Fotografía en tiempos de postverdad, infoxicación y fake news, por Johanna Pérez Daza
La búsqueda de inmediatez y primicia por encima de cualquier criterio de comprobación y verificación afectan no solo al periodismo y los sistemas informativos, sino que parecen ser un virus de rápida y extensa propagación en los distintos ámbitos donde se privilegian aspectos superficiales y llamativos, mientras se sacrifican en el altar de la sociedad contemporánea (líquida, red, del espectáculo, de la información) valores, principios y preceptos (veracidad, objetividad, pluralidad, diversidad…) que hasta hace poco eran enaltecidos y procurados, al menos como utopía irrenunciable y persistente anhelo.
Con facilidad caemos en trampas y provocaciones conducidos por la soberbia ciega de quienes creen que acaban de inventar la rueda o la palanca, sin detenerse a contemplar su presencia y funcionalidad pretéritas. Las tentaciones son múltiples. Creemos, por ejemplo, en el espejismo de una novedosa terminología –generalmente rebuscada y ostentosa-, adoptándola sin mayores cuestionamientos o perspicacia. Así, en los últimos años se han popularizado neologismos y modas teóricas vinculadas al quehacer informativo, combinando palabras y términos, aderezados con el prefijo “post”. Sin embargo, una aproximación a las ideas que encierran nos permiten constatar que éstas no son tan nuevas como aparentan, aunque si más masivas y notorias.
En esta ruta encontramos términos como postverdad, infoxicación y fake news, los cuales han cobrado relevancia. La postverdad llegó incluso a convertirse, en 2016, en la palabra del año según el ‘Diccionario Oxford’ asociándose a acontecimientos como el ‘Brexit’, la victoria de Donald Trump y otros sucesos donde la incidencia de las emociones en la opinión pública sobrepasan las expectativas lógicas a partir de la distorsión deliberada de la realidad, al punto de que la apariencia y las versiones de los hechos importan más que los hechos en sí. La infoxicación, por su parte, refiere a la saturación de contenidos y la sobrecarga informativa que puede llegar a confundir y abrumar. Las noticias falsas o fake news también han emergido en el sistema mediático a través de la propagación de mentiras y rumores que buscan generar miedo y trastornar el discernimiento entre verdad y mentira, entre realidad y ficción. Al relacionar estos términos con la fotografía nos adentramos en un complejo panorama, pues la sociedad actual ha conferido un gran valor a la imagen, al punto de asumirla como prueba de existencia, aun cuando cada vez más constatemos que no está exenta de manipulaciones, ajustes, retoques y omisiones en función de determinados intereses y orientaciones.
La fotografía se inserta en las estructuras y procesos comunicacionales en los cuales se le ha concedido la pesada carga de la veracidad, la certificación de los hechos y la incuestionable condición documental, sin detenernos en consideraciones apremiantes como su contextualización, los intereses políticos y editoriales de turno, y las propias limitaciones del artefacto visual que reduce, encuadra y segmenta la realidad»
Individual y colectivamente hemos dado un inestimable valor a la imagen, al punto de que mucho de lo que proyectamos, entendemos y creemos como sociedad se cimienta en las fotografías que vemos, difundimos y hacemos, lo que nos coloca frente al reto de la alfabetización visual, de pensar la imagen, y la insistencia a mirar y dudar, advertidos de los riesgos de la mentira, la manipulación y el poder, como vías para acercarnos a la verdad de la postverdad.