Hampa, socialismo y muerte; por Teodoro Petkoff
La noche del jueves pasado se produjo el segundo allanamiento a la oficina de Guillermo Zuloaga, en Los Chorros. Decenas de policías metropolitanos y guardias nacionales, amén del Cicpc, con toda la parafernalia de cascos, chalecos antibalas, chingalas, armas largas y dos tanquetas que bloquearon el acceso a la calle donde está situada esa oficina, llevaron a cabo la operación, en pos de unos animales disecados. El contraste entre ésta y lo que ocurre en la vida del ciudadano normal, es brutal.
El Cicpc informó que entre el viernes y el domingo de la semana pasada se produjeron 37 homicidios solamente en Caracas. Uno de los asesinados era funcionario de la Cancillería. Una hermana suya comentó que «aquí los delincuentes están mejor armados que la policía… aquí no hay control». ¿Cómo explicar, entonces, la diferencia entre la movilización policial y militar en un caso y la inoperancia frente a las exigencias de una colectividad agobiada por la inseguridad? La citada señora decía, quién sabe si para curarse en salud: «Sabemos que Chávez no tiene la culpa, porque él no sabe lo que pasa en la calle». Chávez sí sabe lo que pasa en la calle. Para eso tiene los servicios de inteligencia «endógenos», asesorados y dirigidos por el «exógeno» G-2 cubiche. Además, le bastaría con leer la prensa.
Aunque el domingo pasado, por ejemplo, la periodista Mariadela Linares escribe en Últimas Noticias que «No es necesario leer la prensa para saber que la inseguridad existe». Según ella, «Todo el mundo tiene uno o varios cuentos». Y de seguidas echa el suyo. «En el corto lapso de lo que va de año, esta articulista ha tenido la mala suerte de `tropezarse’ en plena calle, con cinco cadáveres de transeúntes que fueron asesinados en eso que llaman `extrañas circunstancias’…
Por si eso fuera poco, en una semana fueron secuestrados dos vecinos y otra sufrió un ataque a tiros que terminó con el vigilante de su edificio gravemente herido. Ni hablar de que del estacionamiento de la Maternidad ayer se robaron 16 vehículos de un solo golpe, situación que afectó a alguien de la familia».
Termina la periodista expresando su escepticismo ante las labores del Consejo de Seguridad recientemente creado. Teme que, como siempre, la «ruta antihampa» de la cual hablaron sus voceros «tarde mucho en hacer su recorrido y concluya con que sólo la prevención acabará con el delito». Finaliza con un alarido de desesperación: «Este gobierno `dictatorial’ debería saber que la represión es necesaria cuando las cosas se salen de su cauce, y en este caso eso pasó hace rato». Lo interesante es que la autora del artículo está absolutamente identificada con el gobierno, de modo que no es posible atribuirle propósitos «desestabilizadores». Simplemente, como todo el mundo, no entiende lo que está pasando. Ni a esta periodista ni a nadie puede escapar el contraste entre el rocambolesco operativo contra Zuloaga y la clamorosa ineficacia de esos mismos cuerpos de «seguridad», tan bien armados, en las labores de prevención y represión de la delincuencia.