Hablando “sin tapujos”; pero con tapabocas, por Rafael Henrique Iribarren Baralt
De una manera que no encuentro ni siquiera un poquito convincente la organización mundial de la Salud ha desestimado el uso generalizado de las mascarillas (en claro contraste con las imágenes que uno ve de china en donde, por ejemplo, todos los escolares usan tapabocas), y sólo lo recomiendan para personas que tengan síntomas o que hayan cuidado a una persona que haya podido padecer la enfermedad.
Pero uno tiene derecho a preguntarse: ¿Es esta una recomendación sensata habida cuenta de la alarmante incidencia de personas que son portadoras del virus de manera asintomática o que tienen síntomas muy leves? Los que desestiman el uso generalizado de mascarillas defienden su postura arguyendo que el uso generalizado de las mismas traería como consecuencia una falsa sensación de seguridad en perjuicio del debido distanciamiento, del lavado de las manos, etc.
También añaden que muchos no la van a usar correctamente y que el personal médico que realmente las necesita se va quedar sin ellas. Aquí creo que está la explicación a la postura de la OMS: Está protegiendo a los médicos.
Sin embargo, su recomendación debería de ser diferente, porque aún cuando se aceptase el muy dudoso argumento de que no protegen a una persona de contraer el virus de una manera eficaz, sí hay un buen consenso entre expertos de que sí es muy efectiva al impedir que un portador del virus se lo trasmita a otra al toser, estornudar, hablar, etc. También impide en cierta medida que los portadores se lleven las manos a la boca, minimizando así la contaminación de superficies.
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En virtud de esto considero ejemplar la actitud del jefe del Servicio Federal de Sanidad de EE.UU al hacer, con humildad, un video instruyendo a la población acerca de cómo se puede hacer una máscara de tela ( Máscaras estas que deben ser lavadas y secadas debidamente para que sean efectivas ).
A pesar de que uno ya debería estar un poco vacunado de las cosas que hace Trump, me asombré al escucharlo decir que él no va a usar tapabocas. Dijo que no quería parecer tonto usándolo. Tras el asombro por una actitud tan irresponsable, la cual es tanto más condenable cuanto que proviene de una persona que debería de dar el ejemplo, y a quien sus seguidores siguen irreflexivamente, caí en cuenta de que su actitud era calculada.
Con su actitud no solamente corteja al universo de personas que se rebelan a las imposiciones (fundamentalmente jóvenes rebeldes; y, curiosamente, también lo vemos en viejos), sino que, con pleno conocimiento de lo efectivo que es el uso de los símbolos, se presenta como una persona sincera, que habla, usando una expresión popular, “sin tapujos “. Oportuno es recordar que la palabra “tapujo” significa: 1) Embozo, 2) Engaño. Esta actitud de Trump sirve de ejemplo para ilustrar la anteposición de los intereses egoístas de un gobernante a los de la humanidad.
Como muchos de los seguidores de Trump (que no es tonto, y no teme parecerlo tal y como lo demuestra su uso de peluquín) lo van a imitar, y se van a sentir tontos si usan la mascarilla, les dejo esta pregunta: “¿Acaso no se necesita ser verdaderamente fuerte para parecer ser débil sin serlo?”.
Considero que el uso de la mascarilla es más que auto-protección una cuestión de nobleza, de protección al prójimo.
Actualmente en el mundo a contrapelo de la política sanitaria de minimización del contagio del virus Sars-CoV-2 hay políticos cuyas posturas ambivalentes y en apariencia necias parecen ser indicios de una política sanitaria tenebrosa: La de propiciar el contagio a fin de llegar a lo que llaman “inmunidad del rebaño “, que es la ralentización del contagio de un virus al este toparse con individuos que ya se hayan hecho inmunes por contagios previos.
Esta es una política muy cruel porque implicaría la muerte de personas que no resistirían la infección. Tal vez el ejemplo más claro de político que parece simpatizar con esta aventurada, egoísta y despiadada idea de dominar la pandemia es Bolsonaro, quien se ha confesado como gran admirador de Trump, y en sintonía con este recientemente comparó el covid-19 con una gripecita, tras lo cual a pesar de estar presumiblemente contagiado salió a una concentración política con sus simpatizantes (la verdad es que entre Bolsonaro y Trump hay un enorme parecido).
Esta tenebrosa idea de controlar la pandemia propiciando el contagio es tanto más censurable cuanto que es evitable, tal y como lo demuestran los diversos controles de focos que ha habido en el mundo, en donde se ha tratado de cuidar a todos los habitantes sin excepción.
Esta fría política sanitaria que parece estar siendo llevada a cabo lanzando la piedra y escondiendo la mano, y que parece tener como enunciado “Sólo los fuertes tienen derecho a vivir, debido a que los débiles son un lastre para la economía”, me trae a la memoria a los nazis.
Esta crisis va a poner de relieve el contraste entre el pensamiento egoísta y el pensamiento solidario. La humanidad está gritando “Todos somos uno”; pero hay líderes a quienes esos gritos los tienen sin cuidado.