Felipe el chamán, por Simón Boccanegra
El minicronista no puede ocultar que le tiene aprecio a Felipe Pérez, este profesor Nimbo perdido en la selva de la revolución. Contra lo que muchos creen, Felipe tiene una muy sólida formación académica y su idea sobre la economía solidaria no es ninguna babiecada -aunque él la haga parecer tal, en su afán de explicarla con la intención de que su mamá la entienda. Además, Felipe es un hombre honrado y lo del guiso bien bono lo sintió como una puñalada en el corazón. Sabe que al mismísimo Espíritu Santo le costará trabajo ventilar el mefítico hedor que despide esa operación, por eso él mismo se puso a investigar el asunto. Felipe parece que asumió el mando del gabinete económico. Ahora es él quien habla y explica. Pero Felipe confía demasiado en las virtudes del pensamiento positivo. Cree que sigue siendo el mismo IESA boy que pensaba mejorar las cosas cazando apuestas, a través de sus artículos de prensa, sobre los números macroeconómicos (menos mal que nadie le cogió ninguna, porque las perdió todas), y ahora apuesta a que el dólar cerrará en diciembre en 1.350 bolos. Provoca decirle ‘tá pago, pero sería como robar a un ciego.