Golpe talibán, por Teodoro Petkoff
Allá por 1961, en los albores de la experiencia puntofijista, presidiendo Rómulo Betancourt, el gobierno de AD-Copei (ya URD había abandonado la alianza) perdió el control de la Cámara de Diputados. Dos escisiones en AD, una que dio origen al MIR y otra que conformó lo que se llamó AD-Oposición, sumadas a URD y al PCV, voltearon la mayoría adeco-copeyana y la oposición asumió la conducción de la Cámara Baja. Eran otros tiempos y otras también las circunstancias, pero evocar el episodio sirve para recordar la fluidez y la fragilidad relativa de los partidos políticos y lo cambiante que puede ser el escenario donde actúan. Todo indica que en la Asamblea Nacional el desarrollo de los acontecimientos apunta hacia modificaciones significativas en la correlación de fuerzas parlamentarias. No será hoy, no será mañana, pero será. Así como en la AD de los 60, la contradicción entre sus sectores radicales y moderados condujo a la ruptura a la que aludimos, en el MVR, que tiene todos los defectos de AD sin ninguna de sus virtudes, también se vive un drama parecido y se prepara un desenlace idéntico. En el partido chavista no existe ninguna clase de mecanismos democráticos para el procesamiento de las diferencias internas. Todo se remite a la voluntad autocrática del Supremo. Como se cuenta en la página 3, el procedimiento para sacar a Alvarenga de la jefatura de la fracción parlamentaria chavista fue un modelo de dictadura interna. A cada miembro de la dirección del partido (con exclusión del ala moderada) se le pidió que hiciera una lista de cinco de sus compañeros que considerara idóneos para dirigir el rebaño. Esas listas fueron enviadas a Chávez y éste escogió a tres (Maduro, Cilia Flores y Rodrigo Cabezas). Muy «participativo», sin duda. ¿Cuánto tiempo puede resistir la unidad del MVR esta disyuntiva entre autocracia y democracia? Dejemos que el futuro hable por sí mismo.
Por lo pronto ya Chávez logró el objetivo de fracturar al MAS. Pero al precio de perder 14 de los 20 votos que tiene ese partido en la Asamblea. ¿Cuántos perderá en el MVR si mantiene ese estilo cuartelario y brutal de enfrentar la disidencia interna? Amanecerá y veremos. Pero no sería un ejercicio de política-ficción imaginar para el Parlamento una modificación adversa al Gobierno en la correlación de las fuerzas que lo componen. ¿Qué haría Chávez en este caso? ¿Se las arreglaría, como Betancourt, para gobernar con un Parlamento en contra? ¿Cedería a la tentación de la disolución dictatorial de ella? Porque es bueno advertir que la disolución constitucional, prevista en el artículo 240 de la Bicha, sólo procede en el caso de que se produzcan tres votos de censura, que conlleven destitución, contra el o la vicepresidente(a) de la República. Esta es la única posibilidad que tiene el Presidente de disolver la AN, de modo que cualquier otra sólo sería mediante un golpe de Estado, que en este caso sería un autogolpe. Como vemos, el porvenir está cargado de contingencias muy turbulentas. El 2002 promete ser un año memorable.