Guerra sucia, por Simón Boccanegra
Cuando Pérez Jiménez, en la agonía de su régimen, inventó un plebiscito, a finales de 1957, como una manera de legitimar su gobierno, apeló a trucos tan burdos como el de imponer una tarjeta redonda para expresar el voto afirmativo y una rectangular para expresar el negativo, con la obligatoriedad para los votantes, en particular los empleados públicos, de entregar en sus centros de trabajo la rectangular como demostración de que habían votado a favor de la continuación de PJ en el mando. Viene a cuento el truco porque hoy andan los oficialistas con cosas parecidas. Imitando a Fujimori, editan decenas de periodiquitos, distribuidos gratuitamente, cada uno más sucio que el otro, llenos de los insultos y las agresiones más escatológicas contra sus adversarios. En uno de ellos se publican unas supuestas listas de firmantes del RR, con el claro propósito de intimidar. No hay tales listas, son inventadas, pero todo el que se vea en una, de esas apócrifas, podría pensar que son ciertas y que su trabajo está en peligro. Sin embargo, ni la tarjeta redonda de Pérez Jiménez ni la «prensa chicha», como llamaban los peruanos aquellos pasquines que distribuía Fujimori, impidieron que sus respectivos patrocinantes pusieran los pies en polvorosa llegado el momento.
Nada sustituye un genuino respaldo popular.