Fuego, agua y calor reclaman atención, por Luis Ernesto Aparicio M.

Twitter: @aparicioluis
Sin duda la globalización nos ha permitido reconocer lugares e incluso aquellos que a simple vista producen una diferenciación con respecto al otro. Desde el punto de vista comercial, nos ha llevado a observar cosas que lucen bastante curiosas, como encontrar pequeños negocios de un reconocido café en un vagón de tren y otros.
Gracias a ella, también nos podemos enterar de lo que ocurre en rincones muy apartados de nuestro pueblo o barrio. Esto obedece a la presencia de la tecnología que nos permite mirar y medir desde los mínimos eventos, hasta las grandes eventualidades llenas de alegrías. Todo esto demuestra el avance de la humanidad. Pero también nos está ayudando con las continuas advertencias de los usos y abusos en contra del planeta.
Por ejemplo, hace unos días nos encontramos con la urgente noticia de lo que ocurre con el agua potable en Uruguay. Ese pequeño país que cuenta con apenas unos 3 millones cuatrocientos cincuenta mil habitantes tiene pocos días para contar con agua potable, que por demás ya se había determinado que se encontraba con altos niveles de nutrientes peligrosos para la salud humana, según la ONG Vida Silvestre y Asesoramiento ambiental.
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A la situación contaminante, detectada hace unos dos meses, se suma que las lluvias se alejaron de este país austral, dejando los embalses prácticamente secos. Tan grave es la situación, que las autoridades han determinado que solo cuentan con muy pocos días en sus reservas. Se han tomado algunas medidas reactivas, como la construcción de obstrucciones para desviar agua hacia la zona metropolitana, apelando a una medida más que peligrosa: la mezcla del agua salada proveniente del mar, con la dulce.
Este es el resultado de una sequia que lleva ya dos años, siendo este el peor de ambos con apenas la mitad recorrido y no se avizora la posibilidad de lluvia. La mezcla del agua dulce con la que proviene del mar, sin desalinizar, es posible que traiga consigo consecuencias lamentables para toda la población. Incluso, podríamos estar ante la presencia de un éxodo migratorio en búsqueda de agua potable.
La misma globalización nos lleva a mirar al otro lado del continente. Y es que el mar sigue aumentando su volumen y con eso las consecuencias para uno de los aceleradores de los problemas de agua y otros fenómenos naturales: el ser humano.
Por ejemplo, en Bangladesh se han reportado graves problemas como producto del crecimiento del mar y ya algunas regiones están presenciando como el agua les va arrebatando viviendas y hasta su modo de vida. Al aumentar las aguas del mar, estas se mezclan con las de los ríos, disminuyendo la presencia de los peces en ellos, lo que representa una situación crítica para los pueblos cuya dieta y economía depende de la pesca.
De vuelta al continente americano, la globalidad nos deja ver como los voraces incendios forestales en Canadá, además de dejar impresiones como salidas de películas en los cielos de algunas ciudades del noreste de los Estados Unidos, han arrojado a la atmosfera una cifra estimada de 160 millones de toneladas de carbono, que no solo afecta la salud de los seres vivos en general, sino que también la de la tierra.
Ni hablar del llamado «Domo de Calor» que afecta a buena parte de los Estados Unidos y algunos países de Europa, como Italia.
Si bien es cierto que estamos ante la presencia de uno de los fenómenos naturales que se producen en el Pacífico ecuatorial –El Niño y La Niña– tanto por la elevación o disminución de las temperaturas en la superficie del mar, se determina, de manera científica, cuál de los eventos se aproxima, si es el secó y árido o el lluvioso.
Le ha tocado al Niño en esta ocasión, aprovechando las elevadas temperaturas que ha experimentado la tierra en los últimos años como consecuencia de un brusco y desbocado cambio climático.
Todos estos fenómenos que nos están sorprendiendo, gracias a la globalización, también deberían ser parte del llamado de atención para todos ya que se trata de eventos naturales que se han acelerado debido –en buena parte– a la irresponsabilidad de grandes consorcios e industrias que hacen la vista de lado ante estos problemas.
Para todos los gobernantes y candidatos a ello, esta debería ser un punto muy claro en sus políticas de gobierno. Como una vez lo dijimos, no es momento de discursos y reuniones mediáticas y opulentas. El fuego, agua y calor, nos llama a la acción.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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