Feminismo y Bad Bunny, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Haber pensado que escribiría algo parecido a lo que sigue a continuación, hubiera sido algo impensable para alguien que trata de cultivar algún intelecto de provecho personal y compartido. No habría llegado a la conclusión de hacerlo si un día, como cada 25 de noviembre, se celebrara el Día Internacional de la violencia contra las Mujeres, conmemoración que debería evocarse cada día por el valor que tiene la mujer en nuestras vidas.
No obstante, más allá de hacer un recuento de lo valioso para la humanidad que significa contar con la mujer libre, respetada y valorada, el empuje motivacional para que existiera esta opinión, fueron las horas dedicadas a escuchar –más bien torturar– y leer, algunas canciones que, en los últimos diez años, han inundado al mundo de ese divino entretenimiento.
Ciertamente, la ofensa y agresión contra la mujer, está siendo muy revisada, tanto por algunos gobiernos del mundo occidental, como por organizaciones de peso internacional. Por ejemplo, la ONU posee una organización desde donde se desarrollan programas, políticas y normas que promueven la defensa de sus derechos humanos. Hay países donde se han promulgado leyes en la misma dirección y aunque muchos son de vieja data, también cuentan, como parte de su estructura de gobiernos, a secretarias o ministerios que, al menos, tratan de implementar políticas orientadas hacia el desarrollo y alcance del potencial de las mujeres.
*Lea también: La prófuga del diálogo, por Alexander Cambero
Hasta ahora, las mujeres han logrado superar las barreras que le ha impuesto la muy corta política desde la práctica y visión del varón. Pese a eso, las mujeres han venido ocupando cargos de relevancia, incluso con desempeños mejores que el de los hombres, como es el caso de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardem, o la de Finlandia, Sanna Marin. Ellas dos, desde mi óptica, representan la concepción de lo que se puede hacer desde y para la democracia.
Las mujeres están alcanzando la igualdad en cuanto a competitividad con respecto al varón. Incluso en los deportes, han roto barreras en cuanto a las pocas oportunidades que han tenido en los deportes de alto rendimiento y ya están conquistando el reconocimiento monetario igual, o más, que al de los hombres.
Cada una de las reivindicaciones conquistadas por las mujeres, deben ser respetadas, apoyadas y vitoreadas por todos los géneros. Sin embargo, la violencia en su contra sigue campeando, tanto en los espacios individuales, como los colectivos. Y es en este último, donde más se hace y donde aun existe la rudeza. La música, por ejemplo, debería ser lo más parecido a la mujer. No obstante, hay individuos que se empeñan en mantener la intemperancia hacia ella por intermedio de las letras de sus canciones y lo que es peor, son –algunas– las mujeres las que suelen hacerse cómplices para que eso siga ocurriendo.
Son muchos los “artistas” que hacen gala de grandes premios y de que son los más escuchados, los más exitosos, como el caso de un individuo que se hace llamar «Bad Bunny». Si existiera el delito de acoso, abuso y violencia por intermedio de las letras de las canciones, este pseudo cantante, estaría incurso en todos ellos y los que he dejado por fuera. Pero esto, al parecer, no está en el radar de los movimientos feministas y sigue su curso impertérrito.
Al escuchar, con detenimiento, cada letra de las que balbuce ese individuo se pueden descubrir las más claras agresiones en contra de la mujer y ellas quedan impasibles y podría decirse que complacidas con lo que en ellas, este irrespetuoso contumaz, se expresa. Claro, se podría llegar a pensar que no hay un acto violento concreto, es decir físico, pero el que algún varón le diga a una mujer que «si tu novio no te m.. el c…Pa´eso que no me m…», podría ser producto de una demanda o como mínimo, una acusación pública de agresión o acoso.
Pero hay mucho más, sus canciones encadenan toda una, muy clara, violencia sexual y física, que llega al paroxismo de estrujar, llevar contra la pared y muchos actos explícitos más, todos asociadas a la violencia contra la mujer.
Todas las leyes que permitan la defensa y protección de la mujer deben ser bien recibidas, desde el «solo si es sí», pasando por el «no es no», conviene apoyarlas, respetarlas y aplicarlas. Porque el hacerlo no solo es cuestión de feminismo, es por la libertad y el respeto hacia un ser humano igual a todos, con las mismas capacidades, defectos y virtudes.
Pero también debería mantenerse la misma actitud ante los transgresores ocultos entre ritmos y letras. Porque todo feminismo debería cerrar filas y si no ir de forma legal, al menos dejar de asistir a conciertos o simplemente escuchar a ruidos como esos y sus muy mal llamadas canciones.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo