Fénix en cenizas, por Javier Ignacio Mayorca
¿Qué pasó realmente el sábado en el centro de Caracas? ¿Cuáles serán las consecuencias de estas acciones? Venezuela pareciera entrar en una nueva escalada de violencia política
¿Qué pasó la tarde del sábado 4 de agosto en los alrededores de la avenida Bolívar? Cuando han transcurrido cinco días de ese incidente es posible colocar algunos hechos sobre la mesa, y con base en ellos trazar tres teorías o posibles explicaciones. Algunas de ellas, como se verá, no son del todo excluyentes, y la asignación de un mayor valor que las demás depende de factores como la intuición, la afinidad política o el simple deseo de que Venezuela tenga un futuro en un sentido específico.
Las informaciones sobre los hechos fueron logradas mediante entrevistas con fuentes vivas y el análisis de diversas fuentes documentales. El problema con las fuentes de primer tipo es que temen salir a la luz debido a la posibilidad de represalias. Igualmente, siempre es posible que una fuente viva cometa errores de percepción, en especial en una situación tan comprometida como la que se vio esa jornada.
La puesta en escena
El acto con motivo del 81 aniversario de la Guardia Nacional nunca se había realizado en la avenida Bolívar. Lo tradicional y castrense era usar Los Próceres. Fue precisamente allí donde se llevaron a cabo los ensayos correspondientes, en los días previos de la misma semana, con tropas enviadas desde Miranda, Vargas y el propio Distrito Capital. Este cambio hizo que el comandante de la agrupación, general de brigada Edward Castellano Jáuregui (jefe de la Zona 11 de Zulia), describiese el acto como una “inédita parada militar”.
No obstante, durante toda la semana se hicieron preparativos en las aceras de la avenida Bolívar. La colocación de las estructuras sobre las que serían puestos luego los toldos y tarimas comenzó el martes, según testimonios de vecinos. Pero los obreros no decían para qué era tanta parafernalia.
Según Castellano, en el acto estuvieron 18 mil efectivos del componente militar. Pero un conteo de los que estaban firmes en la parada reveló que en realidad eran 2.500. La notificación sobre el lugar donde se llevaría a cabo el acto fue difundida en las unidades castrenses con 48 horas de anticipación.
Algunos guardias comenzaron a llegar al lugar de la celebración a las 9 am, según testimonios. Pero el grueso llegó en autobuses a la 1 pm. Estos colectivos se estacionaron en el sótano del edificio de los tribunales. La comitiva presidencial arribó un poco antes de las 5 pm.
Debido a las características del lugar, los francotiradores de la Casa Militar se apostaron en la parte superior de la fachada este del edificio de los tribunales, otro arriba de la tarima presidencial, e igualmente en tres edificios de los alrededores. Maduro utilizó tres camionetas, que durante el acto permanecieron estacionadas atrás de la tarima, en la avenida Este 6.
En las horas previas al acto, se encomendó a la Policía Nacional la remoción de los vagos que tradicionalmente merodean por la zona. A esta labor la denominan “profilaxia”.
Previo a la celebración, la Casa Militar advirtió a los vecinos del sector que la movilidad estaría restringida, especialmente en los flancos ubicados atrás de la tarima presidencial, y que no podrían permanecer sobre los techos de algunas edificaciones.
La prensa oficial estaba en la isla central de la avenida, justo donde finalizaba la agrupación de parada. Desde allí tenía vista directa a lo que sucedía en la tarima donde se encontraba Maduro, configurada en forma de túnel, cerrado por ambos costados, así como en las partes superior y trasera.
Los drones
A partir del minuto 13 del acto, la televisora oficial comenzó a emitir tomas aéreas hechas mediante aeronaves no tripuladas, conocidas como drones. Esto coincidió con el traslado en vehículos blindados del comandante de la agrupación de parada.
La dirección de la transmisión alternaba las tomas del dron con las hechas por una cámara estática ubicada en un plano superior, y otras en tierra.
El dron de uso oficial también era negro. Su cámara asemejaba un domo en la parte inferior, tal y como se pudo apreciar durante un par de segundos antes de que saliera a sobrevolar la parada.
Aunque es posible que este aparato estuviese dando vueltas alrededor de los participantes, su utilización con fines de transmisión cesó prácticamente a partir del minuto 40.
Los testigos coinciden en señalar que el dron que estalló (marca DJI serie 600, según el ministro de Relaciones Interiores) estuvo dando vueltas alrededor de la parada, e incluso en la parte trasera de la tarima, por un lapso que va entre cinco y ocho minutos. Uno precisó que el dispositivo había despegado desde la parte interior del túnel que pasa debajo de la sede tribunalicia, y que comunica a las avenidas Bolívar y San Martín. Para ese momento, no se permitía la circulación de vehículos por ese corredor. Otro testigo observó que el inicio del vuelo coincidió con el anuncio de Maduro en el sentido de que su alocución estaba por finalizar.
Las explosiones
La primera explosión ocurrió aproximadamente a las 5:50 pm, de acuerdo con testigos. La aeronave de control remoto estaba en la pista sur de la avenida, a la altura de Parque Carabobo, y fue acercándose en leve descenso, hasta que detonó a 80 metros de la tarima, sobre la tercera asta bandera que estaba en la pista norte, en línea diagonal con respecto al busto de Ernesto Ché Guevara.
“Fue como un destello de luz. Se vio plateado, y de hecho casi no lo pude ver”, explicó una vecina del sector.
Con el estruendo, los residentes se asomaron y pudieron apreciar cómo caían alrededor de la tarima algunos restos del dron.
“Era como papelillo, quedó totalmente destruido”, afirmó el habitante de un edificio ubicado al norte de la avenida Bolívar.
De inmediato, comenzó a salir una humareda desde la acera de la pista sur, donde estaban toldos para oficiales y constituyentistas invitados. El origen del humo no fue precisado por los testigos. Pero sí indicaron que la explosión del dron más el humo bastaron para que se iniciara la estampida.
Antes de las explosiones comenzó a llover. Uno de los camarógrafos de una cadena internacional, Carlos Saavedra, dio por terminada la pauta y caminó a su residencia con la finalidad de cambiarse de ropa. Cuando circulaba a pie entre las esquinas Cristo y Viento, en la avenida Este 12, se percató de que dos sujetos hacían los preparativos para volar otro dron. En ese momento, se escuchó el estruendo ocasionado por el primer aparato. El camarógrafo creyó que estaban culminando la celebración con fuegos artificiales.
Los sujetos que estaban entre Cristo y Viento eran jóvenes. Saavedra pensó que podría tratarse de funcionarios del Gobierno, y optó por grabar el vuelo de ese dron. Cuando el aparto cobró altura entre los edificios, los individuos abordaron una camioneta Chevrolet Orlando negra, donde estaban otras dos personas. El dron, casi de inmediato, comenzó a bajar, pegado a la fachada norte del edificio Don Eduardo. Cuando estaba a la altura del piso 4, perdió por completo la estabilidad y se desplomó sobre el techo del apartamento del piso 1. Aunque parecía desactivado, aún permanecía con las luces rojas y verdes encendidas. Una vecina que lo vio recordó que era “como un arbolito de navidad, pero redondo”.
Poco después de estrellarse, el segundo dron detonó. La explosión abrió un boquete a la pared del apartamento 22 del referido edificio. Saavedra había cesado la grabación, puesto que había perdido de vista a la aeronave, y se retiraba del lugar. Todavía hoy se pregunta cuál hubiese sido el desenlace si en vez de caer en ese techo el aparato se hubiese estrellado en la calle y él se hubiese acercado a hacerle algunas tomas.
Las detenciones y el comunicado
Los primeros detenidos iban precisamente en la camioneta Orlando. Los agentes de Contrainteligencia Militar, alertados por la detonación que hubo en la avenida Bolívar, recorrían los alrededores y llegaron atraídos por la nueva explosión. Allí vieron a Saavedra aún aturdido. Vieron que tenía el brazalete que le dan a los reporteros gráficos y periodistas cuando van a un acto oficial. Se lo llevaron puesto que era un potencial testigo. Sin embargo, las primeras minutas dieron al camarógrafo por detenido.
A tres cuadras de allí, en la avenida Lecuna, los tripulantes de la camioneta negra fueron aprehendidos. Inmovilizaron sus muñecas con flejes plásticos. Posteriormente, a la 1:30 am del domingo, otras tres personas fueron apresadas en Barinas, cuando iban en carretera hacia Colombia. En total serían siete, aunque a este grupo posteriormente se uniría el diputado Juan Requesens.
Una hora después del incidente en la avenida Bolívar, varios periodistas radicados en Estados Unidos dieron a conocer el contenido de un comunicado donde se anunciaba sobre el inicio de una operación contra el gobierno de Maduro, llamada Fénix. Allí dice que la llevarían a cabo un grupo de militares, tanto activos como retirados. El texto, sin embargo, no hace ninguna referencia explícita al mecanismo mediante el cual se quería ejecutar esta acción.
Tres teorías
Como se afirmó al principio, una ponderación de todos estos hechos permite trazar tres teorías o posibles explicaciones de lo ocurrido el sábado, durante el acto de aniversario de la Guardia Nacional.
- Una jugada de propaganda. El sistema de intolerancia que se ha instaurado en el país abre la posibilidad de que la violencia sea incorporada por los distintos actores como una forma de comunicación en la acción política. La violencia tiende a escalar, en la medida en que se cierran las compuertas del diálogo democrático. Y tarde o temprano entran en escena los explosivos. La historia está llena de episodios en los que una de las facciones en pugna ha acudido a ellos para hacerle llegar mensajes a la contraparte y al colectivo. También para imponer su voluntad. La voladura del hotel Rey David en 1946 y el asesinato del almirante Luis Carrero Blanco en 1971 son apenas algunos ejemplos. En ambos casos, el objetivo primordial era generar un impacto propagandístico. En el caso del 4 de agosto, hay elementos para pensar que este pudo ser el propósito principal de la acción. La colocación de explosivos en un dron para utilizarlo luego como granada teledirigida es un plan audaz y nunca antes visto en el país. Mucho menos durante un acto militar, donde se supone que prevalece la seguridad. Con lo ocurrido, el grupo que llevó a cabo la operación tuvo por lo menos un notorio debut, que hizo correr en desbandada a las tropas de la Guardia Nacional.
- Un atentado que fracasó. La ejecución de una acción concertada, en la que participaban de forma casi simultánea por lo menos dos grupos, con utilización de un explosivo rompedor, versátil y de alta potencia como el C4, trasladado en drones hasta los lugares donde se suponía que iban a ser detonados, comporta un alto grado de sofisticación. También un importante costo. Un dron del tipo usado el sábado 4 de agosto cuesta en Amazon entre 4.100 y 4.900 dólares, más unos 550 dólares por el control remoto. De manera que entre los dos aparatos con sus respectivos mandos pudieron gastar unos once mil dólares, sin contar con las erogaciones por el explosivo y la logística que implica el traslado de los equipos y la alimentación de las personas involucradas en el plan. Es, simplemente, demasiado dinero para enviar solo un mensaje. Entonces, habría que entrar en el análisis de un intento de magnicidio. Algo en lo que Venezuela no tiene tradición, a pesar de lo que han jurado Chávez y su heredero. En realidad, el último intento de magnicidio en el país fue en junio de 1960. El objetivo era el entonces mandatario Rómulo Betancourt. Y casi lo logran. Lo demás han sido comadreos que no han llegado al grado de la ejecución. Si la idea era eliminar físicamente a Maduro, cabría preguntarse por qué los perpetradores no acercaron el primer dron hasta una distancia donde la onda explosiva tuviese tal efecto. O dicho de otra forma: ¿por qué el primer estallido fue tan lejos de la tarima donde se encontraba el Presidente? Esto, desde luego, tendrán que explicarlo los ejecutores, si algún día logran aportar su testimonio. Lo ocurrido con el segundo dron, además, sugiere cierta impericia y ausencia de coordinación entre los dos equipos.
- Un autoatentado. Este era quizá el peor momento en la gestión presidencial. Maduro recién salía del congreso del partido de Gobierno (uno que hasta hace poco intentó reemplazar), y las fisuras en el oficialismo fueron evidentes. Hasta el 4 de agosto la caída podía continuar sin contención alguna. La parálisis nacional es cada vez más profunda, y cada iniciativa gubernamental pareciera ocasionar más rechazo que la anterior. La última, el censo a los vehículos y el registro para obtener el Carnet de la Patria, tenía en pie de lucha a los conductores de transporte público. La hiperinflación asoma para récord de un millón por ciento, y el nuevo cono monetario parece que morirá antes de nacer. Una explosión en cadena nacional, a una altura y distancia prudentes con respecto al mandatario, dejaría algunos lesionados leves, pero especialmente colocaría a Maduro en el rol de víctima. Algunos como Izarra, que desde afuera exigían el reemplazo inmediato del Presidente, ahora quieren congraciarse con él. Al momento de redactar estas líneas, el diputado opositor Juan Requesens ya estaba preso sin fórmula de antejuicio y se anunciaba que pedirían la extradición del también diputado Julio Borges, que no viene al país desde el fracaso de las negociaciones en República Dominicana. De manera que no solo se aprovecha el incidente para cerrar filas, sino también para reorganizar el ataque a lo que resta de oposición política.
Estas tres opciones no son excluyentes unas de otras. Pudo tratarse de un atentado fallido, que luego está siendo capitalizado por las fuerzas del Gobierno. Este parece ser el escenario más plausible. Pudo ser también un gesto propagandístico, al cual han contrarrestado con propaganda y acciones de mayor magnitud
Si lo del sábado fue ejecutado por una estructura ajena al Gobierno, entonces ya Venezuela entró en una nueva fase de escalada en la violencia. Imposible pensar que tanta tecnología y recursos sean entregados en una sola apuesta.