Francisco de Miranda como gastrónomo, por Miro Popić
Pensándolo bien, el primer gastrónomo venezolano fue Francisco de Miranda. No podía ser de otra manera, considerando que era hijo de panaderos y vivió en el viejo mundo durante treinta años, frecuentando la mesa del poder europeo.
Además de haber sido precursor de la independencia americana, hay que sumarle el hecho de ser el primer venezolano ilustre que descubrió las bondades del whisky escocés durante los 10 años que vivió en Londres, bebida espirituosa que marcó el espíritu etílico de la pasada época petrolera.
Pese a toda su experiencia gastronómica internacional, nunca perdió su pasión por las hallacas, las hallaquitas, el mondongo y la olleta. Hay que reconocerlo este 19 de abril que celebramos 210 años de la declaración de la independencia. Veamos.
En casa de Francisco de Miranda se elaboraba pan de trigo en un amasijo montado por su padre, de origen canario, Sebastián de Miranda Ravelo y su madre, caraqueña, Francisca Antonia Rodríguez de Mendoza. Vivió treinta años en Europa y entre 1785 y 1789 realizó un viaje inolvidable que dejó plasmado en sus memorias.
Lo primero que hizo en Venecia, el 12 de noviembre de 1785, fue probar los helados que calificó de muy buenos, especialmente uno de marrasquino, y el famoso café italiano en plena plaza San Marcos. Sorprendido por la calidad del queso parmesano, atribuye su superioridad a la calidad de los pastos con que se alimentaban las vacas en las cercanías de Parma. En Roma prueba los famosos sorbetes de frutas del café El Arco de Carnognano y cuando llega a Nápoles prueba el vino de Falerno y comprueba que “no es como el que describe Horacio”.
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En su paso por Croacia, en Dubrovnik, alguien tiene que haberle ofrecido una copita de šlivovica. En Grecia, descubre la deliciosa miel de Helicón producto de abejas alimentadas con flores de mirto y tomillo, prueba las afamadas uvas pasas de Corinto y en Constantinopla se sorprende con una nueva manera de tomar café, el café turco, que se bebe con el grano molido depositado en la taza, que probó por primera vez luego de haber comido cuatro platos de carnero guisado.
En Rusia le presentan a la emperatriz Catalina II que, como él mismo escribe, lo trata con cariño y le envía platos rusos regados con vino Tockay de Hungría, que costaba cada botella seis ducados. Catalina lo autoriza a usar el uniforme del ejército ruso y comparte con los soldados el rancho de la tropa, “… pan sumamente agrio y negro (dicen sin embargo que no es malsano) y unas coles frías y con sólo un poco de vinagre por todo condimento”.
En Francia visita Marsella donde se hace asiduo visitante del Abate Raynal quien preparaba “el chocolate más delicioso que recuerde haber tomado”. A su paso por Burdeos visita algunos chateaux en Pauillac y alguien le regala un pequeño impreso Notice sur les vins de Bordeaux que conservó en su archivo personal, junto con otros libros que legó a la Universidad de Caracas.
Instalado en un apartamento en la calle Saint-Florentin, en París, organiza reuniones y comilonas de alta gama preparadas por un famoso cocinero francés, a las que asiste hasta el propio Napoleón.
“He comido ayer en casa de un hombre singular –le comentó Napoleón a Madame Permon–, le creo espía de la Corte de España y de la de Inglaterra al mismo tiempo. Vive en un piso tercero y está instalado como un sátrapa; se queja de miseria en medio de eso, y luego da comidas hechas por Méot y servidas en vajilla de plata. Allí he cenado con personas de la mayor importancia, este hombre tiene fuego sagrado en el alma”. Méot abrió luego en 1791 un restaurante en la calle Valois número 10, en París, frecuentado por Robespierrre, Saint-Just, Desmoulins, etc.
Luego de desembarcar en Coro el 3 de agosto de 1806, Miranda tuvo oportunidad de charlar con sus amigos, comentándole a Antonio Navarrete y Francisco La Bastida, lo que acostumbraba comer en casa de sus padres: “hallaca, olleta, mondongo y hallaquita con diversidad de días”, agregando con nostalgia que “hacía treinta años que no los probaba”.
Qué diría hoy Miranda si viera a su pueblo liberado muriéndose de hambre y haciendo cola por una bolsa Clap.