro Luis Francisco Guanipa Marín (46) y su tío Antonio López Cordero (44). Maroly estaba en las últimas semanas de embarazo de su tercer hijo. Partió de El Tigre, estado Anzoátegui, hacia Trinidad y Tobago para buscar mejor calidad de vida para ella y sus hijos. Su esposo la esperaba en la isla caribeña, pero todos desaparecieron.
Encontrarse con el recuerdo de los desaparecidos
Carolina Gil, madre de Marolly Bastardo, relata a TalCual que el grupo llegó a Güiria el 1 de abril. Estaba previsto que se fueran en otra embarcación, pero se le dañó el motor y no tuvo otra alternativa sino abordar el bote «Ana María» el 16 de mayo del 2019.
Desde que se reportó la desaparición del bote, Gil cohabita con la ausencia de su hija y nietos. «Cuando limpio, me toca encontrarme con la ropa que dejaron aquí. A veces, hay días cuando no tengo valor y evito pasar por la peluquería donde trabajaba Marolly”, dice Gil en entrevista telefónica.
La madre lleva cada segundo contado. Día a día lidia con la incertidumbre por desconocer si su hija y sus dos nietos están bien, si han comido y si permanecen juntos y conocer qué sería del nieto que venía en camino.
Durante todo este tiempo, comenta que su hipertensión arterial ha estado más alterada. La rabia e impotencia también la han sumergido en episodios depresivos.
«Es una pesadilla muy fuerte que creo ha sido igual para los demás familiares», añade. Es la esperanza lo que hace a Carolina Gil mantener la búsqueda de su hija y nietos. «La fe grande de que voy a volverlos a abrazar y a consentirlos es lo que me da fuerzas», matiza.
«Nunca he pensado en dejar la lucha. Así tengamos que mover cielo y tierra seguiremos buscándolos. Son nuestros muchachos. Somos sus dolientes», comenta.
Ruta borrada
La desaparición del bote «Ana María» no es un hecho aislado. Este peñero comparte con el «Jhonaily José», que desapareció 23 días antes, el hecho de haber sido borrado del mapa en una ruta que salió del mismo puerto y confluyó hacia una zozobra en común, en distintos días. En todos los casos se ha repetido la actitud desentendida de las autoridades y procedimientos de búsqueda tardíos.
Andy Villegas, Kelly Zambrano, Adrián Mata, Jhodelvis Matthei, Cesar Zorrillo, Josmarlys Gómez, Onel López, Oscar López, Alejandro Peña, Deivis Sucre, Anthony Monserrat, Carlos Merchán, José Bernard, Christian Martínez, José Bello, Darwin Cedeño, Génesis Reinosa, Naiduska Sifontes, Luisiannys Rodríguez, Adrián Martínez, Ani Villalobos, Luis Guanipa, Marolly Bastardo, Khaterine Berra, Dylan Berra, Victoria Berra, Franklyn Cordero, Giovanny López, Winder Blanco, Antonio López, Silvia Cortez, Jesús Brito son los nombres de los desaparecidos del bote «Ana María».
TalCual pudo corroborar en la investigación Desaparecer en el mar: una búsqueda sin brújula, que el peñero artesanal zarpó del muelle N°8 de Güiria a las 4:00 de la tarde del 16 de mayo. Fue capitaneado por Alberto Abreu, uno de los dos únicos sobrevivientes conocidos de la embarcación y quien en la actualidad se encuentra en fuga, tras ser requerido por las autoridades.
Los familiares de los desaparecidos informan que Abreu no era originalmente el capitán, sino que asumió el control del bote en un cambio de última hora. También saben quiénes eran los cuatro pasajeros iniciales porque ellos llamaron a sus familiares antes de salir y notificaron su ubicación: Silvia Cortez, Jesús Brito, Andy Villegas y Yodelvis Mattei, la única que no tenía pasaporte.
La Salina fue la primera parada que hizo la embarcación luego de zarpar. El bote se detuvo a recoger pasajeros también en cinco muelles informales a lo largo de la costa: La Ceiba, Juan Diego, Playa Salada, Uquire y Macuro, el último poblado antes de salir a mar abierto, donde completaron las 33 personas a bordo.
Irregularidad tras otra en el caso de los desaparecidos
Yoselyn López, hermana de Giovanny López, también tripulante de la embarcación, dice a TalCual que se enteró de la desaparición del bote el 17 de mayo del 2019. Su hermano nunca dio el mensaje de aviso. Aún lo esperan.
«Es un sentimiento que siempre está latente. Es algo con lo que vives y está presente siempre. Si yo, como hermana, lo siento creo que mi mamá más. Su corazón de madre le dice que mi hermano está vivo”, declara.
El mismo día en que Yoselyn se enteró de lo que ocurría con el bote «Ana María», el capitán de la embarcación, Alberto Abreu, fue hallado a la deriva en altamar. Robert Richards, un pescador que vive en las Islas Vírgenes, navegaba a 30 millas náuticas de Trinidad cuando vio a un hombre en el agua, flotando con un chaleco salvavidas y abrazado a una pimpina de gasoil. Lo auxilió y llevó a Granada, donde fue ingresado en un hospital.
Era Alberto Abreu. Afirmó a las autoridades granadinas ser venezolano y haberse salvado por ser buzo experto. El 20 de mayo, el entonces diputado opositor a la Asamblea Nacional Carlos Valero, distribuyó una fotografía de Abreu siendo rescatado en el mar, y condenó la «insultante falta de información oficial».
Mientras estaba en el hospital, Abreu pidió asilo político. Dijo ser un perseguido. No obstante, funcionarios de Granada descubrieron que el hombre tenía un régimen de presentación ante tribunales venezolanos después de haber estado preso en Güiria por haber sido acusado de trata de personas. El 25 de mayo, el ministro de Seguridad Nacional de Trinidad y Tobago, Stuart Young, informó que Abreu se había fugado del hospital.
La familia López también ha debido asumir el cuidado del hijo de Giovanny López, quien en la actualidad no sabe la realidad de los hechos porque tienen una condición médica especial. «Tu papá está viajando», es lo que se le dice al niño de 12 años cuando se despierta llorando porque extraña a su padre.
Yoselyn López dice que no espera nada de las autoridades de Venezuela. A su juicio, no han actuado en referencia al caso. Argumenta que no han dado respuestas, tampoco accesos a los expedientes y mucho menos detalles de la investigación.
Recuerda, además, que ha sido sistemático el cambio de los fiscales que llevan el caso de los desaparecidos por lo que han tenido que repetir muchas veces declaraciones, procedimientos y denuncias tal y como si fuese la primera vez. En todos los casos de las desapariciones las muecas de desinterés se han repetido. Incluso la revictimización.
López detalla que uno de los detenidos por el caso, Moncho Martínez, quien coordinó la mayoría de los viajes de los tripulantes, está preso, pero, además de declararse inocente, los juicios y audiencias han sido diferidas una y otra vez. De la voz de Moncho fue que surgió la versión de que el bote estaba presuntamente en Macuro.
La brújula apunta a delitos de trata de personas
Todo apunta a la trata de personas. El exdiputado Robert Alcalá dijo a TalCual que, en el caso del «Ana María», el mayor indicio de que es un caso de tráfico de personas es la desaparición completa del bote, del que ni siquiera quedó alguna evidencia física, que suele ser habitual en los naufragios y flota en el mar.
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La actuación de las autoridades en el caso ha sido casi imperceptible, por no decir incompetente. Al cierre de 2019, el comité de familiares de los desaparecidos protestó ante el Ministerio Público para exigir al Estado acciones para esclarecer el caso. Sin embargo, la respuesta del organismo fue confusa: solo les dijeron que la investigación «avanzaba», pero no dieron mayores detalles a los parientes.
El día de la protesta, los familiares se dirigieron a la sede de Interpol, en Caracas. En el organismo fueron notificados que la Fiscalía no había compartido la información de la desaparición de la primera embarcación y, por esta razón, aún no se había activado la alerta amarilla para los desaparecidos, y la alerta roja para los presuntos responsables de la desaparición del bote «Jhonaily José».
El 20 de febrero del 2020, los parientes de los desaparecidos volvieron a protestar para exigir respuestas a las autoridades. En ese momento funcionarios del Ministerio Público prometieron que serían designados nuevos funcionarios para investigar los casos, por lo que tendrían que volver a proporcionar datos, los mismos que habían repetido una y otra vez.
En diciembre de 2020 fue cuando el fiscal designado por la constituyente, Tarek William Saab, reconoció la existencia de bandas dedicadas a la trata y al tráfico de personas desde Güiria, 20 meses después de la desaparición del «Jhonaily José» y 19 meses de la del «Ana María». Ello, luego de un naufragio ocurrido entre las costas de esa localidad sucrense y Trinidad y Tobago en el que murieron ahogadas más de 30 personas.
Al cierre del 2021 la manifestación se repitió. Los familiares denunciaron que las promesas del Ministerio Público nunca se cumplieron.
El operativo de búsqueda del «Ana María» duró menos días que el del «Jhonaily José». No hubo rescatados ni indicio alguno de lo ocurrido. A los ocho días cesó sin que se hiciera de manera oficial. La lista de víctimas entonces se hizo una y, al terminar mayo de 2019, los 60 nombres empezaron su peregrinar juntos contra el olvido.
En mayo de 2020, TalCual publicó una investigación sobre lo ocurrido en 2019 en dos embarcaciones que partieron desde el puerto de Güiria, en el estado Sucre, hacia Trinidad y Tobago. Con apenas 23 días de diferencia zarparon y desaparecieron en el mar sin dejar rastro de 60 personas. En el trabajo se evidencia cómo las instituciones de gobierno han ignorado las alertas que apuntan el desarrollo de un delito de magnitud internacional: el tráfico de personas y la explotación sexual, en el cual Venezuela se posiciona como el primer país con prevalencia en Latinoamérica, según índices mundiales
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