De la reelección como una de las Bellas Artes
Un fantasma recorre América Latina, el fantasma de presidencias que no duren más de dos periodos. Dicho de otra manera, el fantasma de una sola reelección.
Lula, quien dejó la presidencia en medio de una impresionante popularidad, no quiso, sin embargo, modificar la Constitución de Brasil para hacer posible una tercera presidencia suya.
Rafael Correa acaba de anunciar que no se propone modificar la Constitución de Ecuador para abrir campo a otra reelección suya en 2017. Dos mandatos son suficientes, aseveró.
Aunque en Bolivia algunos han asomado la posibilidad de reformar la Constitución para elegir a Evo por tercera vez dentro de cuatro años, éste mismo no ha emitido señal al respecto.
En casi todos los demás países están establecidos sólo los dos mandatos. La excepción es Argentina, donde la señora K quiere seguir hasta que el cuerpo aguante. En algunos casos, una tercera elección es posible después de diez años de la segunda, pero no son muchos.
La gran sorpresa nos la acaba de proporcionar Raúl Castro, quien ha propuesto que en su país ningún cargo electivo puede serlo por más de dos veces, esto es diez años, incluyéndose él mismo, que acaba de ser elegido (en segundo grado) Presidente para un nuevo periodo de cinco años.
Es interesante la tendencia general porque revela que el continente no sólo arregló sus cuentas con las dictaduras militares sino que ahora quiere impedir que los mandatos democráticos puedan derivar, por la vía de la reelección indefinida, hacia nuevas formas de autoritarismo y a la final, hacia nuevas formas de negación de la democracia mediante la exacerbación del personalismo.
Pero, por nuestros lares, los que mandan no se han dado cuenta de por dónde van los tiros en el hemisferio y todo este rollo lo arma la reforma constitucional, impulsada por Chávez, que posibilita la reelección indefinida.
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