Guasdualito envuelto en el miedo, por Teodoro Petkoff
La semana pasada fue colocada una bomba en una de las calles más céntricas de Guasdualito. Por pura suerte no causó víctimas fatales, porque destruyó una cantidad significativa de viviendas y negocios. Es la primera vez que ocurre una cosa de esta magnitud en ese territorio, ya suficientemente asolado por la acción de esa combinación letal de guerrillas, paramilitares desempleados, hampa común, narcotráfico y contrabando. El viernes pasado nuestro colaborador Sebastián de la Nuez dibujó un cuadro crudo y dramático de cómo se vive en Guasdualito. Se vive en el miedo y con miedo. Es territorio de donde está ausente el Estado venezolano, por eso la población prefiere el silencio a la práctica autodefensiva.
Porque sabe que la denuncia no llega a ninguna parte y por lo general quien se atreve a hacerla paga con su vida. La gente lo sabe y en voz baja lo dice: hay demasiadas evidencias de colaboración entre la delincuencia y las llamadas «autoridades». Ya una vez este minicronista contó cómo el para hace algunos años comandante de la fuerza militar en la región se excusó ante Aristóbulo Istúriz de no asistir al entierro de un «compañero» asesinado porque ese «compañero» era el jefe del contrabando de gasolina en la región. Así son las cosas por allá. Y cada vez son peores. Lo de la bomba ha causado consternación e impotencia. La gente señala, en voz bajita, a esa especie de guerrilla chavista que antes se llamaba FLB y ahora cambió el nombre pero son los mismos extorsionadores y cobradores de vacuna de siempre.
Se dice que fue un aviso hacia aquellos valientes que han comenzado a dejar de pagar las vacunas. Pero, a todas estas, ¿el gobierno nacional no tiene nada que decir ni hacer frente a esta evidente lesión, esta sí real y concreta, a nuestra soberanía nacional?