¿Hasta las últimas consecuencias?, por Simón Boccanegra
Cuando la irresponsabilidad nacional se prendó de Chacumbele en 1992, una de las virtudes que le fueron loadas fue la de «haber asumido su responsabilidad en un país donde nadie responde por nada». En el caso, fue cierto. Eso fue hace veinte años, pero mucha agua ha corrido bajo el puente de Cúpira desde entonces. Ahora es todo lo contrario.
Chacumbele no sólo no asume la responsabilidad de ninguno de sus desaguisados sino que hace todo lo posible para disimular la responsabilidad de otros si estos le son tan próximos que podrían chispearlo. Con la espantosa tragedia de Amuay, Yo-el-Supremo llegó al sitio para pedir «calma y cordura». Cualquier hipótesis o especulación sería una «irresponsabilidad», según sus propias palabras.
«Sólo un irresponsable» podría sugerir que la explosión ocurrió por falta de mantenimiento, que es por cierto, la versión que más profusamente circula en la zona, entre los trabajadores y entre los expertos. Más aún, de una vez negó la posibilidad de que trabajadores de Pdvsa pudieran tener alguna responsabilidad en la desgracia y, tal como es su costumbre, «los felicitó». Por supuesto no está pensando en obreros. Su preocupación es que aparezca la responsabilidad de jefes y gerentes, porque esa lo toca de muy cerca. Ante las informaciones que daban cuenta de que desde hacía tres días se sentía un fuerte olor a gas en la zona, tuvo las santas bolas de decir que «eso era imposible». El mismo que dice que no haría señalamientos, descalifica, sin embargo, todos los que de manera natural aparecen en circunstancias como estas. Sería el colmo que con una tragedia como esta ocurra lo que pasó con Pdval, cuando terminaron pagando el pato dos gerentes de poca monta, que, por lo demás, ya están en libertad y con chamba.