Héroes civiles en Falcón, por Eduardo Matute
Twitter: @edmatute
In memoriam de Domingo Dewent y Margot de Cumare, los últimos en despedirse
de los fundadores de la Cooperativa Tacuato, en este último año.
El cooperativismo venezolano, antes del desastre impuesto por el régimen actual, se perfiló en dos vertientes. Por un lado, en el desarrollo de iniciativas en ciudades y poblados no capitales de estado y por el otro de organizaciones de usuarios y consumidores. Salvo en las ciudades de Barquisimeto y Barinas, en el resto de las entidades federales las cooperativas fuertes, desarrolladas y de incidencia local, se expandieron en ciudades intermedias. El cooperativismo de usuarios y consumidores, tanto en el número de asociados como en organizaciones fue determinante en el crecimiento del cooperativismo.
Un baluarte central de este desarrollo fue la península de Paraguaná, en el estado Falcón. Es indicativo que la primera cooperativa, constituida en el escenario de la naciente democracia, fue en la población de Tacuato, a medio camino entre Punto Fijo y Coro, en al año 1960.
El sacerdote José Elías Thielen, también falconiano, fue el motivador y facilitador del proceso constitutivo de esa primera cooperativa. Se encontró, sin embargo, con un terreno abonado. Un grupo de trabajadores petroleros, habitantes de esa población, fueron los artífices de la organización comunitaria. Entre ellos, Domingo Dewent, doña Margot de Cumare, Silvio Bracho y Casimiro Pérez, lograron no solo mantener una empresa económica con beneficios sociales durante mas de 40 años sino, además, crear y consolidar generaciones de relevo con habitantes de ese pequeño poblado.
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Adentrarse en la construcción de una empresa local, sin conocimientos previos en el país, y lograr que sea un esfuerzo perdurable, es una obra titánica, que permite entender ese esfuerzo colectivo del liderazgo posible en nuestro gentilicio.
Sin embargo, la obra de los cooperativistas paraguaneros ha ido mas allá, mucho mas allá. En los diez años subsiguientes, las organizaciones cooperativas se expandieron en la península, entre grupos de trabajadores asistenciales, educativos y de la industria petrolera.
Desde Punto Fijo hasta Pueblo Nuevo, pasando por Santa Ana y San Isidro se constituyeron 16 empresas cooperativas, basadas en el ahorro comunitario, en el consumo familiar y en el transporte de carga.
De las cooperativas de ahorro y crédito, tres de ellas, fueron parte de las diez más importantes del país. San José Obrero, Comunidad Cardón y Cotraedup, lograron tener en conjunto mas de 60.000 asociados en la península, cifra que nos habla de un proceso de organización comunitaria pocas veces vista en Venezuela, fuera de las grandes urbes.
Al precisar el liderazgo sobre el cual se edificó este proceso, surgen dos figuras centrales: Jesús «Chucho» Hurtado y Ricardo González Trejo, de Comunidad Cardón y San José Obrero. El primero, considerado uno de los fundadores de la Confederación Latinoamericana de Cooperativas de Ahorro y Crédito (Colac) y el segundo, gerente de la Central de Cooperativas de Falcón (Cecofal) y presidente de la Central Nacional de Cooperativas (Ceconave). Ambos lograron dejar su impronta en las características de estas dos grandes cooperativas de ahorro y crédito; en tanto que González Trejo dedicó su gran esfuerzo vital a la consolidación de la integración de las cooperativas, logrando la prestación de servicios básicos para la población de la península en el área funeraria, en la distribución de gas doméstico y la masificación de las ferias de consumo de productos agrícolas, a través de la Central de Cooperativas.
Adicionalmente, a estos grandes esfuerzos, intensos y extensos, conviene destacar los esfuerzos cotidianos en la organización de cooperativas intermedias, en servicios y número de asociados, pero vitales para sus asociados.
Dos de ellas, solo como ejemplo, Pueblo Nuevo de Paraguaná y Centro Curativo (transformada posteriormente en la Cooperativa Punto Fijo), cuyo esfuerzo colectivo se puede identificar en dos liderazgos: Juan Fernández (el pequeño Juan) y José Barreto, dedicados a tiempo completo al esfuerzo cooperativo, tanto local como regional.
De la vastísima experiencia de todos estos cooperativistas, destaca, por un lado, el trabajo cotidiano, permanente, en la producción y gestión de empresas cooperativas y, por el otro, en la comprensión de la utilidad para la población, de la conformación de organizaciones económicas entrelazadas y autónomas, como el camino para el mejoramiento de sus condiciones de vida, en un contexto de participación democrática de sus integrantes. Un proceso formativo y empresarial de primer orden.
En lo personal, al haber compartido esperanzas, anhelos e ideales con los amigos nombrados ya todos fallecidos, no nos queda más que dar gracias al creador por haberlo hecho posible y el aplauso de pie, al extrañarlos en su partida, alegrándome que los asociados y dirigentes que les sobreviven hacen posible la continuidad de estas organizaciones cooperativas, en medio de las inmensas dificultades que significa ser líderes de empresas cooperativas en la Venezuela de hoy. Todos ellos y ellas son héroes civiles.
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Cuán benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos,
qué león!
Jorge Manrique, Coplas por la muerte de su padre (1477)
Eduardo Matute es cooperativista.
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