Hablando de corrupción, por Simón Boccanegra
La solicitud de una Ley Habilitante la fundamenta Maduro en que precisa de un instrumento como ese para luchar contra la corrupción. Se trata de una mentira pura y simple. Para luchar contra la corrupción existe un cuerpo de leyes, aprobadas a lo largo de los años, que son más que suficientes para dar esa lucha, si es que existiera voluntad para ello. Pero la ausencia de esa voluntad se expresa precisamente cuando se la plantea como condición para llevar adelante esa «batalla» mediante una Habilitante. Es la coartada más chimba que cabe imaginar. La demostración de que no hace falta esa Ley Habilitante es la acusación y prisión del alcalde de Valencia, Edgardo Parra, acusado, precisamente, de corrupción. Supuestamente, ese alcalde, habría creado una red de corrupción que involucra a algunos familiares, varios de los cuales ya se pusieron a buen recaudo en tierras extranjeras.
Pero Edgardo Parra no alcanzó a huir y ahora espera en prisión el juicio que habrá de considerar su caso. El juicio decidirá sobre su culpabilidad o inocencia. En todo caso, las peripecias de Edgardo Parra demuestran que habiendo voluntad para enfrentar la corrupción se obtienen resultados. El punto es que Maduro confronta corruptos de alto coturno, muchos de ellos financistas de las actividades del PSUV, que cuentan con vínculos muy poderosos en otras instancias del poder chavista, lo cual les asegura protección e impunidad. Se necesita algo más que voluntad, también valor y decisión. De lo contrario, las palabras de Maduro sobre esa materia se las llevará el viento, como se ha llevado las de prácticamente todos sus antecesores. La lucha contra la corrupción no es más que hacer presos a algunos pendejos, mientras los peces gordos ríen a mandíbula batiente.