Filho de puta, por Simón Boccanegra
Cuando Lula ganó las elecciones en Brasil apareció un gran éxito de librería con el título » O Filho do Brasil», lo cual quiere decir » El hijo de Brasil». Más recientemente, y con base en ese libro, se produjo una película con el mismo título y el mismo tema: la carrera del chamo nordestino, que desde la miseria llegó a la presidencia de su país, a través de años de lucha dura y sacrificada, sobre todo durante el tiempo de las dictaduras militares.
Pero cuando este minicronista lo oye hoy, filosofando sobre la «justicia» cubana y sobre los presos políticos cubanos, lo que provoca decirle es que, en verdad, es un filho de puta. Me importa un rábano que haya hecho una gran presidencia, que su popularidad sea enorme, que haya combinado la sensatez macroeconómica de Cardoso con su propia sensibilidad social, para mejorar significativamente la suerte de sus compatriotas más pobres. Me importa un pepino que forme parte de una izquierda moderna, muy diferente a esta estafa, dizque izquierdista, que ha montado Chacumbele aquí. Lo que ha dicho sobre los presos políticos de Cuba, comparándolos con los delincuentes comunes, presos en las cárceles brasileñas, es una canallada imperdonable, que me hace perderle todo el respeto que le tuve. Se puede compartir o no el recurso extremo de la huelga de hambre, pero lo que no se puede hacer y Lula lo hizo es basurear el inmenso espíritu de sacrificio de quienes, frente a una dictadura como la cubana, prácticamente recurren al suicidio para hacer valer sus derechos. Porque huelga de hambre en Cuba es arrostrar el peligro real de muerte. Es como haberle hecho una huelga de hambre a Hitler. Si Lula no tiene el coraje moral y político de reclamarle un comportamiento civilizado y humano al gobierno cubano, que sería lo apropiado, lo decente y lo de una izquierda que se respeta a si misma, podría tener, al menos la vergüenza de quedarse callado.