Flexibilización de la cuarentena deja abajo el telón de un escenario cultural en riesgo
Cines, teatros, centros culturales, exposiciones de arte, conciertos y otras actividades del mundo cultural quedan en veremos mientras el resto del país inicia una «normalidad relativa», lo que coloca a los artistas en una complicada situación para sobrevivir la cuarentena
El coronavirus ha dejado una huella imposible de ignorar en todas las áreas de la sociedad, puso al mundo entero de cabeza y distorsionó la realidad de muchas personas. Pero quizás el impacto más devastador fue sobre la economía y el aparato productivo de casi todos los países del planeta entero.
Mucho se ha hablado sobre las consecuencias de esta pandemia en los mercados internacionales, el petróleo, la bolsa, la industria automotor y muchos otros sectores que pesan directamente en el comercio y la economía mundial; pero en el proceso se han dejado de lado otros elementos importantes para la sociedad, como el arte y la cultura, que se ven afectados gravemente por la aparición del coronavirus.
De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), las actividades del sector artístico y cultural aportan entre el 2% y el 6% del Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina y el Caribe, además de proporcionar empleo a casi 2 millones de personas. Este campo está en riesgo de perder su sostenibilidad en la región durante esta pandemia e incluso se pone en duda su estatus una vez que culmine la crisis.
La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) publicó un decálogo en el que hace un llamado a los gobiernos de la región, que no han hecho el esfuerzo suficiente para proteger el sector y a las millones de personas que dependen de estas actividades.
A través de diez puntos, piden reforzar ciertas estrategias y elementos concretos para garantizar la sostenibilidad futura del sector. Sin embargo, estas políticas están orientadas a países con deficiencias leves, con posibilidades de enmendar la catástrofe que podría significar el coronavirus para el arte y la cultura en cada nación. En este contexto, Venezuela entra en una consideración completamente distinta.
La crisis cultural de Venezuela no inició a raíz de la covid-19, sino que fue un tejido que progresivamente se deterioró, a la par de un país que padece una crisis humanitaria compleja, presenta una de las economías más vulnerables del mundo y sufre una diáspora masiva, elementos que dan una idea de las dificultades que padece cualquier sector que intente permanecer en el país.
Estocada final
La llegada del coronavirus a Venezuela podría entenderse como una estocada final para un sector artístico y cultural ya gravemente golpeado en los últimos cinco años.
Cines, teatros, centros de arte, recintos culturales, museos y otros espacios mantienen su operatividad a media máquina, con severos problemas de mantenimiento y recursos. Las empresas privadas son víctimas de las políticas económicas practicadas por el gobierno chavista, mientras que las instituciones públicas sufren el abandono y la desidia también empleada por el oficialismo que dice abogar por este sector.
El deterioro de las actividades artísticas y culturales no hizo más que empeorar después del 12 de marzo de 2020, día en el que el gobierno chavista decretó una serie de medidas de aislamiento social para evitar la propagación del virus en el país. Pese a que la medida fue acorde con las recomendaciones de instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS), a muchos ciudadanos les esperarían semanas difíciles dadas las condiciones económicas del país, una situación de la que no escaparon cineastas, artistas plásticos, actores, cantantes, entre otros.
Después de 11 semanas de paralización, el oficialismo anunció un regreso escalonado a la «normalidad relativa», la flexibilización de la cuarentena que, en teoría, supondrá un alivio para la economía del país ¿El problema? Los movimientos artísticos y culturales permanecen en un hiato indeterminado. Las dudas sobre la reactivación de este sector y sus ya existentes problemas crean un panorama difícil a futuro.
Cine en jaque
La industria del cine, donde se evidencia esta debacle debido al éxito obtenido por los cineastas en la primera mitad de la década, empezó a ser víctima de un importante deterioro a partir del 2016. Los constantes problemas con el servicio eléctrico que se tradujeron en regulaciones, la pérdida del poder adquisitivo del venezolano, la poca rentabilidad para las productoras y distribuidoras, y la reducción en la inversión en el sector impulsaron una caída de aproximadamente el 60% del público que asistía a las salas de cine en 2015, según datos del Circuito Gran Cine.
Los golpes constantes contra la industria cinematográfica nacional no solo afectaron a las grandes empresas como Cinex o Cines Unidos, sino que repercutieron de manera importante contra instituciones públicas como el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC).
El presidente de Circuito Gran Cine, Bernardo Rotundo, explica que la situación del país ha afectado incluso la capacidad de financiamiento del CNAC, pues la institución enfrenta varias barreras vinculadas esencialmente con la pérdida de talento humano y la escasez de presupuesto.
De acuerdo con la Ley de Cinematografía Nacional (LCN), las plataformas que comercian, difunden o distribuyen películas en el país deben contribuir con un porcentaje de sus ganancias al Fondo de Promoción y Financiamiento del Cine (Fonprocine). Esto incluye entre un 3% y 5% de las ganancias por boletos en cines nacionales, entre un 0,5% y un 1,5% de la venta de espacios publicitarios de la TV de señal abierta, entre un 0,5% y 1,5% de la facturación por suscripción de servicios de TV paga, un 5% de la distribución de productos para los distribuidores, otro 5% de la facturación mensual de la venta y alquiler de estos contenidos y un 1% de los ingresos percibidos por los productores nacionales.
Sin embargo, la institución perdió capacidad para hacerle seguimiento a estas deudas y para recaudarlas. Por si fuera poco, cuando logran hacerlo el dinero se almacena en bolívares y se deprecia antes de que logre cambiarse a una moneda más estable. Aunado a esto, situaciones inesperadas como la salida de DirecTV Latinoamérica del país cortan aun más las fuentes de ingreso para la industria cinematográfica venezolana.
Como resultado, hay menos inversión y menor cantidad de producciones nacionales. De un pico de 30 películas venezolanas estrenadas en territorio nacional en 2015, en 2020 solo se había estrenado un título hasta que el gobierno de Nicolás Maduro decretó el estado de alarma nacional.
«En Venezuela hay que agregar componentes sociales y económicos que afectan el cine. Cuando tienes una merma tan grande de espectadores, obviamente disminuyen los ingresos a las salas de cine, distribuidores y al cine venezolano. Eso ha conllevado a que la producción nacional se paralice totalmente. La única que se ha estrenado este año es Voy Por Ti, y dudo que se estrene algo más hasta septiembre», afirma Rotundo.
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Artistas desamparados
Los artistas de movimientos menos industrializados, como las artes escénicas y plásticas, se valían casi enteramente de sus propios medios antes de la aparición de la pandemia.
Aunque el gobierno nacional posea espacios culturales gratuitos, la gran mayoría de proyectos han sido promovidos por iniciativas privadas desde hace años, pues son las que garantizan que el artista pueda generar ingresos para mantenerse.
Samuel Hurtado, productor de teatro que ha impulsado obras de relevancia como Señora Ímber, sostiene que el teatro independiente, ajeno a las afinidades políticas, se ha promovido en el país desde hace 20 años.
«Tenemos 20 años haciendo teatro independiente, con esfuerzo de productores, empresas privadas, embajadas y algunas alcaldías que han querido ayudarnos», destacó.
Explica que las salas llenas, aunque otorgan satisfacción y ayudan a recaudar parte de los fondos necesarios para recuperar la inversión, no son rentables. Por lo tanto, el sector privado ha tomado las riendas para financiar proyectos y obras del sector cultural a lo largo de estas últimas décadas.
«Para el teatro no ha sido rentable llenar salas. Ha sido buenísimo y sí hay llenos en los que recuperas algo de la inversión. Pero como productor, siempre he apostado porque la empresa privada y grandes aliados que hemos tenido en los últimos años nos apoyen y nos financien con estos espectáculos», explicó.
La desidia gubernamental en esta materia no solo aplica para la elaboración, difusión y distribución de productos artísticos y culturales, sino incluso para los derechos sociales de los artistas de distinta índole.
Así lo explica el gestor cultural Régulo Pachano, expresidente del Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez, al exponer que Venezuela nunca ha contado con una política social dedicada a la atención del sector cultural.
«En Venezuela no ha habido políticas en materia de seguridad social para el artista, más allá de que en la Constitución de 1999 se dio la posibilidad de que tuvieran el seguro social, pero para nadie es un secreto de lo que significa esa pensión actualmente», razona.
Pese a que han surgido iniciativas para ofrecer apoyo a los artistas en todo el país, como la Fundación Casa del Artista, su funcionamiento no ha sido el óptimo y la realidad queda muy lejos de esa protección que, en los papeles, ofrecen. La institución cobija casi únicamente a los artistas caraqueños y uno de sus roles principales en la actualidad es el de ofrecer remuneración a los Premios Nacionales de Cultura, en su mayoría, montos simbólicos de dinero.
En este sentido, Pachano cree que a Venezuela le urge desarrollar políticas que persigan la «dignificación cultural del artista» en aras de brindar estabilidad salarial a los creadores de productos artísticos, así como promover la creación de arte y la existencia de espacios y proyectos.
«Debe haber una política gubernamental que estimule la creación de productos, con bolsas de trabajo, creación de festivales plurales, salones de arte, el mantenimiento y conservación de museos y teatros, el fortalecimiento de las colecciones en los museos… Debe haber política cultural que ofrezca mantenimiento y conservación, difusión del valor del artista y su creatividad», detalló.
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Panorama complicado en cuarentena
Durante las últimas 11 semanas, los artistas de todo el país se han visto en la obligación de buscar formas alternativas para mantenerse en actividad y conseguir dinero para resistir la cuarentena. Proyectos varios surgen con métodos innovadores, adaptados a las circunstancias actuales.
Desde el Trasnocho Cultural, por ejemplo, promocionan obras grabadas que se transmiten online. La cartelera cuenta con algunos de los títulos más exitosos que han pasado por los teatros venezolanos en los últimos años, y Samuel Hurtado participa en la iniciativa.
«Para mí el tema de migrar a internet es algo como cuando uno se muda de país. Solo di el paso cuando se comunicó conmigo la directora del Trasnocho para decirme que querían levantar la plataforma exclusiva con los espectáculos más exitosos del teatro», relata.
Al reto se le adhieren complicaciones comunes para el venezolano, como la escasez de gasolina, lo que les dificultó el traslado de los equipos y el transporte del personal. «Fue titánico lograr que esa obra estuviese en cartelera», comenta, para luego afirmar que recibieron invitación para grabar otros espectáculos.
No obstante, Hurtado advierte que este esquema no ofrece garantías, pues es sumamente complejo llegar a las audiencias por internet, ya que el público no está acostumbrado a consumir teatro por esta vía, además de que la velocidad de conexión en Venezuela se presenta como una barrera más.
A pesar de los problemas, la recepción ha sido positiva y la mayor porción de la audiencia reside en Venezuela, aunque originalmente esperaban más espectadores de la diáspora venezolana, desde otros países. «La gente quiere seguir viendo a sus artistas, ha sido una revelación«, acotó.
Aún con el relativo éxito que ha tenido este plan para mantener algunas actividades culturales, Hurtado advierte que será problemático si esta paralización se extiende por mucho más tiempo. En su caso, detalla que se vería obligado a migrar a internet algunas obras que esperaba presentar en vivo, pero sus esperanzas están centradas en retomar las actividades pronto.
«Creo que si hay alguna flexibilización y algunos teatros asuman el riesgo de abrir con público mínimo, nosotros como artistas deberíamos resistir. Yo activaría espectáculos de repertorio que ya han funcionado», resalta.
También será importante tener en cuenta las medidas de distanciamiento social que serán obligatorias incluso cuando reabran estos espacios, otro reto que tendrán que considerar los productores y recintos culturales.
Bernardo Rotundo alerta que estas medidas se traducirán en otro golpe para la industria cinematográfica, no solo venezolana sino mundial, ya que disminuirán las audiencias en las salas. Además sostiene que, debido a la crisis y a la paralización por casi tres meses, algunas salas de menor peso se verán obligadas a permanecer cerradas.
«Estoy seguro que irán abriendo las salas progresivamente. Las salas que estaban afectadas probablemente no podrán abrir. Se quedarán los complejos cinematográficos más atractivos y tendrán que operar en función de las pautas que se establezcan a nivel mundial, donde se mantenga la distancia prudencial entre las personas. Va a continuar la ausencia de las audiencias», destaca.
Inacción del gobierno
Pese a los avatares generados por la cuarentena, el gobierno de Nicolás Maduro parece no promover ningún tipo de propuesta o iniciativa para atender al sector durante a coyuntura. La vocería del régimen aseguró que arroparía a todos los trabajadores desprotegidos del país, pero puertas adentro las acciones concretas no aparecen.
Las asociaciones relacionadas con el cine han sostenido reuniones con el CNAC para abordar la crisis y encontrar soluciones. Pese a que han hecho llegar algunas propuestas al gobierno, han transcurrido más de dos meses desde el inicio de las conversaciones y no existe una respuesta oficial aún, según relata Bernardo Rotundo.
«Se han llevado a cabo reuniones en el Centro Nacional de Cine. Han ido gremios y asociaciones del mundo cultural. Están pensando en ver cómo pueden apoyar a los realizadores afectados y han hecho algunas propuestas. Desean, en su mayoría, que sea una ayuda amplia, pero se observa una lentitud en dar respuesta. Tienen más de un mes y medio o dos trabajando en formulación de una propuesta de trabajadores independientes», resalta.
A pesar de la demora, Rotundo asevera que sí se está trabajando, ya que más allá de las contradicciones que puedan presentar las autoridades del CNAC, desde su creación, la institución fue impulsada con el esfuerzo de los cineastas, por lo que la intención de conseguir resultados está presente y las asociaciones tratan de mantener las conversaciones pese a los desacuerdos».
Samuel Hurtado, por otra parte, indica que el panorama para el teatro no es muy diferente. Aunque no puede hablar por todo el sector, precisa que él no ha escuchado sobre ningún contacto entre artistas y gobierno central para ofrecer algún tipo de ayuda.
En contraparte, sí han ofrecido apoyo y colaboración las alcaldías de Baruta y Chacao, ambas dirigidas por alcaldes de oposición, que piden a los artistas que mantengan el movimiento cultural y artístico en este contexto, poniéndose a la orden para sacar adelante distintos proyectos.
Las expectativas de cara al futuro no son las más alentadoras, pero la escena artística y cultural venezolana se niega a bajar los brazos aún en un contexto complicado para mantenerse activos. La innovación y la creatividad han sido las principales armas a disposición y la premisa es superar esta oscura etapa para la cultura venezolana con o sin apoyo de las autoridades gubernamentales.