Ha muerto Hans Neumann, por Teodoro Petkoff
Todavía el lunes pasado presidió Hans la reunión de la Junta Directiva de «La Mosca Analfabeta», la editorial de TalCual. Su presencia allí, ya casi muda, fue expresión de esa tenacidad casi sobrehumana con que enfrentó la desgracia que martirizó sus últimos años de vida. Nunca se rindió ni se dejó abatir. Paralizado el cuerpo pero lúcido y alerta el cerebro poderoso (lo que hacía doble el infortunio), este constructor de imperios resistió hasta que ya el organismo, desgastado por la enfermedad, no quiso obedecer más a la indomable voluntad de vivir que acompañó su existencia.
Nunca olvidaré la respuesta que me dio, hace veinte meses, en enero de 2000, cuando le expliqué el proyecto de TalCual como quijotesca contribución a la lucha por la preservación de los espacios democráticos en el país. Sólo dos frases, separadas por un punto y seguido: «Te voy a ayudar». «Te quiero ayudar». Hans, desde luego, nunca pensó en esto como ocasión de lucro. A aquellas alturas de su vida, ese formidable capitán de empresas no necesitaba nuevos negocios. Además, sabía que no le quedaba mucha vida por delante. Alguna vez, con naturalidad, habló de «cuando yo falte». Se metió en esto por romanticismo. El día que sellamos el acuerdo se lo dije así. Le brillaron los ojos y la sonrisa de niño travieso, que le era tan característica, iluminó su cara, al tiempo que desde el fondo de la silla de ruedas sacaba su mano para apretar la mía. «Así es, Teodoro, y me encanta esa palabra que has usado: romanticismo».
Tal vez algunos pudieran extrañarse de esto. Pero será porque no lo conocieron bien. Hans, que sobrevivió al nazismo y al comunismo temprano en su Checoeslovaquia natal, poseía una cultura humanística que explica perfectamente ese último gesto por el país que lo acogió. «Quiero devolverle a Venezuela parte de lo mucho que me ha dado», me dijo en alguna otra conversación de las muchas que a lo largo de estos meses sostuvimos.
Seguramente su personalidad multifacetica, que atendía a un amplísimo abanico de intereses -desde los económicos hasta los culturales, sin dejar de lado los problemas existenciales del país- permitirá recordarlo desde múltiples puntos cardinales, pero en esta casa jamás olvidaremos que Hans Neumann fue uno de los que contribuyó a hacerla posible.