José Virtuoso: “La ciudadanía tiene un rol estelar en el rescate del país”
El rector de la UCAB destaca la importancia de las iniciativas ciudadanas para enfrentar el drama social venezolano, y subraya que la sociedad y los partidos deben reconocerse mutuamente y respetar sus roles
Autor: Pedro Pablo Peñaloza
“Desde que me conozco estoy metido en todos estos líos”, admite el sacerdote jesuita Francisco José Virtuoso (Caracas, 1959), rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). El “lío” en cuestión es la lucha social, que ahora recibe un espaldarazo por parte de la casa de estudios a través de la segunda fase de la campaña “#Resetéate” (https://reseteate.ucab.edu.ve), que busca apoyar y visibilizar con videos y testimonios la labor de los ciudadanos organizados en las comunidades del país.
La iniciativa se lanzó formalmente en noviembre de 2020, pero en realidad se enmarca en los esfuerzos que la UCAB viene desarrollando desde los años 90 del siglo pasado. En esta nueva etapa, también ponen los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) al servicio de las instituciones de la sociedad civil, con el fin de que puedan focalizar los problemas, desarrollar proyectos y alcanzar el apoyo financiero para sus programas.
“En este contexto lo más normal es que todos escondamos la cabeza, porque se piensa que los problemas son tan grandes que la solución no la tengo yo. Entonces, lo que tengo que hacer es esperar, quedarme tranquilo, no soñar mucho y ver cómo resuelvo el día a día. #Resetéate pone delante estos ejemplos y testimonios que nos ayudan a reiniciar, salir del estado de parálisis y seguir adelante”, sostiene Virtuoso .
– Hace más de 20 años, Luis Miquilena se preguntó: “¿Con qué se come eso de la sociedad civil?” ¿Usted tiene la respuesta?
– Sigue siendo una gran pregunta. La sociedad civil es esa ciudadanía articulada que hace valer sus derechos de asociación y de intervenir en la vida pública defendiendo un conjunto de intereses que pueden ser parciales, pero a la vez universalizables.
El problema de “cómo se come” viene cuando intentas darle organicidad a la sociedad civil, precisamente porque son intereses distintos, parciales, que muchas veces entran en colisión. El gran filósofo Hegel hablaba de que la sociedad civil es el reino del fraccionamiento, de allí su riqueza y también su gran dificultad para congregarse.
Le temo mucho a esos que dicen “yo represento a la sociedad civil”. Tú puedes congregar parte de esos intereses, pero nunca te puedes presentar como la voz de la sociedad civil. Creo que cuando Miquilena preguntaba “con qué se come eso”, se refería a toda esa gente que se presenta con la bandera de los representantes de la sociedad civil.
– ¿Por qué la UCAB decide lanzarla en este momento la campaña #Resetéate?
– La UCAB reforzó todo su empeño en medir el drama social venezolano a través de las cifras y análisis de la Encovi. No obstante, al final, surgía la pregunta: cómo ponemos este conocimiento al servicio de tantos grupos organizados que están dando mucho de sí para responder a la emergencia humanitaria en medio del descuido y el silencio del Estado.
Tenemos registro de unas 1.600 organizaciones que de verdad están interviniendo en todo el drama social, buscando organizar temas como alimentación, educación y salud. Empezamos a trabajar en esa línea y nos encontramos con rostros de gente emocionada en las comunidades, maestros y enfermeras que prácticamente sin sueldo ni equipos de protección atienden a las personas en medio de la pandemia.
Volviendo a la pregunta de Miquilena, cómo se come: aquí está, gente de carne y hueso, que se cuentan por muchos distribuidos en toda la geografía nacional dando lo mejor de sí. Además, nos encontramos con todo un conjunto de relaciones estructuradas, que nos animó a fortalecer esos lazos de la universidad con todo ese gran tejido social.
Creemos que esa ciudadanía tiene un papel estelar en el rescate y la construcción del país que queremos. Los caminos de solución del país pasan porque efectivamente tengamos una gran ciudadanía que se haga corresponsable de lo público, que se convierta en interlocutor del gobierno y los partidos, que asuma la vocería pública porque este país le duele.
– La sociedad civil venezolana es débil por distintas razones: unas estructurales, en un país donde los partidos y el Petroestado han monopolizado el espacio público, y otras que derivan de la persecución ejecutada por el régimen chavista. Siendo así, ¿Qué tanto se puede esperar de organizaciones que tienen una limitada capacidad de conexión y movilización popular?
– El gobierno de Chávez reclamó la atención a los sectores populares como un coto particular suyo. Trataron de crear organizaciones propias del Estado y del gobierno para monopolizar el espacio de la atención social y para eso sacaron a todo grupo que reclamara cierta autonomía.
Yo lo viví en el barrio Catuche, donde participo de un esfuerzo organizativo autónomo de los propios vecinos para llevar adelante su proyecto de desarrollo local. La respuesta del gobierno ha sido: “Cómo sacamos a estos del medio porque tú no puedes estar allí, ese espacio me pertenece”. Igualmente, sacaron a los partidos. Esa división política limita el radio de acción y las posibilidades de muchos de estos esfuerzos.
Pero a lo largo de estos últimos cuatro años hemos visto que paulatinamente muchas de estas organizaciones estamos recuperando los espacios que el Estado simplemente olvidó y relegó. Hasta la misma organización del gobierno ha tenido que retirarse o ha sido rechazada por los vecinos. Estamos en un contexto de muchas limitaciones; sin embargo, cada vez más muchas de estas organizaciones están muy presentes en la vida de las comunidades. Por eso también interesa resaltar a nivel comunicacional que estamos recuperando espacios.
– Grupos de la sociedad civil parecen buscar una posición de equilibrio o equidistancia entre el régimen chavista y la oposición política. ¿Ese equilibrio es posible cuando el país está sometido por el autoritarismo?
– No soy partidario de esos esfuerzos en donde muchas veces los que intentan hablar desde un sector de la sociedad civil, se ubican en algo así como una posición equidistante: “Nosotros no somos políticos, por lo tanto, nos sentimos con la autoridad moral para hablar sobre el país porque lo que nos interesa es la vida de la gente”. Algo así como que la vida de la gente no tuviera que ver con la política, como si estas condiciones salieron de la nada.
Es imposible separar el mejoramiento y la transformación de las condiciones de vida de la gente, de la situación de las instituciones públicas y del modelo político en general. No me puedo presentar en las luchas sociales como equidistante políticamente.
La defensa de las condiciones de vida de la gente necesariamente conlleva una posición frente al estado de las instituciones y una crítica necesaria para la transformación. A lo mejor pueden pedirte que no te sitúes como militante de un partido sino como un ciudadano crítico. Eso me parece que está bien, pero ser un ciudadano crítico que no necesariamente representa a un partido no implica que soy una suerte de apolítico o de equidistante. Eso no pasa de ser una ficción que no lleva a ninguna parte.
– Desde la sociedad civil se levantan voces que dicen a los partidos qué hacer para lograr la transición a la democracia. ¿Cree que deben pasar ya de la teoría a la práctica?
– Creo que las distintas expresiones de la sociedad civil sí le podemos decir a los partidos lo que pensamos. Es más, creo que a los partidos eso les hace falta, mirar y escuchar más a la ciudadanía. Una de las dimensiones de la democracia que está muy inmadura en el mundo es lo que se llama la democracia deliberativa. No es solo participar, movilizarte, sino debatir con otros y con los interlocutores, que son en definitiva los responsables de la vida política, acerca de qué nos conviene e intentar llegar a acuerdos.
Allí lo importante es que no se desdibujen los roles. La gran ventaja que tiene un partido es que puede hablar en nombre del colectivo porque de alguna manera hay un mecanismo que legitima su voz. Hay un grupo de venezolanos que está de acuerdo con que una persona sea su líder y eso lo expresan políticamente a través del voto y el respaldo.
Cuando la sociedad civil pretende suplantar a los partidos y viceversa, cuando los partidos pretenden suplantar a la sociedad civil, tenemos un problema, o cuando la sociedad civil pretende suplantar al Estado. El Estado tiene unas obligaciones que cumplir por ley y la sociedad civil lo que puede hacer es coadyuvar con eso y, por otro lado, exigir al Estado que haga lo que tiene que hacer. Creo profundamente en la deliberación, en la discusión política, en la capacidad de cuestionamiento que pueda haber, siempre y cuando no perdamos de vista el lugar desde el que lo estamos haciendo y el papel que tenemos en ese debate.
– ¿Qué fórmula podría aplicarse para sumar los esfuerzos de partidos y sociedad civil sin atentar contra los espacios naturales y la autonomía de estas organizaciones?
– Desde los años 90, en la sociedad civil venezolana se fue generando una especie de tendencia apolítica o de cuestionamiento fundamental de la política sustentado en la desconfianza. Y desde los partidos siempre ha habido un afán de control de estas iniciativas de la sociedad civil. Los partidos tienen que reconocer la autonomía propia de las organizaciones sociales, y la sociedad civil tiene que reconocer la autonomía de los partidos, su rol, su importancia, y no pretender sustituirlos.
Manteniendo cada quien el papel que le corresponde, hay un conjunto de luchas en la que los venezolanos podemos unirnos y hacer mucho, siempre y cuando lo concibamos como una gran coalición. La pandemia ofrece la oportunidad de que los partidos y las organizaciones de la sociedad civil podamos luchar juntos en la exigencia de un plan de vacunación adecuado.
El tema electoral en Venezuela representa la posibilidad de iniciar realmente una transición hacia la democracia, y es otra gran bandera que nos puede unir a los venezolanos desde distintas instancias. Allí el liderazgo fundamentalmente recae en los partidos, pero eso no implica que la ciudadanía quede por fuera.
– El régimen chavista puede preferir sentarse a negociar con sectores de la sociedad civil, consciente de que eso no pone en peligro su permanencia en el poder e incluso le ayudaría a avanzar en dos terrenos: 1) la “normalización” de la situación política y 2) la división de la oposición. ¿La sociedad civil venezolana tiene el músculo suficiente para arrancarle alguna concesión relevante al chavismo?
– Yo en este punto apoyo totalmente los planteamientos de Juan Guaidó. Guaidó ha señalado clarísimamente que no se puede negociar por pedacitos. Hace falta una negociación de carácter orgánico porque los temas están muy vinculados unos con otros.
Si quiero mejores condiciones económicas, necesariamente eso va a repercutir en una serie de transformaciones institucionales cuya respuesta termina siendo política. Lo que sí puedes plantear es que esa solución estructural tiene unos ritmos. No necesariamente porque la solución es estructural tiene que ser todo o nada, puede ser un proceso en el tiempo, avanzando en un conjunto de aspectos, pero dentro de una visión global.
Este proceso que se está llevando adelante paulatinamente, ir logrando un gran acuerdo, primero entre los factores políticos de la oposición para luego con la comunidad internacional también sentarse en una negociación integral, me parece que es el camino adecuado.
– En Venezuela se ha puesto de moda que los políticos digan que los políticos son malos. No parece el estilo de Chávez o Trump, sino más bien el de Caldera tras el golpe del 92. Como los políticos son malos, ¿solo queda aferrarse -y acercarse- a la sociedad civil?
– Me parece que esa es una visión muy equivocada. La acción de los políticos se enmarca en la tarea muy profesional de construir estrategia y procesos que hagan posible la incidencia sobre el poder político y sobre las instituciones que lo representan. Eso es un saber profesional, técnico, que da la experiencia. No todos podemos aspirar a ser políticos.
El liderazgo político es tal si y solo si tiene una legitimidad de base. Un verdadero liderazgo político debería estar en capacidad de decir: “Estoy en esta mesa con la autoridad que me dan 5 millones de venezolanos”. El liderazgo político no es que yo me nombre líder o tenga unas ideas muy preclaras de qué es lo que se debe hacer, sino que en verdad represento a un sector de la sociedad y de allí proviene mi legitimidad. Tenemos que ser capaces cada vez más de darle su lugar, su preeminencia y su importancia a esos roles en la sociedad. Que yo salga como líder de la sociedad civil a pretender sustituir esos roles, no me parece que nos ayude.