Gobernanza y liderazgo global, por Félix Arellano
En estos momentos el mundo enfrenta un creciente vacío de liderazgo, que perjudica, entre otros, la construcción de la gobernanza global, la seguridad, la paz y la convivencia. El orden mundial que se conforma luego de la II Guerra Mundial, fue el resultado, en gran medida, de la activa y creativa participación del gobierno de los Estados Unidos, la potencia triunfadora de la guerra y, no obstante sus debilidades y limitaciones ha asignado especial relevancia a los valores fundamentales de la libertad, la democracia y los derechos humanos.
Diversos factores contribuyen a la crisis del liderazgo y la pandemia del covid-19 está exacerbando la situación. Por una parte, el aislacionismo que promueve el Presidente Donald Trump con su “América primero”, las dificultades que enfrenta la Unión Europea, la desconfianza que generan actores como China o Rusia, y las resistencias de varias democracias que no se arriesgan a asumir un proyecto tan ambicioso.
El orden internacional contemporáneo se asienta inicialmente en la conformación de las Naciones Unidas, mediante la Carta de San Francisco suscrita en 1945, cuyo núcleo central lo constituye el Consejo de Seguridad, integrado por cinco miembros permanentes con derecho a veto (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China) y diez miembros que rotan cada dos años, manteniendo un equilibrio geográfico.
En el plano económico, los Acuerdos de Bretton Woods, por medio de los cuales se crea el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y la conformación del GATT, constituyen los pilares fundamentales.
Se trata de una gobernabilidad sostenida por los países vencedores de la guerra, con particular influencia de los Estados Unidos, como se evidencia por el predominio del dólar y el peso de su voto en las instituciones financieras. Con el tiempo, nuevos actores van logrando mayor fortaleza económica, en un primer momento, los países europeos que se integran con el Tratado de Roma (1957) con especial liderazgo de Alemania y Francia. También en Asia van surgiendo potencias emergentes en materia económica y comercial como Japón, China y los llamados “tigres del Asia” (Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Hong Kong).
Las potencias emergentes, el caso del grupo de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), presionan para lograr cambios en el orden internacional, que les permita mayor protagonismo y liderazgo. En este contexto, van surgiendo esquemas informales e innovadores como los Grupos de los 5, los 7 y los 20; tratando de lograr mayor participación y legitimidad en la construcción de gobernabilidad internacional.
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El multilateralismo representa otro aporte importante para la construcción de un orden global basado en reglas, que garantice certidumbre y seguridad jurídica. Las perspectivas se presentaban prometedoras al observar el desarrollo institucional en temas como comercio, ecología, derechos humanos, género, etc. Pero una atmosfera antiglobalización va creciendo en el mundo, de la mano de proyectos radicales de diversas tendencias. El cuestionamiento al orden internacional se incrementa, sin propuestas alternativas para la construcción de convivencia internacional.
Los proyectos populistas y radicales privilegian el nacionalismo, la xenofobia, la exclusión y el proteccionismo comercial. El mundo se va fragmentando políticamente; empero, tecnológica y productivamente se hace más interconectado e interdependiente. La pandemia del covid-19 acelera estas tendencias.
En el caso de la grave crisis financiera del 2008, la institucionalidad internacional, en particular el Grupo de los 20, logró asumir un papel protagónico en la definición de acuerdos que, en gran medida, permitieron enfrentar la crisis; por el contrario, la pandemia nos encuentra divididos y en un creciente vacío de liderazgo global.
Especial preocupación genera las posiciones que asume el Presidente Trump al rechazar el multilateralismo, y atacar a sus aliados occidentales, ya que su gobierno juega un papel decisivo en la construcción de la gobernanza. Sus posturas aislacionistas afectan a su país, pero también a occidente en su conjunto.
Se deteriora la gobernabilidad y se abre espacio al autoritarismo al retirarse de los acuerdos comerciales regionales (Transpacífico y Transatlántico), del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, de organizaciones multilaterales (Unesco, OMS) o mantener un permanente ataque a la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Por otra parte, las crecientes divergencias entre Estados Unidos y la Unión Europea, complican las posibilidades de avanzar en una gobernabilidad internacional, que fortalezca los valores de libertad, democracia y derechos humanos; generando mayores oportunidades para las tendencias autoritarias que, amparadas en una visión anacrónica de la soberanía, promueven el fortalecimiento de la anarquía global. Conviene destacar que en el contexto anárquico se impone la ley del más fuerte y se exacerban las limitaciones de los países más débiles y vulnerables.
En estos momentos urge el diálogo, la negociación y la cooperación. Los gobiernos democráticos deberían desarrollar sus mejores esfuerzos para adoptar una arquitectura institucional que permita mayor participación e inclusión.
Es necesario avanzar en la conformación de una sociedad civil internacional, en un contexto de mayor democratización. Un gran reto para la inteligencia y capacidad creativa de los seres humanos y un camino más seguro para la convivencia pacífica.