Gómez, el antipolítico, por Leonardo Regnault
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A finales de 1908 asume la presidencia un hombre inculto, esquivo, tímido y tosco. Juan Vicente Gómez llega a esa posición aupado por una clase política que medraba alrededor del cargo presidencial y estaba temerosa del regreso de Castro que se dirige a Europa en busca de la atención de sus males y comete el error de colocar a su compadre a cuidarle el puesto.
Debemos resaltar que el gobierno presidido por Gómez dio muestras en los primeros cinco años de amplitud y tolerancia hasta que ya sabedor que tenía el control real del poder y con la excusa de una supuesta invasión por parte del «cabito», suspende las garantías y elimina las elecciones que debían realizarse ese año para sucederlo.
Esa decisión de la sociedad política exigiendo la evolución de la causa, para lo cual utilizan a este hombre creyéndolo quizás fácil de manejar, no fue tan provechoso para ellos o por lo menos para quienes creían que podrían llegar a convertirse en presidentes del país luego de haber desterrado al caudillo de capacho. No fue provechosa; para ellos lo que vino fue o el exilio, la cárcel, la sumisión, pero no la concreción de sus planes.
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Este enredo se explica en el hecho de que las cosas no siempre salen como se planifican porque en las relaciones sociales las circunstancias juegan un papel preponderante y en cualquier empresa humana siempre habrá situaciones que no son posibles de controlar. El experimento no salió como lo esperaban.
Esto viene a cuento porque a veces creemos que debemos escoger entre el mal menor, que no habiendo otras opciones es lo que debemos hacer; sin embargo, creo que debemos buscar alternativas que sean las idóneas y adecuados en lugar de conformarnos con lo que hay, con el peor es nada; la ideas es construir la mejor y más eficiente forma de darle al país una opción real de cambio.
La desesperación y el miedo no pueden llevarnos a actuar de manera precipitada, lo que no significa procrastinar, en la hechura de liderazgos sin sustancias con tal de salir de esta pesadilla.
Es verdad que en la vida muchas veces debemos escoger entre los males peores. Es verdad que a veces nos corresponde escoger la opción más pobre para no caer en la nada, pero nuestros hijos merecen una alternativa que le devuelva a este país las ganas de seguir adelante, el retorno de la concordia y la masificación del bienestar y que esa alternativa la encarne alguien con la suficiente formación para tamaña tarea.
También existe el contexto de cierta antipolítica de muchos actores que han militado en infinidad de partidos. Dicha antipolítica es un mal que se esparce por el mundo y en la mayoría de los casos con resultados nefastos que han rayado en el autoritarismo. Son los que se erigen en baluartes impolutos de la moralidad y que casi siempre buscan con insistencia darle alimento a su inmenso e insaciable ego.
No busquemos el peor es nada; no busquemos a quien creamos que por no ser parte de la clase política ya tiene los suficientes méritos para aglutinar al país y llevar a delante una transición. En momentos de incertidumbre, es mejor refugiarnos en la política y no realizar más experimentos, ya que estos en la mayoría de los casos salen muy caros.
Leonardo Regnault es político e ingeniero civil
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