Gobierno de Maduro es francamente autoritario
Autor: Xabier Coscojuela
«La democracia no es un valor absoluto. La dictadura tampoco lo es. No estamos en presencia de una dictadura clásica, como la que enfrentaron en décadas anteriores las ONG de derechos humanos en países hermanos como Argentina o Chile, donde las condiciones permitían el asesinato y desaparición de centenares de personas.
Estamos en presencia de regímenes dictatoriales adecuados a los nuevos tiempos, cooptando la independencia de las instituciones para darles un matiz de legitimidad legal al abuso, la arbitrariedad y la hegemonía del poder», así describe Provea al gobierno de Nicolás Maduro desde el 24 de octubre.
Desde el referendo revocatorio de 2004 hay sectores de la población venezolana que caracterizaban al gobierno de Hugo Chávez como una dictadura.
Ese debate se ha venido produciendo todos estos años dentro de las filas opositoras sin llegar a un consenso, pero las últimas acciones de la administración de Nicolás Maduro están despejando el panorama: el desconocimiento de la Asamblea Nacional, la aprobación del presupuesto de 2017 sin pasar por el Parlamento, la posposición por ahora de las elecciones regionales y la suspensión del referendo revocatorio han convencido a muchos de que el gobierno venezolano es una dictadura.
Provea, en su comunicado donde caracteriza al gobierno de Maduro como dictadura, señala que no es la primera experiencia de este tipo que se da en América Latina. Pone como ejemplo lo ocurrido en Perú bajo el mando de Alberto Fujimori, «que cercenó las libertades democráticas en ese país y que culminó gracias a la lucha de la población reclamando la restitución de la democracia» El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela, Joaquín Ortega, en declaraciones suministradas al portal El Confidencial, asegura que todo gobierno autoritario moderno termina resumiendo en su actuación otros fenómenos, desde el caudillismo hasta el nihilismo. «El sistema ha mutado para hacerse flexible. El Gobierno bolivariano siempre ha sabido venderse como uno que tiene respeto a las minorías o que deja ganar elecciones, pero la realidad es que ese poder no podrá ser ejercido.
Hay varios ejemplos de lo que dice Ortega.
Poco antes de que Antonio Ledezma ganara la alcaldía Metropolitana, el Gobierno le quitó las competencias en salud y educación. Al asumir el cargo la propia sede de la alcaldía fue asaltada y el alcalde mayor tuvo que buscar otro lugar desde donde ejercer su cargo.
Al gobernador de Miranda, Henrique Capriles, también le quitaron las competencias en salud, pero luego el gobierno de Maduro inventó la figura del «protector» de ese estado, designando para el cargo a Elías Jaua.
En Lara, a Henri Falcón le colocaron la figura de una «madrina», cargo ejercido por la Carmen Meléndez.
Esta manera de «respetar» los resultados electorales pero no sus consecuencias tiene como ejemplo más reciente a la propia Asamblea Nacional, pues todas sus decisiones son anuladas por la Sala Constitucional del TSJ.
ANOCRACIA ABIERTA
Para el politólogo y profesor universitario Ángel Álvarez, los regímenes se pueden medir es una escala que va de más autoritario a más democrático. «Así lo hacen, por ejemplo, el índice VDem y Polity IV, entre otros. En ese sentido, el valor de la democracia en Venezuela ha ido degradándose. Actualmente, en la escala de Polity que va de -10 a +10 obtuvo un 4. Esto la clasifica como una «anocracia abierta, que es un régimen que incoherentemente combina prácticas autoritarias con procesos electorales competitivos.
Adreas Schedler llama a estos regímenes «autoritarismos electorales» y Steve Levitsky los etiqueta como «regímenes híbridos.» Refiere que en el índice de democracia participativa que elabora VDem, Venezuela pasó de 0.56 en 1998 un año antes de la llegada de Hugo Chávez al poder- a 0,25 en 2015, siendo la escala de 0 a 1.
En cuanto a democracia electoral el índice se movió de 0.8 a 0.4 en el mismo lapso. «En Venezuela crecen cada vez más los niveles de autocracia y bajan los de democracia. En la actual coyuntura lo que está por verse es si se mantiene como autoritarismo electoral con un chance de democratizarse o se hace francamente autoritaria» si no hay más elecciones.
Por su parte, Luis Salamanca, también politólogo y profesor universitario, precisa que al llegar al poder el difunto expresidente Chávez inició su gestión proponiendo una Asamblea Nacional Constituyente para «lo cual no tenía facultades constitucionales, pues esa figura no existía en la Carta Magna».
Estima que, en ese momento, los demás poderes hicieron una «tibia resistencia», permitiendo al expresidente Chávez convocar la referida constituyente. Esa acción la califica como autoritaria.
«Técnicamente una dictadura implica derogatoria de la Constitución por un acto de fuerza. El de Chávez fue un acto dictatorial, pero que el sistema metabolizó mediante unas elecciones y no era suficiente para hablar de una dictadura porque esta produce efectos sistémicos: genera un clima de opresión generalizada».
Luego de hacer un recuento de la gestión de Chávez, señala que la reforma constitucional que intentó puso en «evidencia que su proyecto no era sólo autoritario sino que tenía un fuerte componente totalitario, expresado en una economía de Estado, un socialismo burocrático-autoritario y una sociedad vitalmente dependiente del Estado y controlada políticamente por las misiones».
Estima que a medida que pierde apoyo popular, el presidente Nicolás Maduro «refuerza el autoritarismo a un nivel muy elevado: desconocimiento y virtual supresión del Poder Legislativo de la estructura del Estado, que fractura a éste, generando una situación de doble soberanía de efectos impredecibles. Es un ataque a la democracia representativa».
En su opinión, el presidente Maduro tiene poderes cuasi absolutos, pues dicta y ejecuta la Ley de Presupuesto como si tuviera aprobada una Ley Habilitante, detiene a opositores y «gobierna mediante un Estado de excepción permanente y sin base constitucional.
Los medios están más sometidos. Y maneja las elecciones a su antojo. Pasamos de una democracia despotizada por Chávez a un gobierno cuasi dictatorial al que sólo le falta suspender o posponer sine die las elecciones constitucionalmente establecidas, para ser una dictadura».
Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello, señala que «todos los índices internacionales califican a Venezuela como un régimen híbrido, y los que son más específicos se van a una categoría más específica de los regímenes híbridos que son los autoritarismo competitivos».
En relación especifica con Venezuela, Alarcón señaló que «los regímenes híbridos, y en especial los autoritarismos competitivos exitosos como ha sido el caso del gobierno de Chávez, están habituados a vivir bajo condiciones que los mantienen bajo una situación de equilibrio precario y tensión permanente que resulta inherente a su propia naturaleza híbrida».
La desaparición de Hugo Chávez, colocó a sus herederos políticos «ante el dilema de mantenerse en el juego electoral bajo condiciones de una menor ventaja competitiva, que arriesgan significativamente su sustentabilidad en el poder, o acudir a la progresiva violación de las reglas de juego de la competencia electoral que han servido hasta entonces para blindarles, gracias a la evidencia de una legitimidad mínima necesaria constatada en las urnas electorales».
NADA CON EL VOTO
Es evidente que el gobierno de Maduro no quiere que los ciudadanos voten. La suspensión del referendo revocatorio es una muestra de ello, pero más en evidencia queda cuando el Consejo Nacional Electoral decidió sin dar explicación de ello- posponer las elecciones regionales para el primer semestre del próximo año, cuando su periodo constitucial es de cuatro años y vence en diciembre.
En opinión de Álvarez el gobierno de Maduro puede mantenerse en el poder. «Mientras más autoritario se hace un régimen menos depende de la popularidad o respaldo ciudadano para mantenerse y más depende del apoyo de otros sectores poderosos (en el caso Venezolano actual, los militares) y de su capacidad represiva. No tengo razones para pensar que en Venezuela haya un nivel de descontento militar que ponga en riesgo la estabilidad del régimen y la capacidad represiva es notoriamente alta».
Luego de los últimos acontecimientos, Álvarez estima que «el control militar del poder gubernamental avanza aceleradamente. Golpe militar en gotas», precisó en su cuenta en la red social Twitter.
Alarcón señala que todo depende del nivel de represión que estén dispuestos a ejercer «y la capacidad real que tengan para ello. Obviamente esto tiene ver con los costos de represión de los que he venido hablando en muchas ocasiones. Las transiciones suceden cuando los costos de represión superan los costos de tolerancia (hacia el cambio político)».
Deja un comentario