“Gorda, me voy. ¡Cuídame la taguara!”, por Gloria Villamizar
I
Llegué a TalCual en marzo de 2000 para la entrevista, sus primeras instalaciones estaban en Boleíta donde funcionó El Diario de Caracas. Fui aceptada y empecé enseguida. Quería trabajar en diseño, pero Eduardo Orozco ya tenía el equipo completo, así que hice varias cosas hasta que Teodoro me dijo que ayudara a Oswaldo Barreto con la sección de Opinión.
La redacción era una locura, apenas la estaban armando. Todos corríamos de un lado a otro sin saber a dónde ir; el mobiliario era escaso, si conseguías un espacio era mejor no levantarse porque al regreso pudiera no estar la silla; los puestos no estaban completos para tanta gente y el olor a pega nos tenía un poco mareados; pero se respiraba un ambiente de alegría por el nuevo proyecto. Teodoro iba y venía visiblemente emocionado.
Pronto nos preparamos para practicar el cierre con los números cero. No era fácil pues casi todos veníamos de trabajar en matutinos y TalCual sería un vespertino. Nos reíamos cuando Teodoro sacaba su trompeta para anunciar que ya se debía entregar el material, corríamos y hacíamos todo lo posible porque no nos alcanzara la hora… no lo lográbamos. Al principio fue duro, se sentía mucha adrenalina en esos momentos, esa que solo se siente en los periódicos impresos a la hora de cierre, y cuando escuchas el rodar de la rotativa.
TalCual nació el 3 de abril del año 2000. Ya cumplió la mayoría de edad, 18 años y 7 meses. Pasamos con él muchas cosas muy buenas y otras no tanto, como con los hijos, ahora es adolescente y mayor de edad
Cuando nació el diario, Teodoro estaba muy feliz, la emoción lo embargaba como a cualquier padre: caminaba de un lado a otro revisándolo para que no le faltara nada y estuviera perfecto. Fue emocionante. Todos vivimos ese gran momento. Para mí ha sido una gran experiencia ayudar a nacer ese hijo, ser fundadora del periódico de Teodoro Petkoff, y traerlo hasta aquí.
II
Siempre le estaré agradecida porque desde el principio confió en mí. No había pasado mucho tiempo desde la apertura del vespertino cuando nos dijo que formáramos un sindicato y, en medio de la sala de redacción, me propuso como delegada (fue la primera encomienda que me hizo, cuidar de sus trabajadores). Junto con Laurita Weffer, el gordo Julio César Tovar (+), entre otros, hicimos el primer contrato y las discusiones fueron en armonía, tratando de hacer lo mejor para las partes.
Oswaldo Barreto se fue para Francia por tres años y, desde entonces, Teodoro me asignó el cargo de Coordinadora de Opinión. Me advirtió cuáles eran los criterios que debía manejar y lo que debía hacer. Aún hoy sigo manteniendo el mismo cargo y esas recomendaciones siguen intactas.
Luego del nefasto paro petrolero de 2002-2003, TalCual no podía cubrir toda la nómina. Éramos alrededor de 100 trabajadores de las diferentes áreas, Teodoro nos reunió para decirlo, su voz estaba temblorosa porque no quería que ninguno saliera del periódico y le costó tomar la decisión: el 50% se tenía que ir. A algunos les ayudó a conseguir trabajo en otros medios, sin embargo fue un momento muy doloroso para todos (confieso que es la única reunión de trabajadores en la que he participado que hubo tanta emoción). Lloramos juntos, nos abrazamos y nos dio su palabra de que en la medida que pudiera nos pagaría a todos las prestaciones dobles y a nadie se le quedaría debiendo ni un centavo. Todos confiamos en su palabra y cumplió. Admiré siempre su honestidad y su integridad.
Al no estar el personal completo para cumplir con todo lo que requiere una empresa periodística, Omar Pineda y yo asumimos cargos que no nos correspondían. Ya teníamos en las venas la sangre talcualera e hicimos de todo un poco tratando de cubrir las distintas áreas, ya en ese momento estábamos en la sede de Mene Grande. Desde entonces, Omar y yo nos llamamos bomberos (por aquello de apagar fuegos).
Recuerdo que no había jefe de fotografía y Teodoro se acercó y dijo “encárgate de eso, gorda”. Yo no sabía qué hacer. Aprendí. Coordinaba la salida de los fotógrafos Saúl, Ilich, Otto, José Miguel, Cristian, entre otros, cuadraba las pautas con los redactores también y hacía la logística del único carro y conductor que estaba, “Joseíto”. Me volví experta haciendo rutas para poderlos complacer a todos en la medida de lo posible, otros se iban en Metro y así hacíamos la dinámica diaria para cumplir con el trabajo. Éramos un equipo y todo fluía.
Le estoy muy agradecida a Teodoro porque me haya dado esta gran oportunidad de trabajar a su lado, por la confianza que siempre depositó en mí. Cada vez que viajaba se acercaba a mi puesto y me decía: “Gorda, ¡cuídame la taguara! Estaré unos días fuera”. Yo lo asumía así, cuidaba hasta los lápices, los muchachos de entonces pueden dar fe de que de alguna manera los enseñaba a no despilfarrar el material.
III
TalCual ha vivido muchas etapas, las denuncias que han recaído sobre el periódico, la de Laureano Márquez, el juicio a toda la directiva y la prohibición de salida del país, la humillante situación de presentarse todas las semanas. Sin embargo, ninguna de ellas amilanaron a Teodoro por hacer valer sus convicciones y por la libertad del país, su espíritu democrático no le permitían retroceder.
Anécdotas tengo muchas que contar, pero no debo abusar de los espacios que proporciona la web. Recuerdo la primera vez que jugamos al amigo secreto: le explicamos en qué consistía, le dijimos que sacara un papelito, pero que no dijera el nombre y que a esa persona le debía comprar un regalo. Pero su espíritu claro y transparente no le permitió guardar el secreto y, cuando vio a la persona que le correspondió, le preguntó directamente que quería que le regalara. Nosotros nos reímos mucho, fue hermoso compartir ese momento con él.
También, me llega a la memoria las muchas oportunidades que Teodoro salía de su oficina apurado y se chocaba con nuestra gran Iris (quien siempre nos consentía con su rico café y un té para Teodoro). Se disculpaba, la ayudaba un poco a recoger y seguía, me daba cuenta que para él todos éramos importantes, no había ninguna diferencia, eso hablaba de su don de gente, del amor al prójimo sin distingo.
La puerta de su oficina siempre estaba abierta para cualquiera de nosotros y, cuando estaba ocupado, la gran Azucena –su asistente por más de 40 años – nos anotaba en su cuaderno y nos llamaba para ser atendidos
IV
Siempre estaré agradecida porque le permitió a mi hijo Carlos Alberto pertenecer al equipo de diseño de TalCual, llevado de la mano de Javier Conde. No sabe qué bien le hizo estar allí y le ha permitió crecer, sus consejos y su apoyo ahora le han servido para continuar su vida como padre, y gran luchador. Para él también fue una fortuna caminar de su mano.
Debo decir que, más que una empresa periodística, TalCual es una gran escuela. De aquí han salido grandes profesionales, excelentes plumas y puedo asegurar que todos llevan en sus venas esa sangre talcualera que nos distingue. A pesar de que muchos se han ido al exterior y otros están en otros medios, seguimos siendo una gran familia unida en las adversidades y en las sonrisas, el respeto, admiración y cariño que sienten por nuestro Director Fundador sigue intacto.
Aquí continuaremos cuidando tu taguara, como lo he hecho desde que me lo pediste la primera vez. Como un gran “familia talcualera”, el mejor legado que has dejado. ¡Hasta siempre Teo! Te llevo en mi corazón.