Goriladas Editorial de Fernando Rodríguez
P or estas tierras ya no pasan líderes con prestancia, así como no vienen turistas y los artistas populares exigen muchas escoltas para atreverse. Vienen algunos de esos que el Imperialismo llama forajidos. Por ejemplo estuvo recientemente el lapidador atómico iraní. Ahora Lukashenko, llamado el último dictador de Europa por el mismo Imperialismo. Se asegura que es inigualable en fraudes electorales, notable perseguidor de manifestantes y muy rudo con los periodistas impertinentes. Estos visitantes hacen estupendos negocios, como es debido.
Dicen que, dándole forma a un profundo sentimiento popular, se prepara un corrido, letra de un poeta llanero, titulado «¡Oh Bielorrusia, noble y antigua, cuán cerca estás de nuestros corazones!». Bueno, pero esto es protocolo intrascendente.
El plato fuerte de la semana fue el atropello perpetrado contra Globovisión por los colegas de Aponte Aponte. Resulta casi un record la cantidad de disposiciones legales profanadas en una sola sentencia, visibles hasta para el sentido más común. Pero, como en otras ocasiones, el sastrecillo valiente no se amilanó. Salió golpeado pero sigue en pie, hablando claro y recio. Y hasta es probable que a demasiada gente no le gusten estas cayapas alevosas, ya veremos qué cuentas saca Hinterlaces.
Ni qué decir que nos sentimos orgullos y solidarios con el sentido de la responsabilidad ciudadana del único canal que dice lo que piensa. Ello indica cómo van a llevar los chicos de Esteban el juego electoral; esta es la otra cara, la concreción, de la inmortal expresión de que para ser venezolano hay que ser chavista o de las amenazantes festividades militares en honor al candidato.
Por cierto que hay que agregar, en este inicio de campaña, al Bolívar Este, segundo de Dios, de la cuña famosa, la afirmación de Maripili Hernández de que Dios se está encargando de la salud de Chávez y con un esfuercito adicional de fervor, el Señor terminará siendo chavista (sic, sic, sic). Dice uno que esto además de muy cursi debe ser una falta de respeto con ese supremo mandatario, blasfemia o algo parecido.
Por último tuvo enorme relevancia el derrocamiento del presidente Lugo. Nosotros compartimos la opinión muy de izquierda democrática de Henrique Capriles, quien condenó el hecho y, también, pidió que no se maltratara económicamente al secularmente maltratado pueblo paraguayo. Pero allí pasaron cosas muy raras.
Chávez decidió aplicar la ley Helms-Burton a esa incipiente economía quitándole el suministro petrolero. Maduro, según el alto gobierno paraguayo, promovió un golpe, cosa muy descortés en casa ajena, que felizmente no cuajó, no produjo una mortandad. Mercosur acordó, cosa muy paradójica, suspender a Paraguay del bloque y, de pasadita, meter a Venezuela que tenía años bloqueada por el Senado que descabezó a Lugo, en un acto tan apresurado y poco razonado como el de éste.
Lo que equivale a cambiar unos golpistas desarmados y pobretones por otros armados y platudos, no sólo por el supuesto madurazo sino por los golpes que suele propinarle al Estado de Derecho el nuevo socio (ver arriba). Era de esperarse: la moral y el interés se fueron al campo un día… Total, una semana bastante simiesca.
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