Hablemos del perdón, por Gisela Ortega
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El tema del perdón es complicado y difícil. Perdonar no es olvidar, tampoco es amnesia, ni resignación, –entre otras cosas– porque no sería lógico borrar al infractor de nuestra base de datos y quedar por ingenuidad en riesgo de un nuevo ataque.
Se han dado muchas definiciones de lo que es perdonar y muchas reflexiones sobre el porqué de su práctica, pero las reacciones de la mayoría de la gente a este asunto demuestran que no saben exactamente perdonar, ni están completamente convencidos de que las razones a favor del perdón lo justifiquen.
Según el diccionario, el significado de la palabra perdón es: dejar de sentir desagrado hacia alguien; eximir, dejar libre de obligación, deuda o culpa. La absolución de los pecados es símbolo de perdón, concedido por el confesor. Amnistía se refiere a una institución por la cual el poder público anula las sanciones jurídicas de ciertos hechos, extinguiendo las aplicaciones punitivas provenientes de los mismos.
Clemencia se define como la virtud que modera o regula el rigor de la justicia. Compasión indica un sentimiento de lástima hacia el mal o desgracia de alguien. Condonación expresa la acción o efecto de absolver, perdonar una deuda o castigo. Gracia es un don o favor que se hace a alguien merecida o inmerecidamente. Indulgencia indica la facilidad en perdonar las culpas ajenas.
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En la Iglesia Católica es el perdón de las penas debidas por los pecados. El indulto es un privilegio concedido a los condenados. Jubileo entre los cristianos es la indulgencia plenaria y universal que el Papa concedía en ciertos tiempos y ocasiones. Piedad indica abnegación y misericordia en ciertos actos. Remisión se refiere a la acción de perdonar una pena o liberar de una obligación.
Perdonar es un estado de ánimo, una actitud mental y está íntimamente relacionado con el amor. Es un proceso complejo. Es algo que nosotros mismos podemos hacer. Paradójicamente, al ofrecer nuestra buena voluntad al ofensor, encontramos el poder de sanarnos. La experiencia liberadora del perdón, siempre llena de dificultades, puede ser vivida también por un corazón herido, gracias al poder curativo del amor.
El perdón ciertamente, no surge en la persona de manera espontánea y natural. Perdonar sinceramente en ocasiones puede resultar heroico. Aquellos que se han quedado sin nada por haber sido despojados de sus propiedades, los prófugos y cuantos han soportado el ultraje de la violencia, no pueden dejar de sentir odio y deseo de venganza.
Perdonar no es justificar comportamientos negativos o incorrectos, sean propios o ajenos. No es hacer como que todo va bien cuando no es así. El maltrato, la violencia, la agresión, la traición y la deshonestidad son sólo algunas de las conductas que pueden ser totalmente inaceptables. El perdón no quiere decir que se apruebe o defienda la actuación que ha causado sufrimiento, ni tampoco excluye que se tomen las medidas para cambiar la situación y proteger nuestros derechos.
El perdón permite liberarse de todo lo soportado para seguir adelante. La compasión opera un cambio de corazón. Debemos ponerle fin al ciclo del dolor por nuestro propio beneficio. Ahora bien, el perdonar no borra el mal hecho, tampoco elimina la responsabilidad del ofensor por el daño cometido ya que el perdón se otorga a su persona, no al agravio, ni niega el derecho a hacer justicia a la persona que ha sido herida.
El acto de perdonar no entraña que debamos renunciar a defender nuestros derechos o dejar de luchar por lo que creemos.
El doctor Walter Riso, señala: “perdonar no es olvidar, es extinguir el rencor y los deseos de venganza. Es negarse a que el resentimiento siga echando raíces. El perdón requiere de ciertas condiciones. Solamente la persona ofendida es quien tiene el derecho a perdonar. El perdón es algo personal, en él sólo intervienen los involucrados directos y requiere tiempo”.
«Mi defensa del perdón –afirma Riso–, obedece más a razones psicológicas que espirituales o religiosas. Desde un punto de vista cognitivo, no sólo es un regalo que le hago al infractor, lo cual puede llegar a ser importante desde una perspectiva humanista, sino es un regalo que me hago a mí mismo, en tanto dejo de sufrir. Perdonar es aliviar la carga que me causa el rencor, es dejar mi corazón libre para que vuelva nuevamente a creer o amar, es volver al cauce natural».
¿Cuánto dura el proceso de perdonar? Nadie sabe. Pero si intuimos que no es inmediato. Hay que sopesar muchas cosas, hay que pensar y darle razones al corazón para que decida.
Todas las religiones enseñan que el perdón es algo que debe practicarse. La norma general es que, para ser un buen cristiano, es preciso tratar de perdonar. Jesucristo dijo a sus discípulos que deberían perdonar «hasta 70 veces siete».
El distinguido fraile dominico Henri Lacordaire dijo. ¿Quieres ser feliz un instante? Véngate. ¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona.
Gisela Ortega es periodista.
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